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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
Lo dijo Marisa Herrera, una de las juristas que trabajó en la elaboración de la norma. Brindó la charla inaugural de una diplomatura organizada por la Facultad de Derecho de la UNCUYO.
Foto: Prensa Rectorado UNCUYO
De la boca de la investigadora y abogada Marisa Herrera salen cientos de adjetivos para describir al nuevo Código Civil y Comercial Unificado: revolucionario, inclusivo, igualitario, realista. Pero más que ninguna otra característica, destaca que a esta norma le importan más los sentimientos que los aspectos jurídicos, que le importan las familias, así en plural, porque existen muchas, tantas como personas.
Herrera es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), especialista en Derecho de Familia y consultora de Unicef Argentina. Pero más que sus títulos, la enorgullece haber sido parte del grupo de juristas que elaboró el nuevo Código, del que también participaron el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti; la jueza del máximo tribunal, Elena Highton de Nolasco y la exministra de la Corte mendocina, Aída Kemelmajer de Carlucci.
Sus cuatro años de trabajo en el seno de ese grupo de notables fue lo que la trajo a Mendoza, donde brindó la charla inaugural de la diplomatura sobre la nueva norma, organizada por la Facultad de Derecho de la UNCUYO. Herrera dice que el código fue revolucionario hasta en eso: en la formación de un grupo de trabajo –se autodenominaron "equipo federal"–, cuando asegura que en Derecho nunca hubo equipos, que siempre brilló uno, como si los logros se pudieran conseguir de manera individual.
La doctora en Derecho, egresada de la Universidad de Buenos Aires, es profesora de cátedras y de maestrías en el ámbito de la educación pública y privada. Esa condición fue la que quedó clara cuando se paró frente a abogados, abogadas, juezas, jueces y fiscales que comenzaron a cursar la diplomatura. Explicó los principios y paradigmas de la norma con ejemplos claros, sencillos, entendibles para cualquier mortal.
Herrera respondió todas las dudas. Su aspiración es que los operadores de justicia estén preparados para enfrentar los desafíos que les impondrá el Código, que entrará en vigencia en agosto. Confesó que le gustaría que algunos jueces y juezas se jubilaran, especialmente los que no pudieran manejar sus prejuicios, porque la norma los interpelaría, los obligaría a fundamentar sus decisiones con base jurídica y a aprender a escuchar lo que el otro tiene que decir, no lo que quieren escuchar.
Familias reales, Código real
Cuando concluyó su exposición de cinco horas, Herrera todavía tenía energía para hablar con los periodistas sobre el cambio cultural que implica el nuevo Código. Carismática, simpática, se atropella las palabras para explicar más rápido –antes de que salga su avión– los cambios sustanciales que introduce la norma, así como la necesidad de que las universidades y los ciudadanos la militen, que entiendan que reconoce derechos y obligaciones que antes dependían de la discrecionalidad de una jueza o un juez.
La abogada coincidió con los dichos de la exministra de la Suprema Corte, Aída Kemelmajer de Carlucci, quien aseguró que la revolución del Código está en el Derecho de Familia. Dijo que la actual norma de 1869, escrita por Vélez Sarsfield, respondía a su tiempo, pero que ahora había quedado offside. La nueva, recalcó, responde al principio de realidad, de igualdad, de solidaridad familiar desde una visión clara de derechos humanos.
Herrera repasó algunos cambios sustanciales en materia de Familia. En cuanto al divorcio, dijo que las modificaciones tendían a evitar los procesos destructivos, las peleas, los odios, que perjudicaban sobre todo a los hijos. Por eso, explicó, a la Justicia no le importarán las causas sino los efectos, es decir, las resoluciones que se tomen respecto de las hijas e hijos y de los bienes, entre otros aspectos.
El reconocimiento de las uniones convivenciales es otro punto que resaltó. Dijo que respondía al principio de realidad, teniendo en cuenta que el Censo de 2010 había demostrado que el 38,4 por ciento de las personas que vivían en pareja no estaban casadas, es decir, 4 de cada 10 parejas. Explicó que esta era una realidad que no se podía desconocer y que había sido necesario regular los derechos y obligaciones de quienes tenían un proyecto de vida en común, aunque no hubieran pasado por el Registro Civil.
En cuanto a la adopción, resaltó como el cambio significativo la aceleración del proceso y la claridad del mismo. Comentó que lo más complejo era cambiar la concepción de la adopción como un todo o nada, ya que podría existir una adopción plena, donde no se cortara el vínculo con la mamá biológica que no podría criar al chico por diversos motivos.
