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Las trabajadoras sexuales organizadas relevaron las condiciones en que el sistema público sanitario cuida la salud de este colectivo. La guía interpela directamente a los y las profesionales por una atención respetuosa, inclusiva y comprensiva de sus necesidades.
Fátima Olivares, delegada en Mendoza de AMMAR. Foto: Axel Lloret
La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) presentó la guía “Estudio sobre estigma y discriminación en los servicios de salud a las mujeres trabajadoras sexuales en América Latina y el Caribe”, proyecto regional del Fondo Mundial liderado por la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (REDTRASEX), en la que Ammar participa desde 1997 y cuya Secretaria Ejecutiva es la dirigente local Elena Reynaga. La guía es un trabajo de campo realizado en junio de 2013 sobre un conjunto de trabajadoras sexuales, focalizado en la calidad de atención y la existencia o no de discriminación en los servicios de salud hacia este sector de la población en Argentina.
Durante la presentación en Mendoza, la delegada regional, Fátima Olivares, leyó un documento en el que explicaba por qué esta guía apela directamente a quienes trabajan en la salud pública: “Son nuestros compañeros, aquellos con quienes compartimos el camino, aquellos en quienes podemos confiar y que confían en nosotros. Para nosotros, quienes integran el equipo de salud de todos y cada uno de los países de América Latina son nuestros compañeros y compañeras, nuestros amigos y amigas, aquellos que pueden ayudarnos a estar cada día mejor”.
Acerca del trabajo de Ammar en la prevención del VIH/Sida, Olivares expresó: “Llevamos 30 años de la epidemia de VIH, y 15 años organizadas como trabajadoras sexuales. (…) Con mucho trabajo, en las esquinas, en los locales donde están nuestras compañeras, en la ruta, logramos bajar la prevalencia de VIH entre trabajadoras. Lo hicimos con prevención entre pares, con incidencia política, codo a codo con algunos médicos y médicas comprometidos con la sanidad de las trabajadoras sexuales. También son muchas las oportunidades que estamos perdiendo. Hace una década, la prevalencia del VIH está estancada en las trabajadoras sexuales: no sube pero tampoco se reduce. Esto tiene que ver con la discriminación, el estigma y la censura moral con las cuales todavía somos vistas las trabajadoras sexuales en la sociedad en general, incluido el servicio de salud”.
Esa discriminación es la razón por la cual la guía fue pensada para profesionales de la salud pública. “Sabemos que la única manera de mejorar la situación de las compañeras en el acceso a una atención integral de la salud es caminando juntos: el trabajador de la salud y las trabajadoras sexuales. Ustedes, con el conocimiento de la ciencia de la medicina, que les permite salvar vidas; nosotras, con nuestra experiencia de vida y de necesitar atendernos en los hospitales y centros de salud. Somos trabajadoras del sexo. Es nuestro trabajo y lo reivindicamos con orgullo porque nos ha permitido vivir dignamente, a nosotras y a nuestras familias. Les proponemos que se adentren en los capítulos de esta guía y nos conozcan, que se calcen nuestros tacones. Una compañera decía: ‘¡Qué distinto sería si por un minuto las trabajadoras de la salud sintieran lo que sentimos cuando llegamos a un hospital y somos cuestionadas!’. Sabemos que los prejuicios no se derriban de la noche a la mañana, por lo que proponemos darnos la oportunidad de que conozcan nuestra realidad, porque juntos tenemos la oportunidad de lograr un cambio histórico, que la prevalencia de VIH entre las trabajadoras sexuales se reduzca aún más, que cada trabajadora sexual pueda confiar en un médico o una médica, y que cada médico y médica pueda atenderla como sabemos que quieren hacerlo, con el compromiso y la humildad de estar en cada consulta, ayudando a generar salud y lo que es, ni más ni menos, salvar vidas”, cerró la delegada.
Algunos de los datos que se desprenden de la guía indican que un tercio de las trabajadoras sexuales en Argentina son inmigrantes; que el diagnóstico tardío y los obstáculos para la adherencia a los tratamientos antirretrovirales son algunas de las causas del amesetamiento de la epidemia; que el 89,4 por ciento se ha hecho la prueba de VIH alguna vez (un porcentaje alto pero, a la vez, el más bajo de la región), y que el 97 por ciento utilizaba preservativos en su trabajo. En lo que hace a la experiencia y percepción de la atención en el sistema público de salud, destacan el hecho de que poco más de la mitad recurre al hospital cuando lo necesita, y que las usuarias habituales se sintieron bien atendidas en general pero no hubo en esas consultas la calidad de escucha atenta que se promueve actualmente en los servicios de salud amigables con los sectores postergados de la población.
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