Vinilos: por qué un hobby caro y poco práctico despierta tantas pasiones
Más allá de los costos y de las desventajas frente al CD, este formato musical sigue vigente y va encontrando su nuevo público. Lo explican dos coleccionistas y vendedores.
Foto: Pixabay
Hubo un tiempo en el que escuchar música era complicado. Había que desplazarse, revolver bateas, juzgar portadas, hablar con vendedores, empaparse de información y decidir la compra. Desde entonces, pasaron los CD y los casetes, hasta llegar a la era de los archivos MP3 y del streaming. Ahora, más artistas de los que podremos escuchar en varias vidas entran en de una aplicación que llevamos en un dispositivo de bolsillo. Entonces, ¿cómo todavía hay personas que invierten dinero en comprar vinilos?
La del párrafo anterior podría ser una pregunta razonable de alguien que ve el fenómeno del formato vinilo desde afuera, pero el comprador de discos, una subespecie de melómano, no entiende de practicidad. Como toda pasión, esta es una que no se explica desde ese lugar, sino desde las emociones. Es caro, es poco práctico, y también gana cada vez más adeptos.
Gran parte de los discos que se venden en Mendoza pasan por El Club del Vinilo, un grupo de vendedores y amantes del formato que se reúnen periódicamente para vender e intercambiar discos, y compartir la pasión común. También tienen un grupo de Facebook a través del cual comercializan los productos y que cuenta con 2000 integrantes.
Adrián Salcedo es coleccionista, uno de los administradores del grupo y también uno de los principales vendedores. “Lo atribuyo a que tiene un sonido muy especial”, dice respecto al auge del vinilo, en diálogo con Unidiversidad.
La fila de bateas, paisaje común en las ferias de venta de vinilos. Foto: Pixabay
Un objeto suntuario
El precio promedio de un vinilo nuevo va de los $ 2500 a los $ 5000. Hasta hace algunos años, el formato era mucho más barato, pero la inflación y la decisión arbitraria de algún eslabón de la cadena productiva hicieron que el precio de venta se haya elevado. “Gran parte es la inflación, la suba de la materia prima, y un gran porcentaje es la avivada”, opina Adrián.
Para Cristian Aguirre, también asiduo vendedor, “las distribuidoras vieron una posibilidad de tener buenas ganancias. El vinilo terminó siendo un lujo, a diferencia de la época de oro, en la que comprabas 5 o 6 discos con lo que llevabas en el bolsillo. El vinilo es un símbolo de status y te lo venden como tal”.
Si al precio del vinilo se le agrega el del tocadiscos y los parlantes, el hobby se encarece más. Entre entendedores del tema, se recomienda agregar al sistema de sonido un preamplificador y un amplificador, lo que eleva más el costo del pasatiempo.
“Esto no tiene techo. Conozco coleccionistas que han gastado millones, literalmente, en coleccionar discos y equipamiento —revela Adrián—. Porque no es solo tener el vinilo: vos podés comprar un vinilo nuevo, pero si tu bandeja no está buena, la púa no está buena, y lo ponés en un parlante que no está bueno, ¿cómo se va a escuchar?”.
Siempre se puede gastar más: indefectiblemente, siempre habrá en el mercado un parlante más grande, una púa más lujosa. En este rubro, como en varios, opera la ley de los rendimientos decrecientes. Mientras más suba el precio, menos va a mejorar el producto. Es decir, un amplificador de $ 400 mil (que los hay) es muchísimo mejor, pero no 20 veces superior, a uno de $ 20 mil.
“El tema del costo, para mí, es la parte negativa de este mundillo. Tendría que ser un placer alcanzable para todos y no desestabilizar la economía personal-familiar”, añade Cristian.
El valor también está en el contexto
Dentro del coleccionismo de vinilos, hay especial predilección por los “de época”. Es decir, aquellos que se fabricaron hasta principios de la década de los 90, cuando el CD recién empezaba a instalarse y el vinilo seguía siendo el formato hegemónico. En este grupo, las primeras ediciones son las más valoradas.
“Lo más vendido en Latinoamérica hispana es el rock nacional argentino de los 70 y 80. Siempre son más buscadas las ediciones de época frente a las reediciones. Los últimos discos que salieron a principios de los 90 son también joyas muy codiciadas”, asegura Cristian.
Dependiendo del estado de conservación, algunos pueden llegar a valer decenas de miles de pesos. Cualquier disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en buen estado no suele bajar de los $ 10 mil. Sucede que, por conflictos entre los exmiembros, los álbumes de esa banda nunca fueron reeditados en vinilo.
Otro que solo se consigue usado es Peluson of Milk, de Luis Alberto Spinetta. Este llegó a venderse en las redes sociales hasta por $ 50 mil. No obstante, representa un ejemplo extremo, ya que pueden encontrarse muchos discos “de época” en muy buen estado a precios similares a discos nuevos, o por menos dinero.
En la última década empezaron a reeditarse múltiples discos de vinilo a nivel nacional, cuando en Estados Unidos y Europa el vinilo se mantuvo vigente durante las décadas de los 90 y 2000, dominadas por el CD.
Sony Music dio inicio a esto en 2015 con el revolucionario Artaud, de Spinetta, y otros clásicos del rock nacional, incluyendo a Charly García, Soda Stereo y Virus. Desde allí, el negocio solo siguió creciendo.
Artaud fue reeditado en 2015, respetando el arte de tapa original
Todo muy lindo, pero ¿suena mejor?
El debate vinilo versus CD en términos de calidad sonora puede ser apasionante, pero la pregunta es tramposa, porque en realidad se trata de qué vinilo contra qué CD. Adrián lo explica mejor: “Depende de la mezcla que hizo el que grabó la banda, y después, del que lo masterizó para vinilo. Dependiendo de eso es cómo va a sonar el disco. El disco está ahí. Cómo va a sonar depende de lo que le metan adentro. Es así: ningún disco suena igual a otro”.
Pese a eso, el entrevistado se la juega por el vinilo por el hecho de que este reproduce frecuencias que el CD no. La realidad también es que el oído humano tiene un límite en lo que puede captar, y las frecuencias que tiene el CD alcanzan y sobran para lo que oímos.
Cristian tiene una visión un poco más crítica al respecto. “Es verdad que hay discos que suenan muchísimo mejor que cualquier formato, pero te diría que no sé si son el 50 % de los que yo he escuchado. Hay placas que suenan mejor en CD y hay ediciones de vinilo (sobre todo las que empezaron a salir estos últimos meses) que dejan mucho que desear a nivel sonido, incluso a nivel gráfico, con tapas y materiales de mala calidad. Están produciendo mucho para hacer su negocio, descuidando el objetivo del melómano vinílico, y eso va a durar poco”.
Más allá de cualquier justificación, la realidad es que, si bien el debate se da todo el tiempo entre fanáticos de la música en físico, muchas personas coleccionan ambos.
El CD requiere menos cuidado y menos ritual. Es ponerlo y reproducirlo, y poder cambiar de canción con un botón. El vinilo exige levantarse, darlo vuelta, escucharlo entero, limpiarlo. Allí también está el placer, porque ese esfuerzo por cuidar el disco viene a representar el valor que tiene la música para quienes la compran y se sientan a escucharla.
Más allá de la mirada romántica, Cristian sentencia: “El coleccionista ortodoxo de vinilos me va a querer matar, pero soy de los que piensan que el valor agregado está en el objeto de deseo”. Adrián, por su parte, concluye que el vinilo “se escucha mejor si el disco es nuevo, púa nueva y todo bien nuevo. Pasado el tiempo, me quedo con el CD”.
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