¿Y si después del túnel sigue oscuro?

Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.

¿Y si después del túnel sigue oscuro?

Discurso del presidente Javier Milei en cadena nacional por el primer año de gestión. Foto: Presidencia

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Publicado el 11 DE DICIEMBRE DE 2024

Los medios siempre han sobrevalorado el apoyo con el que cuenta Milei en la población. La mitad de los argentinos lo rechaza frontalmente, pero solo se habla de los que lo aceptan, que están alrededor del otro 50 %, índice que había bajado casi 10 puntos hace dos meses y donde se ha perdido densidad de apoyo, estando menos dispuestos a jugarse por un gobierno que no da satisfacciones.

Claro que había hartazgo de la inflación y que su baja se valora socialmente (si bien está mal medida por un Indec que subestima los enormes aumentos de tarifas). Igual hay menos inflación, y eso se festeja. También la baja del dólar, llamativa en nuestro país, aunque ya ensayada durante la dictadura y con el menemismo. Logros macroeconómicos que serían más difíciles para un gobierno con conciencia social.

Sin embargo, a la vez, el poder adquisitivo es bajo, la producción se paró, la obra pública fue descontinuada, los jubilados son castigados de diversos modos, las universidades se manejan con presupuestos de hambre. Cada vez más gente pide en la calle, cada vez hay más personas viviendo en las veredas y plazas, cada vez más personas revuelven la basura para encontrar restos que puedan comerse o cambiarse.

A la mitad del país que apoya a Milei, eso no parece importarle. Asume que la macroeconomía está mejor, pero no coincide ideológicamente con el gobierno. A pesar de la obsesión oficialista por dar “la batalla cultural”, la van perdiendo: a la población no le gustan los insultos e invectivas presidenciales, no está de acuerdo en desfinanciar la salud y la educación, ni siquiera apoya la idea libertaria de un Estado mínimo o inexistente: la población sigue creyendo que el Estado es necesario.

Todo esto muestra que los acuerdos con el gobierno son de baja intensidad: hacen a creer que la economía ha de salir adelante, dando vuelta los mecanismos que la han regido durante las últimas décadas. No hay mucho más que eso. Cuando se pregunta a los encuestados si están bien económicamente, alrededor del 70 % dice estar mal, con un alto porcentaje que “no llega a fin de mes”. Sin embargo, una parte importante de estos ciudadanos que están personalmente mal cree que así el país ha de llegar a estar bien. Estas personas tienen esperanzas y a veces desafían a quienes los interpelan desde la TV con aires de “Yo me la banco”, “Vamos a salir adelante” y otras poses por el estilo.

Es cierto que el equilibrio sobre el que funciona el apoyo de un sector del país a Milei es bastante precario. Dada la falta de adhesión a su estilo de gobierno y a núcleos importantes de su ideología, ese apoyo depende de que no haya una corrida del dólar, de no tener que devaluar. Si esto ocurriera por falta de auxilio del FMI, por fortalecimiento del dólar con Trump presidente o por presiones de los exportadores, el andamiaje tambalearía irremediablemente.

En el gobierno, parecen creer que están en el paraíso, que los apoya todo el mundo y que muchísima gente piensa igual que ellos. Lo cierto es que la esperanza es lo que mueve a una parte importante de esa mitad de argentinos que apoyan a Milei: los que no son del “núcleo duro” –que estaría entre el 25 y el 30 % de la población– viven de creer que “estamos mal, pero vamos bien”. El hambre de hoy sería la base de la prosperidad futura. Ir para abajo ahora garantizaría ir para arriba después, aunque no haya al respecto ningún plan oficial que no sea una vaga apuesta a las inversiones con el RIGI.

Empiezan a aparecer rasgos de corrupción en el gobierno: los votos de leyes que se obtuvieron con favores a Kueider y, ahora, las viviendas de alto rango en Florida de la familia Ritondo –que sea del PRO no significa que no sea del gobierno– comienzan a mostrar el lado oscuro de la gestión. Es este un tema nada menor. También en seguridad, el gobierno no da pie con bola, y la farsa instalada con un video atribuido a narcos no logró repercusión en la sociedad. El gobierno no exhibe nada que no sea bajar la inflación: lo que no significa bajar los precios, sino subirlos más lentamente.

Aun así, la esperanza es tozuda, dado que se apostó a acabar con la gestión del peronismo, que había cansado con un discurso de escasa renovación y un desorden inflacionario importante. Mucha gente quería otra cosa, quiso cambiar. Ahora ve que la cosa podría pintar bien en lo macro, pero en el bolsillo es desastrosa, y muchos aguardan cándidamente: sigamos por el túnel, que al final nos espera la luz.

¿Y si no hay ninguna luz? ¿Si se nos hace pasar por el desierto para que nunca más nos den agua? ¿Si nos bajaron los salarios, superaumentaron las tarifas y quitaron prestaciones a cambio de un modelo económico permanente y para unos pocos? ¿Si solo oscuridad nos queda?

Entonces será tarde. Hay una mitad de los argentinos que rechaza y resiste, pero la otra, la que con su apoyo posibilita estas políticas, parece ignorar que su destino podría ser de miseria y no advierte que, habiendo facilitado todo el ajuste ahora, luego no se podrá volver atrás.

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