Veinticinco
Yo quería
hablar en esta página de los estudiantes de Chile, de sus planteos, de
sus pedidos, de sus súplicas, de sus protestas, de su futuro, de sus
días de amor y de furia.
De las huelgas de hambre.
De las marchas por las calles de Santiago.
Del hartazgo de los que ya nada tienen que perder porque ya perdieron todo.
Pero en el medio se me cruzó una receta de cocina.
Pastas
frescas, secas, rellenas, amasadas, solas, con aceite de oliva, con
hierbas, salsas, estofados, con queso, con vino, con amigos, con pasión…
Italianas como una abuela mía.
¿Alguien conoce a una persona que no le guste ninguna pasta?
Y
se me aparece la imagen de cientos y cientos de personas en calles
extrañas, hablando un idioma que no entiendo, con armas, a los gritos,
entre humo y ruidos fuertes de tiros y explosiones, de cosas que se
rompen, de objetos que se caen.
Libia llora su propia historia y nuestra historia.
Libia, espacio lejano, al que nada ni nadie hacía referencia hasta hace poco.
Libia, cuyos habitantes y gobernantes no significaban nada para nosotros, ahora ocupan casi todo nuestro espacio.
Y
en el medio palabras comunes ante una desgracia violenta: régimen,
dictadura, Pentágono, petróleo, democracia, libertad, insurgentes,
opositores, combates, bombardeos, leales, tropas, intervención,
intereses, daños, civiles, inocentes, heridos, muertos…
Por otro costado, también se me apareció una canción.
Tango o bolero o flamenco.
Con el piano de Bebo y la voz del Cigala, con la guitarra de Gabriel Nazar y el ritmo de la percusión de Luca Scafati.
No
sé qué música es… una canción que se me olvida, que se me escapa… que
no me acuerdo, que no puedo encontrar… una canción única.
¿Así somos?
¿Así seremos?
Un poco protesta estudiantil,
un poco pasta,
un poco violencia extraña,
algún otro poco de música que acompaña todo…
No sé.
Las imágenes me asombran,
los sonidos me distraen,
los sabores me llenan,
los dolores me matan…
Busco palabras para hablar de los estudiantes y me acuerdo: “Me gustan los estudiantes…”
Busco palabras que calmen dolores propios y extraños… y curen mis heridas,
y
me acuerdo de Mirta Defilpo, una de las primeras mujeres del rock
nacional, poeta íntegra que hace poco nos abandonó: “Nadie se vuelve
libre con sangre ajena”, decía hace decenas de años.
Y busco historias compartidas con esos seres ajenos,
esas personas extrañas que son los del norte de África para nosotros…
y pienso que los libios solo tienen la italianidad como punto en común con nosotros,
tan lejanos y argentinos.
Y estudiantes de todas las edades en las calles, y ríos de gentes que acompañan.
Y de a poco la página se llena de palabras,
mis oídos de música,
mi paladar de sabores y
mis ojos de impactantes imágenes…
…Mi cabeza llena de interrogantes.
Veinticinco.