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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
La psicoanalista Sara Gutiérrez explicó cómo la masculinidad dominante y el disfrute del sometimiento dan a estos delitos una lógica perversa.
Foto publicada en Infobae
Unidiversidad / Florencia Martínez del Rio
Publicado el 07 DE FEBRERO DE 2020
En los últimos días, una violación en grupo a una mujer en Mendoza, mal llamada “en manada” para las feministas, volvió a mostrar una de las expresiones más violentas de la cultura machista. ¿Cómo operan la cofradía y complicidad entre varones para cometer estos hechos? ¿Por qué es necesario construir masculinidades que rompan con esta lógica violenta?
En el mes de diciembre del año pasado, estos casos volvieron a ser noticia en el país por varias denuncias: dos en Buenos Aires, en Luján y San Martín; una en Villa Carlos Paz, Córdoda; y otra en la provincia de La Rioja. Pero el caso más reciente y cercano ocurrió en Luján de Cuyo. Una mendocina de 21 años denunció el 30 de enero que un grupo de varones la violó en su casa. Los cuatro hombres están detenidos y se está investigando si la sedaron previamente y si filmaron algunas escenas con sus celulares. En la provincia ya se había oído hablar de estos delitos cuando en 2016 una chica denunció a un grupo de varones por atacarla sexualmente en una fiesta en Chacras de Coria. Luego, los jugadores de rugby fueron sobreseídos.
Para entender por qué y en qué contextos se cometen estos hechos, Unidiversidad dialogó con la psicoanalista Sara Gutiérrez, que explicó que las violaciones en grupo son actos perversos donde se expresa el dominio de la masculinidad que considera que tiene acceso irrestricto al cuerpo de la mujer. “En el sistema patriarcal en el que vivimos la mujer es un objeto y un personaje secundario, ese es el contrato social. Los varones que violan en grupo disfrutan del sometimiento y de la tortura a la víctima”, señaló.
Analizando este tipo de práctica, que calificó de "siniestra", la especialista comentó que se da en todos los conflictos armados, ya que en esas situaciones es muy común que un grupo de hombres secuestre a una mujer para violarla. "En cualquier lugar del mundo donde se esté desarrollando una guerra o una dictadura, esto está sucediendo, pero lo ocurrido en Mendoza –como en el resto del país– es una alerta muy grande porque sucedió en democracia y de manera aislada, advirtió Gutiérrez.
El placer y el disfrute del agresor no solo están en la acción propia, sino también en la del otro. “Cuando uno o dos están cometiendo la violación, los otros miran. Hay exhibicionismo y placer de ver a otro hombre atacando a una mujer. Hay disfrute del sometimiento y de la tortura porque la violencia sexual es torturante”, explicó la activista de derechos humanos y feminista.
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Complicidad machista
Estas situaciones no podrían darse sin la vinculación entre hombres en forma de corporación machista donde la masculinidad se pone en disputa y rige la cofradía, analizó Gonzalo Arcos, integrante de un espacio de varones antipatriarcales que cuestiona estas complicidades y busca nuevas maneras de relacionarse entre ellos.
Dentro del sistema que explicó Gutiérrez, las relaciones entre varones se caracterizan por la protección mutua a través del silencio, pero Arcos señaló que esas redes no son para cuidar al otro, como sucede en el feminismo, sino para protegerse a sí mismo. “En estos grupos, el vínculo es de liderazgo, se discute quién es más hombre. Hay una lógica perversa que expulsa al que no pertenece. El que no comparte esas conductas es menos hombre”, comentó a Unidiversidad el integrante del Enfoque Integral en género, generación, masculinidades y poder, de la Fundación Ecuménica de Cuyo.
En estas relaciones, agregó Arcos, se reproducen conductas con el fin de demostrar quién es más varón que el otro; en ese camino, la masculinidad hegemónica se vuelve un factor de riesgo para la vida de niños, niñas, mujeres y también de otros hombres. “Hay que terminar con los discursos que determinan una forma de ser varón, con ciertas características y conductas, que nos coloca en una situación de poder máximo e hipersexualizados donde hay que competir con otros para ver quién es más macho”, dijo.
Varón bonito es el que cuestiona sus privilegios
Sabemos que los feminismos nuclean a mujeres, lesbianas, trans e identidades no binarias. Sobran ejemplos: movilizaciones, encuentros, talleres, organizaciones sociales. Pero cuando desde estos espacios comenzaron a visibilizarse las violencias machistas, muchos hombres se sintieron interpelados y empezaron a cuestionarse cuál era su lugar en la problemática.
Porqué no decirle “violación en manada”
Estas violaciones son llamadas "en manada" por los medios de comunicación desde que se conoció que así se llamaba el grupo de WhatsApp de los cinco hombres que violaron a una joven de 18 años en Pamplona, España, durante las fiestas de San Fermín de 2016. Este caso tuvo una gran cobertura mediática y movilizó a miles de personas en las calles en apoyo a la denunciante. Sin embargo, especialistas consideran que es erróneo llamar así a estas prácticas.
“Son varones violentos, no un grupo de animales. Decirles así es injusto con el reino animal y con las mujeres. Los animales se mueven en grupo por un objetivo, para protegerse o comer, no violan. Estas personas son seres humanos que socializan pero que pueden realizar estos actos siniestros”, sostuvo la psicoanalista.
Al respecto, Arcos opinó que usar el término "manada" obviaría la existencia de un grupo de varones con cierta cultura, clase social, mandatos y privilegios. A su vez, desde el Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven advirtieron que esta palabra se refiere a una unidad colectiva cuando, en realidad, la participación y responsabilidad de cada “actor” es individual.
De esta forma también lo ve la abogada Carolina Jacky, que explicó que cada uno de los participantes de ese tipo de hechos puede (y debe) ser acusado, imputado, procesado y condenado por el delito que haya cometido. Las características y condiciones en las que se haya realizado agravará el tipo penal, como, por ejemplo, drogar a la víctima o golpearla.
Jacky destacó la importancia de que los procesos judiciales se realicen con perspectiva de género. De lo contrario, los abogados defensores de los agresores tendrán más herramientas a su favor. “El querellante debe trabajar con perspectiva de género para exigir que se cumplan las normas y la víctima no pierda derechos", sostuvo.
Cómo pedir ayuda ante una situación de violencia contra las mujeres
La Ley N.º 26485, ley de protección integral de la mujer, define como violencia de género cualquier acto violento o agresión basado en una situación de desigualdad en el marco de un sistema de relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres que tenga o pueda tener como consecuencia un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas de tales actos y la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si ocurren en el ámbito público como en la vida familiar o personal.
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