Para la nueva jueza de la Suprema Corte, la paridad tiene que existir en las actividades pública y privada
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23 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Foto publicada en historiahoy.com.ar
Sin duda que, con valoraciones e historias muy diversas entre sí, las figuras de Cristina Fernández y Mauricio Macri siguen siendo centrales para la política argentina. Ambxs son ex presidentes, ambxs figuras líderes de sus respectivos espacios políticos. Y ambxs, marcadamente en este último tiempo, partidarios de tensar la cuerda en sus propias coaliciones electorales. Por razones muy diferentes, por supuesto.
Macri quiere arreglar con la extrema derecha para incluir los votos de Milei en JxC, a la vez que así llevar más a esta última a posiciones ultramontanas: total apoyo a represión policial en seguridad –aún en casos como los de Chocobar-, mercado libre absoluto, liquidación de derechos laborales. Para eso, debe minar las reticencias de la Unión Cívica Radical hacia el bizarro personaje “libertario”, agudizadas porque Morales y Manes quieren ser candidatos alternos a la presidencia dentro de la misma coalición macrista.
Así, Macri se lanzó en Brasil a presentar a Yrigoyen como baluarte del –para los de JxC- denostado “populismo”. Un golpecito al pasar, por si pasaba. Y no pasó. Lejos en el espacio y hablando de un dirigente de otro tiempo, el ex presidente creyó que lo suyo sería menor. Morales puso el grito en el cielo: si quieres irte con la extrema derecha- bramó en una inesperada carta pública- tienes que decirlo. Y más respeto por Yrigoyen, quien instauró YPF, fundó muchísimas escuelas, mejoró las condiciones de millones de trabajadores.
Morales parece desorientado: él forma parte de una coalición de derecha, que detesta exactamente los puntos que él resaltó de Yrigoyen. “Por eso mismo”, podría haber respondido Macri: hay prueba de que fue un populista. Pero la prudencia política llamó al hombre que, un tanto sorpresivamente, ahora dicta conferencias: lo mejor sería tener a Milei dentro pero no romper con la UCR, al menos no romper por impericia propia del PRO. De modo que Macri ensayó una tibia disculpa –bastante confusa, por cierto-, aunque destacó que la reacción de Morales a la que se agregó la de Manes (el hermano del candidato) habría sido “desmesurada”.
Morales insiste otra vez: si Macri se quiere ir con Milei, que se vaya. ¿Será que si el PRO se quiere ir con Milei, puede irse? Habrá que ver. La audacia de Macri para llevar las cosas a los límites, quizá no sea la mejor política para lograr sus propósitos. El PRO necesita que sus candidatos se impongan en la interna a los de la UCR –lo que no parece difícil, con todo el stablishment a favor-, pero necesita también los votos de esa UCR. Cambiarlos por los de Milei, puede ser un espejismo: el despeinado y vociferante personaje aún no está consolidado, no tiene estructura nacional, y ha lanzado varios furcios desafortunados en los últimos días, recomendando andar armado y vender los propios órganos corporales.
Cristina, por su parte, nuevamente le señaló al presidente cómo debería gobernar: sería haciéndolo como ella lo hizo, enfrentándose con el poder económico. Que Alberto use la lapicera. Si así fuera, se lograría los resultados que ella logró en sus períodos presidenciales: en la falta de arrojo del presidente estaría la clave que impide una mejora económica posible.
Sin dudas que una capacidad mayor de antagonismo hubiera ayudado a comienzos del mandato a resolver cuestiones como la de los medios de comunicación, o la de mejorar un poder judicial emponzoñado. Ahora es tarde para esas lides, que Cristina enfrentó en su tiempo, aunque con resultado mayoritariamente negativo. Pero ahora, y en lo económico. ¿Es posible una redistribución muy fuerte?
La política no es ciencia exacta, y la respuesta no es única. Parece evidente que alguna audacia ayudaría –en esto va el anuncio de la ley sobre Ganancia inesperada-, pero quizás no sería suficiente: aquí hay factores estructurales en juego, que no dependen de voluntarismos súbitos ni de decisiones inmediatas.
Por un lado, Cristina gobernó sin la enormidad de gasto que implicó la pandemia: sin la inflación adicional de la guerra, sin las restricciones inevitables que Macri acercó vía Fondo Monetario. También sin una derecha que hubiera ya llegado al gobierno, como es JxC; y sin el lawfare en toda su dimensión como respuesta de Washington a los gobiernos progresistas, además de sin los ultramontanos neoautoritarios tipo Milei.
Son demasiados factores diferentes, todos que dificultan el presente, y lo hacen mucho más difícil que el tiempo de su gobierno. Pero, además: ¿cómo bajar la inflación si quiere mejorarse los salarios? Subir salarios en índices del 60% o más, se hace incompatible con una baja marcada de la inflación. Con lo cual, la necesaria pero simplificada consigna de “mejorar la situación de la gente” encuentra claras paradojas a la hora de ejecutarse.
La salida de Kulfas parece augurar una tregua en la cúpula del FdT, se verá si esa situación se consolida. Ojalá se advierta que el voluntarismo y la audacia sirven en política, pero tienen sus límites: “los hombres hacen la historia”, según dijera algún clásico, “pero lo hacen en condiciones que ellos no eligen”.
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