Austria, fuerte crítico de la construcción de vallas para evitar el paso de refugiados, anunció este miércoles 29 de octubre sus planes de construir sus propias cercas fronterizas, pero insistió en que el único objetivo de la medida es controlar el flujo de gente que entra al país. Los otros países miembros de la Unión vieron en la edificación de cercas para obstaculizar el paso a los migrantes en la zona, precisada por el gobierno austríaco, una amenaza al tratado de Schengen y a la libre circulación en la Unión Europea, uno de los pilares estructurales del organismo.

Tras una conversación telefónica, el canciller austríaco Werner Faymann y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, acordaron en que en el continente «no hay lugar para vallas», según una fuente de la Comisión. Pese a ello, la ministra del Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, reiteró la posición inicial de su gobierno en relación con la crisis en el puesto fronterizo de Spielfeld: «Se trata de asegurarnos de que haya una entrada ordenada y controlada en nuestro país y no de cerrar nuestra frontera». Negó que se tratara de una barrera antimigrantes, pero no dio información sobre las modalidades de la cerca. Horas antes había afirmado que se trataba de barreras técnicas.

Además, el primer ministro esloveno, Milo Cerar, se dijo dispuesto a construir «una barrera» y aseguró que su país «ya se había preparado para algo similar desde hace un tiempo». Pero minimizó el alcance del dispositivo que, según dijo, «será de baja altura, un obstáculo que permita regular el flujo de migrantes».

Tras las decisiones en cadena en la ruta de los Balcanes para frenar el paso de los migrantes, la Unión Europea llamó a los países miembros a no tomar decisiones unilaterales. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, advirtió que la crisis migratoria podría conducir a «un sismo en el paisaje político europeo», al poner en peligro el principio de libre circulación en el territorio de la Unión. Asímismo, el texto que regula el sistema europeo de asilo corre riesgos. Juncker afirmó recientemente que no funcionaba, que había que cambiarlo.
 

Críticas a la política alemana

El problema de los migrantes y la decisión de construir la valla ha agriado las relaciones entre Austria y Alemania, tradicionalmente excelentes hasta ahora. La ministra del Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, aseguró que «la realidad es que la gente quiere ir a Alemania porque se siente invitada», en una crítica evidente a la política de la canciller Ángela Merkel de recibir a los refugiados.

La posición de la jefe del gobierno alemán en este terreno ya es altamente criticada en su propio país por los conservadores, aunque ya se han anunciado nuevas medidas para expulsar a los migrantes económicos, en especial provenientes de los Balcanes, y el ministro del interior, de Maizière, consideró «inaceptable» la enorme cantidad de afganos que han llegado a Alemania y les pidió que permanecieran en su país para reconstruirlo. Alemania ha venido anunciando que acogería este año entre 800 mil y un millón de personas que soliciten asilo: la mayoría de los recién llegados a su territorio son sirios, albaneses y afganos.

En la cumbre europea del domingo pasado se decidió crear 100 mil plazas de acogida en Grecia y los Balcanes, así como mejorar la coordinación de los países por los que pasan los migrantes rumbo a Alemania y el norte de Europa. Ya hay trenes que los llevan directamente de un país a otro, entre Serbia, Croacia y Eslovenia. Por este último diminuto país han transitado desde el 17 de octubre 90 mil personas.