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El discurso que la escritora leyó el día que le entregaron el Honoris Causa, en la UNCUYO, es una forma de acercarse a sus ideas y a sus luchas, de descubrir esos mundos reales y fantásticos que construyó con palabras.
La escritora recibió en mayo de 2016 el Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo. Foto: Prensa UNCUYO.
Cuando una escritora muere –mucho más si es de una forma inesperada–, los que no tuvieron la oportunidad de escucharla o de leerla suelen buscar su nombre en la computadora, o corren a la biblioteca o a la librería para descubrirla, para tratar de entender cuál es la razón por la que tantos ensalzan sus obras y su don de gentes. Quienes no descubrieron a Liliana Bodoc pueden asomarse a esta mujer y a sus mundos reales y fantásticos a través de su propia voz en el discurso que leyó el día que las autoridades de la Universidad Nacional de Cuyo le entregaron el Honoris Causa.
Ahí está todo: su certeza de que la palabra es una fuerza transformadora, una fuerza que se nutre en el barrio y no en la academia; la necesidad de respetar la voz de los niños, de construir con ellos; su concepto del arte como forma de revolución y –sobre todo– el convencimiento de que la educación pública es un derecho, un puente, la gran herramienta para andar un camino de desigualdades.
En ese discurso, al que tituló “La palabra y la construcción del honor”, Liliana Bodoc –o Liliana Chiavetta, tal su nombre verdadero– desplegó en forma magistral su don: el de escribir, el de combinar palabras y silencios, pero, sobre todo, el de expresar sin vueltas que no cree en el arte desarraigado, solitario, excéntrico, sino en el arte como una forma constitutiva de la cultura, que contribuye a darle a la sociedad donde se produce una dirección sensible y una razón de ser.
En ese discurso están sus palabras, sus ideas, sus mundos mágicos, pero también su risa eterna, sus ojos chiquitos, sus manos, que siempre la acompañaron en el arte de explicar, de enseñar, de expresar.
Ese día, la autora de "La saga de los Confines" (que murió el 6 de febrero de un ataque al corazón, pocas horas después de llegar de Feria del Libro de La Habana) dijo que todos los que son mediadores entre la literatura y los niños deben pensar nuevas estrategias, desandar el autoritarismo, respetar la voz que el niño trae de su casa, de su barrio, de su madre, enseñarle a que la ame, hacerla lucir. Ella lo dijo con maestría: “Es celebrando ese puñadito de conceptos que trae en el fondo el bolsillo como podemos otorgarle voz y que su voz sea un camino”.
Falleció Liliana Bodoc
La reconocida escritora de 59 años murió en Mendoza esta madrugada. El 18 de mayo del 2016 recibió el Doctorado Honoris Causa de la UNCuyo. También ejerció la docencia como profesora de Literatura de los colegios de la Universidad y dictó ...
El miércoles 18 de mayo de 2016, en la Facultad de Filosofía y Letras por la que ella transitó, Bodoc dejó en claro que la palabra literaria es más potente cuando está inmersa en la matriz simbólica; que las palabras, el silencio y los símbolos no son una construcción ilustrada, sino que es una cultura la que bombea ese caudal. Y otra vez lo dijo con maestría: “No usemos la providencial agua de la poesía para regar la maceta privilegiada del balcón señorial, sino para regar los sencillos y sedientos campos del Señor y del ser humano".
Ese día, la creadora de mundos fantásticos, la que soñó y escribió la épica de los que sufren, de los olvidados, de los oscuros de este continente, habló sobre los peligros de una palabra que nos ronda: la meritocracia. Entonces sólo hizo preguntas, preguntas que resonaron en esa aula C-8 de Filosofía y Letras.
“¿Quién no merece recibir palabras? ¿Quién no merece agua pura? ¿Cuáles son los requisitos para merecer educación? La educación no se imparte, se devuelve. La educación no es un acto de generosidad sino de justicia. Nos educó la especie humana, su sangre está en nuestros libros, su sudor impregna nuestras sutilezas, su trabajo sostiene las más elaboradas teorías. Qué poco y nada deben saber aquellos que proclaman sus méritos y enumeran sus virtudes para acceder a la dignidad. Nadie les contó que sin la prodigiosa tarea de todos y del tiempo, que sin la existencia de cada ser sobre este mundo no serían posibles ni sus credenciales, ni sus diplomas, ni sus impuestos al día ni sus empresas. Dicen que tenemos muchos y buenos jugadores de fútbol porque los pibes tienen potreros; si se me permite la extrapolación, también tenemos muchos y grandes escritores porque tenemos educación pública”, fueron sus palabras.
Ese día, Bodoc dejó para el final los agradecimientos: a las autoridades, a sus profesores y a su familia, y dedicó uno especial a quien, aseguró, se quedó en su alma, a quien contó que quizás nunca le escribirá. Fue a él a quien dedicó el reconocimiento que, según Bodoc, fue y será el más importante que recibió. Ese agradecimiento, que escribió con una belleza tan sencilla, también es una forma de conocer sus mundos, de descubrirla.
“Con mi mayor amor y respeto lo dedico a la memoria de Aylan Kurdi, el niño sirio de 3 años que murió en la playa escapando de la inhumanidad. Lo hago porque en él están todos los niños, lo tengo presente cuando escribo y debe estar presente en nuestras aulas hasta que la poesía lo regrese, hasta que alguien diga: 'Aylan Kurdi' y una voz responda: 'Presente, maestra'”.
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