Herrera nombró como otro cambio sustancial, la inclusión del concepto de autonomía progresiva de niñas, niños y adolescentes. Es decir, que el magistrado, la magistrada e incluso los operadores de salud y de educación, deben tomar en cuenta el grado de madurez de los pequeños, entender que no es lo mismo un niño o niña de dos años, de siete, o un adolescente de 14, ya que según su madurez, puede realizar actos sin la representación de los padres. Y dio un ejemplo: un adolescente no necesita ningún consentimiento para ponerse una vacuna o para que le entreguen un preservativo.
La especialista también subrayó la importancia de la reglamentación de las técnicas de reproducción asistida. Dio muchos ejemplos de casos que implicaban una gran complejidad, y que actualmente eran resueltos de diversos modos, según el juez o jueza que decidiera.
Para Herrera, una de las batallas perdidas –por ahora– es la inclusión de la gestación por sustitución. Dijo que ese tema lo perdieron por derecha y por izquierda, ya que grupos feministas mostraron su descontento por entender que vulneraba los derechos de las mujeres en situación de pobreza.
La abogada confesó que sufrió en carne propia las resistencias y los ataques a la norma antes de que fuera probada. Dijo que había sido un proceso tremendo, pero que estaba relacionado con actores sociales que seguían teniendo peso en Argentina y con un proceso que implicaba grandes cambios culturales, que muchos no estaban dispuestos a dar.
Nuevo Código, nueva Justicia
Herrera también habló sobre los desafíos que el nuevo Código significaba para todos los operadores de Justicia.
Kemelmajer de Carlucci dijo en una entrevista para Edición UNCUYO que el nuevo Código necesitaba nuevos jueces y juezas, que fueran capaces de ponderar, de escuchar. ¿Cuál es su opinión?
Creo que se necesita un operador distinto. Aquel que sigue discriminando al judío, al gay, al que no se casa, al que tiene familia ensamblada, no puede ser operador del Derecho de hoy, porque muchos creen que la familia es la familia que uno forma, y en realidad, es la familia que el resto de la gente pudo formar. No estoy con el dedo acusador diciendo que esta es mala o buena familia, o que esta es normal o anormal, porque también en las familias llamadas "normales" tenemos casos de abusos, de maltrato. Es esta idea de respetar diversidades. Siempre decimos con Aída (Kemelmajer de Carlucci) que en este mundo entramos todos, el tema es que el Código y la ley nos dejen entrar, porque el otro es diferente a uno, pero tan humano como uno y necesita que este Código también lo contenga. Aquel que no puede manejar sus prejuicios, no puede trabajar con el Código nuevo.
El nuevo Código también deja de lado la figura del juez o jueza todopoderosos. ¿Cómo visualiza el cambio?
El artículo 3 dice que el juez tiene que fundar razonablemente, ya no es lo que a vos se te ocurra, hay ciertos principios de derechos humanos que son de razonabilidad. Y hay fallos, doctrina y jurisprudencia sobre derechos humanos que tenés que conocer, porque si no, tu sentencia es irrazonable. Cuando alguien dice: "Yo pienso, porque mi parecer es este o aquel", eso está bien para una charla de café, pero no para ser juez y poner la charla de café en la sentencia, porque tenés una función pública, debés fundar tu sentencia con los argumentos jurídicos por los cuales vos creés que, en este caso, el chico tiene que hacer tal cosa. Este Código te enfrenta más con qué formación y qué capacitación tenés.
Será un proceso de cambio para algunos jueces y juezas…
A mí me gustaría que muchos se jubilaran, sería un buen momento, porque es difícil cambiar. A veces lo digo y a Ricardo Lorenzetti (presidente de la Corte Suprema) no le gusta mucho, pero bueno. Otra cosa es que se van a ver interpelados todo el tiempo, cada vez van a quedar más en offside, no pueden decir: "No me gusta el matrimonio igualitario". Estas son las grandes transformaciones culturales que siempre implican miradas desconfiadas, pero eso tiene que ver también con los cambios. Y los que trabajamos en esto, y más en Familia, sabíamos que esto nos iba a pasar. Por suerte somos un grupo y estamos convencidos de lo que decimos, creemos en lo que hicimos, en lo que hacemos y somos coherentes entre lo que decimos y lo que pensamos.
¿La norma obliga a los magistrados y magistradas a escuchar más al otro?
En realidad es cómo escucharlo, porque también uno es selectivo sobre qué escucha y que no, y ahí también está excluyendo. Creo que ayudará a formar el oído desde otro lugar y a escuchar incluso cosas que no querés escuchar, porque no importa lo que vos querés escuchar, es lo que la persona te tiene que decir. Este Código invita a una verdadera escucha.
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