Una bióloga mendocina, tras la evidencia científica de los beneficios del yoga
Joana Antonela Asensio indagó en bases científicas y encontró 2037 trabajados relacionados con la práctica. Expuso las conclusiones en una charla en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, donde se formó.
Joana Antonela Asensio, doctora en Biología, volvió al lugar donde se formó, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Foto: Unidiversidad
Joana Antonela Asensio unió ciencia y yoga. La doctora en Biología comenzó a practicar esta disciplina durante la pandemia: se sintió bien, notó que se le hizo más fácil transitar la etapa en que la casa fue el ámbito de vida y trabajo, y se preguntó qué había de cierto en los supuestos beneficios. Buscó en bases científicas y encontró que, desde 2000, se publicaron 2037 investigaciones que concluían en beneficios relacionados con los sistemas nervioso, cardiovascular, respiratorio y como terapia complementaria para quienes padecen algunas enfermedades.
Las conclusiones de esas investigaciones fueron el centro de la charla “La ciencia detrás del yoga”, que la bióloga e investigadora del Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM-Conicet) brindó en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNCUYO. La invitación, enmarcada en el proyecto para la Promoción de la Salud Mental Comunitaria que impulsa la casa de estudios, fue la excusa perfecta para que la egresada volviera a las aulas donde se formó.
Como en la ciencia, el proyecto incluye teoría y práctica. La charla fue un primer paso, pero la intención es que una vez a la semana, con la guía de la instructora María Eugenia Evans, la comunidad educativa comparta un espacio para la práctica.
Asensio explicó las conclusiones de los trabajos cuyas hipótesis estaban relacionadas con los beneficios de la práctica de yoga. Foto: Unidiversidad
Experimentos y conclusiones
Al inicio de la charla, la investigadora mendocina compartió su propia experiencia con la práctica de yoga. Dijo que fue difícil la etapa de pandemia en la que no podía asistir al laboratorio, que es su ámbito de trabajo, por lo que comenzó a practicar esa disciplina milenaria. Sintió curiosidad –comentó–, puso la palabra "yoga" en las bases científicas y vio que desde 2000 hubo un incremento exponencial de trabajos relacionados con supuestos beneficios de la práctica, especialmente de profesionales o centros de estudio de Oriente y de Estados Unidos.
La bióloga analizó cada una de las investigaciones, las hipótesis, los métodos que utilizaron, casi siempre la comparación entre un grupo que practicaba yoga y otro que no, así como las conclusiones. Para explicarlas, dividió los trabajos en los que se referían al sistema nervioso, cardiovascular, digestivo y osteoarticular.
Asensio comentó primero los resultados relacionados con el sistema nervioso. En este sentido, los trabajos concluyeron que la práctica regular puede ayudar a una persona a superar un trastorno de la depresión, a disminuir la ansiedad, a mejorar la autoestima y diversos trastornos del sueño, tanto en lo referido al tiempo como a la calidad del descanso.
La profesional también explicó los resultados de trabajos que se concretaron con grupos de personas con déficit motor luego de un accidente cerebrovascular (ACV). En este sentido, concluyeron que la práctica regular resultó una herramienta útil, complementaria al resto de los tratamientos, ya que mejoró su equilibrio, su independencia y su autoconfianza, y disminuyó el temor que sentían debido a su inestabilidad física.
En cuanto al sistema cardiovascular, la bióloga comentó que, si bien los resultados están relacionados con el tipo de yoga que practicó el grupo (más suave o más intenso), la conclusión general es que puede ser beneficioso para personas hipertensas, ya que mostró una diferencia sutil en la presión arterial de quienes practicaron la disciplina.
En cuanto al sistema respiratorio, Asensio explicó que los trabajos publicados concluyeron que la práctica regular ejercita el diafragma, disminuye la cantidad de respiraciones por minuto, logra una ventilación más eficiente y favorece el retorno venoso. Otro grupo de investigadores se centró en el sistema osteoarticular. La bióloga comentó que los estudios concluyeron que la práctica regular favorece la flexibilidad y mejora el estiramiento de los isquiotibiales, esenciales como extensores de la cadera y flexores de las rodillas.
Luego de la charla, comenzó la práctica, guiada por la instructora María Eugenia Evans. Foto: Unidiversidad
De moda y cambio de hábitos
Al finalizar la charla, se abrió la posibilidad de las preguntas. ¿Existe alguna diferencia entre los beneficios de esta práctica o de otra?, fue una de las consultas. La investigadora respondió que, si bien no existe evidencia científica en este sentido, desde su punto de vista, la diferencia está en la integralidad del yoga, ya que es una combinación de posturas, ejercicios respiratorios y prácticas de meditación.
Ante otra consulta, Asensio comentó que la mayoría de las investigaciones destaca la necesidad de profundizar los estudios sobre los beneficios de esta práctica, así como de aumentar el grupo de personas evaluadas.
La investigadora también dio su opinión respecto de la posibilidad de que el incremento de las investigaciones está relacionado con una especie de moda de la práctica de yoga. “Puede que en parte sea una moda, si bien el yoga es bastante antiguo. Me parece que la ciencia ha ayudado a que la moda se propague, pero también me parece que tiene que ver con un cambio en la forma de vida de las personas en el que nos estamos planteando si realmente está bueno trabajar doce horas por día, comer arriba de la computadora, no pensar en lo que estoy haciendo. Creo que la gente se está empezando a preguntar eso y buscando los medios para resolverlo”, consideró.
Cuando concluyeron las preguntas, quienes estaban presentes pasaron de la teoría a la práctica con la guía de la instructora María Eugenia Evans. Una posibilidad de comprobar esos beneficios del yoga de los que habla la ciencia.
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