Último programa de "Apuntes": recorrido por sus tres años
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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Las características más sobresalientes fueron las coreografías, la música en vivo, la escenografía compuesta por las fiables y conocidas cajas lumínicas, visuales y luces que hicieron de este Acto Central un espectáculo que, en líneas generales, fue agradable.
Foto: Victoria Gaitán.
Priscila Jardel Castello / Unidiversidad
Publicado el 04 DE MARZO DE 2018
El guión de esta Vendimia de Constelación del vino planteó la idea de mostrar las cosmovisiones originarias, en las que el hombre es parte de la naturaleza, como misterio que nos precede, y el vino como protagonista que guarda ese secreto de la conformación de nuestra identidad. En los primeros actos, de un total de doce, la línea argumental fue tomando fuerza. Se narró desde los coros, que tomaron el papel de relatar y formar parte de la mixtura entre actuación y baile, que fluyó sin reparos e hizo que todo adquiriera coherencia.
Aparecieron hombres y mujeres de barro acompañados de la voz de Sandra Amaya, para reforzar la idea del pueblo Huarpe como nuestros ancestros y dueños de la tierra, el agua y el desierto. El vínculo entre la naturaleza y el hombre lo hizo el agua al dar vida a los elementos que componen la constelación. Tanto la música, sonando en vivo en todo momento, como la iluminación y la escenografía acompañaron de forma impecable este gran comienzo. Luego llegó el turno de los pueblos andinos como cierre de la presentación.
El acto que se llevó todas las flores fue el de la colonización y consiguiente fundación de Mendoza como tal porque tomó un giro inesperado, ya que tanto el autor, Arístides Vargas, como los directores generales, Vilma Rúpolo y Guillermo Troncoso, decidieron darle una irrupción y tomarse esta parte de nuestra historia con humor, con el despliegue de una escena de teatro barroco apoyada sobre todo en lo actoral y en el audiovisual. La pantalla interactuó con lo que sucedía en el escenario y enriqueció el acto. Entre pantomima, cánticos y bromas se contó grosso modo la doble fundación de nuestra ciudad y la “lucha” entre Juan Jufré y Pedro del Castillo, con escenografía movible que reforzó la idea de que era una representación, para dejar de lado susceptibilidades.
La fiesta siguió bien arriba con cuecas y gatos acompañados de bailes asombrosamente coordinados, con músicos e intérpretes que siguen sorprendiendo por su profesionalismo y goce. Las canciones tuvieron como protagonistas a los tomeros y las acequias. El agua era uno de los elementos que iban conectando la sucesión de los actos.
Llegó el turno de mirar al cielo, el turno de la fe, representado por juego de luces que acompañaron un vestuario deslumbrante. Una vez más, el punto obligado de la noche: se representó a la Virgen de la Carrodilla en las pantallas sólo durante unos minutos. Este momento, repetido una y mil veces en las sucesivas fiestas es uno de los que más emoción causan en el público.
Llegó la hora de los inmigrantes con sus típicas danzas y folklore. Italianos, españoles, franceses y criollos fueron los protagonistas: surgieron el tango, la milonga, el conventillo, aparecieron las bodegas, elementos como la tierra y el adobe mantenían la coherencia del relato, como materia prima generadora de lo que devendría en vino.
La fiesta hizo un vuelco hacia lo industrial con tintes más fríos, de máquinas y engranajes; sonó el Bolero de Ravel intervenido con sonidos electrónicos, a cargo de una guitarra eléctrica y bombos que sonaban a malambo. Todo se tiñó de rojo para marcar la fuerza de esta industria.
Lo que siguió hizo perder el hilo argumental de lo que venía dándose en el relato. Aparecieron unas marionetas gigantes que representaban la fauna del país; tomando actitudes humanas, dialogaban entre ellas, y festejaban con el vino a modo de farra cuyana. Este acto dio la sensación de estar forzado, casi como obligatorio e innecesario.
Llegaron los festejos con el vino nuevo: la Skandalosa subió el ritmo con la voz del Gran Cebo. Parkour y acrobacias acompañaron con algarabía.
Otra vez, y casi en total desconexión, se utilizó la figura del General San Martín cruzando la cordillera, para dar cuenta de que Mendoza es un pueblo con ideales libertarios. El malambo, el tango y demás fueron los que realmente sostuvieron estos últimos actos, gracias a las coreografías, la música, las visuales siempre acertadas en el tempo y los colores, el movimiento y la calidad de las pantallas y la técnica.
Iba cerrando la noche con la Gesta Libertadora y se volvió a América Latina y sus pueblos originarios, para retomar la idea perdida de constelación, de pensarse unidos y trabajando juntos. Ahora sonaban ritmos brasileños y caribeños, y se desplegaron vestuarios y bailes de esas regiones.
La velada llegó a su fin con la esperanza hecha Argentina: sonó "Adiós, Nonino", y el malambo dio el punto final a la noche con artistas de punta en blanco y varias columnas ingresando por las gradas hasta el escenario.
En esta fiesta de la “constelación del vino” se notó el esfuerzo y compromiso de quienes la han llevado a cabo, desde lo artístico, la técnica, la utilería y demás, pero desde lo argumental nos dejó una constelación a medio entender, donde algunas estrellas no alcanzaron a lucirse para poder completar la forma y expresarse en su totalidad.
Autor: Arístides Vargas
Directores generales: Vilma Rúpolo y Guillermo Troncoso
Producción artística: Ester Liliana Bermúdez y Demián Parmeggiani
Asistente de producción: Laura Rodríguez
Dirección coreográfica: Franco Agüero; Marcela Nadal y Virginia Paes
Dirección actoral: Victor Arrojo
Diseño escenográfico: Luis Antonio Gattás
Diseño cajas lumínicas: Eduardo Alberto González
Jefe Técnico: Alejandro Aruj
Asesor Técnico: Ing. Luis Barrera
Jefe de Traspuntes: Mirta Rodríguez
Producción ejecutiva: Patricia Baldin
Dirección musical: Juan Emilio Cucchiarelli y Joaquín Guevara
Diseño de sonido: José Segovia
Diseño de luces: Santiago Ariel Chaab
Efectos especiales: Adrián Bustos
Vestuario y maquillaje: Marcelo Mengarelli
Asistente de vestuario: Analía Vanesa Quiroga
Utilería mayor: Bruno Cazzola
Asistente utilería mayor: Emilia Cazzola
Utilería menor: Damián Belot
Responsable video y filmación: Cecilia Agüero
Asistente de video y filmación: Javier Vrana
Coreógrafos folklore: Germán Ariel Aciar y Hector Daniel Gomina
Coreógrafo contemporáneo: Priscila Resca
Jefe traspuntes utilería: Gabriela Bizón
Voces: Patricia Cangemi, Sandra Amaya, Javier Montalto, Seba Garay, Nahuel Jofré, Lisandro Bertin y Gabriela Fernández
vendimia, constelación del vino, 2018,
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