¿Qué análisis hace del respaldo popular obtenido por la presidenta Cristina Fernández el 23 de octubre?

Formé parte de esa gran asamblea que se realizó el 14 de agosto y el 23 de octubre;  digo “asamblea” porque somos 28 millones de argentinos que en un mismo día hacemos lo mismo y definimos lo mismo. En esa asamblea hay opiniones y corrientes diferentes y donde mayoritariamente se han votado los oficialismos en todos lados. Esto demuestra que hay un reconocimiento a lo que se ha hecho, y a la presidenta Fernández también. Pero también hay que pensar que se ha apoyado a Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, a Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires, a Antonio Bonfatti en Santa Fe, a José Manuel De la Sota en Córdoba, entre otros.

Se trata en parte también de un voto que tiene temor al cambio, porque no ha ido para atrás. Hay  en esas dos instancias una lección que consiste en que la gente a nivel nacional no acepta cualquier cosa y que existe un voto castigo de los ciudadanos hacia aquellos que se juntan y se alían con el único interés de ganar un voto. Hacia aquellos que hacen alianzas aunque piensen completamente distinto sobre puntos clave, y que de hecho vienen de historias muy distintas. Me refiero a Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez y Ricardo Alfonsín.

En cambio sí se alentó a una experiencia como la nuestra, porque el 14 de agosto – fecha en que se realizaron las elecciones primarias - parecía que el FAP solo iba a  tener 2 diputados y finalmente conseguimos 5 bancas. Esto demuestra que se alienta la necesidad de elevar el debate político, la posibilidad de debatir qué tipo de cambio se requiere.

Estamos en un momento muy interesante en Latinoamérica para dar una discusión política profunda frente a la crisis mundial que se presenta. La crisis la van a pagar los que  siempre pagamos las crisis o vamos a ser capaces de terminar con ella, sacudiéndonos a sus responsables, que son quienes se llevan las riquezas de nuestras naciones y nos dejan el hambre, la pobreza y la marginalidad. Ahí está la discusión que se evidencia tras los comicios.

¿En qué temas va a concentrar su cargo legislativo después del 10 de diciembre?

Yo acá recalco siempre que mi compromiso claro y concreto fue, es y seguirá siendo  con todos los compañeros de lucha. Se están cumpliendo 10 años del FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza), y esa es la clave: terminar con la pobreza en un país que está hecho de pan;  lograr que los jubilados cobren el 82 por ciento móvil; resolver el problema de los jóvenes que hoy están siendo castigados con el paco, con el gatillo fácil, con las perspectivas de precariedad laboral, con la falta de futuro. Creo que los 6 millones de pibes que no terminan el primario y los 8 millones y medio que tampoco concretan el secundario significan un cachetazo a ese futuro que queremos construir. Entonces ahí está la clave, en profundizar el trabajo sobre el modelo productivo y en la recuperación de la renta minera, de la renta ictícola,  de la renta sojera, de la renta petrolera y de la renta financiera,  donde drenan las grandes riquezas del país.

¿Cuáles son las expectativas de crecimiento del FAP como segunda fuerza en la escena política del país?

A nosotros nos gusta decir que estamos construyendo fuerza organizada para resolver los problemas de la gente. Vamos hacia el gobierno de los argentinos, a nosotros nos gusta decir que los argentinos gobernamos democráticamente con la participación de todos de manera federal, plural y amplia, y vamos hacia ese proyecto de nación.

 Con esa intención tenemos que consolidar el FAP como experiencia. A partir de ahora debemos fortalecer las experiencias de cada uno de los que integran este espacio. El FAP  reconoce a Binner y a los socialistas como uno de los partidos fundantes, al GEN que recupera lo mejor del radicalismo con Margarita Stolbizer, a Libres del Sur con Vicky Donda, yo que presido Unidad Popular anclada en los movimientos sociales y en la cultura peronista.

Estamos construyendo una nueva etapa del movimiento nacional y esta nueva etapa tiene como destino gobernar. Por eso estamos ante un desafío hermoso, es un privilegio y se traduce en elevar el debate político. No pasa por ser oficialismo ni oposición, lo importante es el tema a discutir. Hay que debatir sin prejuicios, sin encasillamientos.