La mirada estigmatizante en relación con algunos barrios de Mendoza tiene consecuencias directas sobre la vida cotidiana de sus habitantes. Soportan las pelean entre bandas, los allanamientos y las dificultades para conseguir trabajo. Las escuelas tienen menos alumnos y son candidatas para que les cierren cursos. Cuentan con servicios escasos, especialmente el transporte, y con pocos o nulos espacios verdes. El análisis del sociólogo Nazareno Bravo y del especialista en temas de seguridad, Martín Appiolaza.
El sociólogo Nazareno Bravo y el especialista en temas de seguridad, Martín Appiolaza.
Barrio conflictivo, zona peligrosa, sector marginal, todos sinónimos de una misma palabra: discriminación. Cada uno de los vecinos que habita en alguno de estos sectores sabe que ese rótulo tiene consecuencias en su vida cotidiana: cada vez son menos en la escuela del barrio, es difícil conseguir trabajo, los servicios son escasos y la mirada de los otros casi siempre es estigmatizante.
El nombre del barrio aparece casi a diario en los medios de comunicación, pero en una única sección: Policiales. En los textos sólo suelen estar las historias de las bandas que se disputan el poder, las que venden droga, las que roban, los que asesinan. Casi nunca los nombres de la mayoría: la de los vecinos y vecinas que intentan seguir adelante, ir a la escuela, salir a trabajar.
El rótulo de barrio conflictivo genera realidades parecidas en distintos departamentos de Mendoza. Espacios con poco o ningún sector verde, con pocos lugares para el juego, con servicios escasos y de mala calidad, especialmente el transporte público.
Las escuelas también comparten desafíos comunes. Los docentes educan a los chicos y chicas, buscan abrirles otros panorama de oportunidades, nunca subestimarlos sino descubrir todas sus capacidades. Pero el rótulo también las alcanza.
En muchas de estas zonas los colegios tienen edificios en buen estado, con laboratorios equipados, pero la realidad es que año a año la matrícula va bajando y establecimientos que podrían educar a 500 chicos terminan con 200. Si la cifra sigue bajando al ritmo de la estigmatización, entonces serán candidatos a que le cierren algunos cursos.
Los vecinos y vecinas no niegan la problemática de sus barrios, más bien la padecen. Soportan las pelean entre delincuentes, las balaceras y los allanamientos.
El sociólogo Nazareno Bravo, docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO e investigador del Conicet, ayuda a pensar sobre el origen de estos rótulos. Plantea que se trata de fenómenos complejos en los que intervienen el Estado, la policía, los medios de comunicación y los prejuicios sociales de los habitantes, una construcción en la que todos participamos de alguna manera.
Bravo, quien realizó un trabajo sobre la experiencia comunitaria que significó la apertura de la biblioteca "Pablito González" en 2002 en el barrio La Gloria, dice que la situación no cambió en forma sustancial en los últimos años, sino que se profundizó la estigmatización social. Cree que la problemática más difícil es la de los adolescentes, que por ser jóvenes y en situación de pobreza siguen siendo señalados.
Para el sociólogo no se trata de negar la problemática de los distintos barrios, sino que la construcción que se hace termina en un señalamiento de unos contra otros, como si de ese sector vivieran los culpables de todos los males y como si la inseguridad, la violencia y la marginación fueran fenómenos circunscritos a esas zonas.
Bravo reconoce que el camino para lograr cambios no es fácil. Piensa que las únicas respuestas vendrán de la mano de la combinación de las apuestas colectivas de los propios vecinos y de las políticas públicas.
El mapa del delito
Algunos de los barrios señalados aparecen en los mapas del delito con los que trabajan las fuerzas de seguridad y que utilizaban mucho antes de que el exgobernador Celso Jaque los mostrara como ejes de su campaña para llegar a la gobernación.
El director del Centro de Estudios de Seguridad Urbana, dependiente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO, Martín Appiolaza, planteó que es selectivo el tipo de delitos por los que se termina etiquetando a algunos barrios, ya que están relacionados con el impacto que tienen sobre los ciudadanos: los robos, los hurtos, los asesinatos. No hay, por ejemplo, un mapa que señale los delitos de evasión impositiva y nadie se atrevería a marcar con un lápiz rojo las zonas donde viven las personas que evaden.
Appiolaza comentó que este etiquetamiento en muchos casos termina reafirmando a las subculturas criminales, funciona como profecías autocumplidas y provocan además que los otros vecinos sean señalados como delincuentes.
Barrio conflictivo, zona peligrosa, lugar marginal, todos sinónimos de una misma palabra: discriminación. Los vecinos y las vecinas la sufren a diario y comprueban todos los días que ese rótulo tiene consecuencias directas sobre su vida cotidiana.