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19 DE DICIEMBRE DE 2023
Eliana Gelves estuvo en el refugio Sobran Motivos.
La violencia de género se manifiesta de diversas maneras. Entre las más graves están los golpes y los femicidios. Imagen ilustrativa publicada por Diario UNO Santa Fe.
Milagros Martín Varela
Publicado el 19 DE OCTUBRE DE 2018
Eliana Gelves tiene 40 años. Tiene dos hijos mayores de edad y dos hijas menores de 10 años con las que vive en una casa que, según cuenta, tiene varias carencias edilicias, pero le da la tranquilidad que necesita. Realiza un taller de serigrafía y trabaja cuidando a personas. Antes de esto, su vida fue –tal y como ella lo califica– “un calvario”.
Durante 18 años, Eliana vivió con el padre de sus cuatro hijos e hijas. Las agresiones comenzaron desde el primer momento: al principio, el maltrato era verbal, luego la empezó aislar de todo su entorno; posteriormente, vinieron la violencia económica, los golpes y el punto cúlmine para ella: el día en el que su agresor le pegó a uno de sus hijos.
“Para él, todo mi entorno eran ‘los malos’, los que pensaban mal de él, porque decía que él era el único que me quería”, contó a Unidiversidad Eliana. “Eso es lo que me hace abrir los ojos a mí. Porque siempre está la manipulación del violento, de que vos hiciste algo para que él te golpee. Quizás no me daba cuenta y transcurrieron muchos años en los que tuve intentos fallidos de separarme y no tener los medios económicos ni el apoyo de todo mi entorno, mi familia, mis amigos, porque siempre lo elegí a él, porque siempre volvía con él, pero me sentía muy sola”, relató.
Hasta que un día, luego de ese golpe a su hijo y con la excusa de que iba a buscar a sus hijas a la escuela, se fue con sus cuatro niños y niñas. No quería volver, pero no tenía a dónde ir. “Así que me contacté con la gente del municipio de Godoy Cruz, con el Área de la Mujer, y es ahí donde una asistente social me comentó de la Fundación Sobran Motivos”, comentó Eliana.
La mujer explicó que en los refugios sólo reciben a niños y niñas menores de edad, por lo que sólo pudo quedarse con sus dos hijas, mientras que sus dos hijos debieron “arreglárselas por su cuenta”, comentó, resaltando que esa fue una de las decisiones más difíciles de la situación. “Con lo puesto nos fuimos a la Fundación. Ahí estuve viviendo un mes y recibí el apoyo psicológico, económico, la contención en todos los aspectos. Y ahí establecimos el vínculo con la Fundación que hasta el día de hoy sigue, porque siempre hay una conexión, un llamado para ver cómo estoy, qué necesito, la posibilidad de acercarme al centro de día”, contó Eliana.
“Yo siempre pedí, más que nada, más que el sustento económico, apoyo psicológico para reforzar la decisión de separarme. Durante mucho tiempo tuve idas y vueltas que sucedían por la carencia afectiva, porque caía en la manipulación del arrepentimiento de él, del agresor, y por la necesidad económica”, agregó.
Eliana dijo que en la Fundación Sobran Motivos le dieron todas las herramientas para trabajar. Actualmente, colabora con un taller de serigrafía que realizan con otras mujeres del refugio y con el cual pronto comenzarán a vender, a modo de emprendimiento, remeras con frases feministas y de apoyo hacia las mujeres. Además, desde la Fundación contactaron a Eliana con la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la UNCUYO y allí realizó una capacitación para cuidado de personas, de lo que trabaja hoy en día.
Eliana vive en una vivienda cedida que, comentó, tiene bastantes carencias edilicias. “No tengo las comodidades que quisiera, pero se compensa con la tranquilidad con la que vivo”, aseguró. “Estoy resguardada de esta persona (el agresor), porque también estoy rodeada de mi familia, los tengo cerquita. También hay toda una estrategia de protección porque la verdad es que lo que me pasó fue bastante delicado, tuve riesgo de vida, por eso caí en la fundación en julio de 2017”, agregó.
Acerca de cómo siguió la vida del agresor, Eliana comentó que ella no lo denunció, sino que –antes de que ella se fuera– la policía lo vio golpeándola. Lo condenaron a siete meses, que pasó en la prisión, y lo primero que hizo al salir fue ir a buscar a Eliana, que estaba en la casa en donde vivían juntos, ya que tenía la asignación de la vivienda conyugal. La mujer tuvo que huir de nuevo y hacer una denuncia que quedó en la nada.
“Al día de hoy estoy armando estrategias para no cruzármelo porque sigue rondando, pero trato de resguardarme en todo sentido y buscando estrategias de protección, cambiar hábitos, movimientos”, explicó ella. El hombre tiene una prohibición de acercamiento con ella y con sus hijas, mientras que los hijos más grandes, por decisión propia, no tienen contacto con él. “Pero lamentablemente es una persona muy enferma, que tiene un problema de adicción de drogas, y la verdad es que no le interesa caer preso. Para él sería un favor porque no trabaja y en una cárcel tiene comida, techo, no tiene preocupaciones. Para él, lo mejor que le puede pasar es estar preso, sinceramente. Además, tiene el apoyo de su familia, que lo apaña en esa conducta. Es una situación muy compleja”, cerró Eliana.
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