Un puente hacia la integración

Tonolec matiza cantos originarios fusionados con nuevos sonidos musicales que aportan al renacimiento de la comunidad qom. Esta integración contagia hacia afuera el interés general por las raíces y la identidad. Cómo las jóvenes generaciones tobas revalorizan su cultura. 

Un puente hacia la integración

Tonolec lleva diez años trabajando juntos y ya ha editado tres discos: Tonolec (2005), Plegaria del árbol negro (2008) y Folk – Los pasos labrados (2010). Fotos Mariel Caylá

Cultura

Unidiversidad

Penélope Moro

Publicado el 21 DE JUNIO DE 2012

El dúo Tonolec pasó por Mendoza y dejó mucho más que una noche de infinita música, como fue la del sábado 16 de junio. La inmensidad de la voz de Charo Bogarín y la genialidad del músico Diego Pérez, convocaron la cantidad de público suficiente como para que la capacidad del teatro Universidad se colmara doblemente.

La música interpretada y conjugada como arte y rito, se tradujo en un clima de inédita frescura y hondura entre los asistentes a esta propuesta sin precedentes en la provincia. El encantamiento del dúo originario de Chaco y Formosa es sin lugar a dudas el punto perfecto que alcanza la integración entre los dos universos con los que trabaja y que, aparentemente, distan mucho entre sí: la música electrónica y la música nativa en lengua qom. 

A partir de esa mixtura antes inimaginada, Tonolec reinventa canciones antiguas propias de la comunidad toba y lo hace en su lengua originaria. En el mismo legendario lenguaje también reinterpreta otros cantos con aires folclóricos y escribe los propios.  Así lo hizo la noche del sábado por ejemplo con Canción de cuna, Llora tus penas y Zamba para olvidar.

La primera pertenece a la comunidad qom y trasciende generaciones;  la segunda es autoría del dúo y está inspirada en la “fuerza de la mujer que pierde su compañero y no se da por vencida”  - y dedicada especialmente a la mamá de Charo, quien debió afrontar en soledad la crianza de sus hijas luego de que su esposo fuera secuestrado y desaparecido por la última dictadura -; y la tercera, ahora traducida a la lengua toba, escrita por el mítico Daniel Toro.

Todo en Tolonec parece estar atravesado por la fusión. Estos cantos tobas que la voz de Charo hace nacer y renacer llevan en sí mismos los paisajes sonoros que ofrece la música electrónica creada por Diego. El despliegue del dúo en el escenario - que por momentos hace percibir un eminente vuelo de ave tanto por el sonido que crean como por las representaciones que ofrecen desde el escenario – irradia la fundición de ella sobre él, y al revés. 

La charla que los músicos mantuvieron horas antes del espectáculo con Edición Cuyo dejó en manifiesto esa conjunción artística y humana, la que subyace a la integración de géneros. Sin invadir los espacios de cada uno ni redundar sobre sus respuestas, Diego Pérez (DP) y Charo Bogarín (CB) saben qué responder, hasta dónde y cómo.

¿Cómo se consigue esa integración entre dos mundos tan diferentes como es el étnico con la electrónica?

DP: Desde el principio nos planteamos no hacer un remix de un canto aborigen, lo que nos hubiese resultado mucho más fácil y más rápido. Entendimos que para que eso no sucediera era necesario investigar. Compartimos algunos años en una especie de convivencia con la misma comunidad qom. Sólo ese proceso nos llevó a conocer verdaderamente su cultura, a internalizar su música, a embebernos de ese mundo totalmente diferente para poder, recién a partir del cuarto año, empezar a experimentar en esa integración.

Ese proceso más allá de la música nos enseñó un montón de cosas. De hecho sentimos que es un proceso que aún estamos iniciando, que tiene mucho más para darnos y para que nosotros podamos trasmitir.

¿Qué más les dejó esa experiencia con la comunidad toba además de lo musical?

CB: Lo primero que aprendimos de ellos es la armonía con la naturaleza, es que no hay dualidad. No es el hombre por un lado y la naturaleza por el otro: hombre y naturaleza son uno. Esa conjunción presenta la sensibilidad abierta para decodificar las señales que la naturaleza nos va brindando para interpretar el canto de los pájaros y para saber quién está viniendo, para saber que una estación cambia, para interpretar el lenguaje de los ríos y de los árboles. Eso pueden saber los tobas gracias a que son uno con el medio que los circunda.

La otra gran enseñanza es la utilización de los silencios. Un silencio puede más que mil palabras, eso es así para ellos. El silencio es una nota musical y una conducta de vida. Ellos son de no decir mucho, de estar atentos a lo que sucede y no emitir un juicio de valor sino hasta un tiempo bien pasado. Su comportamiento de vida es primero el observar, el estar en silencio. Y nosotros, Tonolec, gruveamos totalmente con el silencio.

¿Cómo ha sido recibida su propuesta hacia el interior de la comunidad qom?

DP: Al ser diferentes a lo que marca el mundo occidental no sienten la obligación de entrada de decir lo que les gusta o no les gusta. Desde el primer momento que fuimos nosotros les contamos cuál era nuestra inquietud  y nos dijeron “ajá”, que significa “vamos a ver si ustedes en el tiempo sostienen esto”.  Y ya hace diez años que venimos trabajando en esto y ellos se dan cuenta que hay un interés genuino. Eso generó un montón de cosas, como poder compartir  con ellos escenarios y música que para nosotros es invaluable.

CB: Nos retribuyen desde lo simbólico. Nos dicen por ejemplo que los jóvenes y los niños de su comunidad no estaban muy interesados u orgullosos de su cultura y que a través  de Tonolec vuelven a escuchar su música y su lenguaje. Nosotros nunca esperamos recibir esto.

¿Cuál es la intención de Tonolec?

CB: Somos un puente, nuestra misión como artistas es que lo que naturalmente se dio en nosotros a través de la música, sea transmitido hacia afuera. A partir del momento en que la gente se va interesando en el canto y en las canciones tobas se enteran de que es una comunidad que está viva haciendo cultura e historia. Eso es lo más hermoso que nos puede pasar a nosotros como artistas.

Techo de paja

  • Techo de paja.

  • So caayolec.