Un pacto para vivir: qué desafíos plantea hablar de la “era de la ebullición”
El cambio climático es parte de la agenda internacional. Sin embargo, no siempre fue así. Hablamos con una especialista en política ambiental internacional para revisar las demandas que hoy genera el calentamiento global y qué opciones ve en un mundo en crisis.
Cómo mitigar el calentamiento global es uno de los grandes desafíos para la humanidad. Foto: Markus Spiske/pexels.com
Hablar de emergencia, de crisis o de cambio climático tiene una dimensión que debería ponernos en alerta desde el momento en que oímos que el planeta está en peligro. Sin embargo, poco se discutía al respecto hace 50 años, mucho menos en la agenda pública internacional. Sí había estudios, sí había trabajo científico divulgado y probado, pero su puesta en debate no llegaba a la mesa donde se toman las decisiones importantes para nuestro futuro. Hoy, hablar de cambio climático es parte de nuestra cotidianidad, pero el sendero para que la comunidad global encuentre una solución es sinuoso y enmarañado.
Hace medio siglo, Naciones Unidas aún buscaba su dinámica en el marco de una década tormentosa, en la que los vaivenes de la Guerra Fría marcaban el ritmo. Sin embargo, llegó 1972 y en Estocolmo, Suecia, se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, luego conocida como la Primera Cumbre de la Tierra. Allí, referentes del mundo firmaron los “principios para la conservación y mejora del medio humano y un plan de acción que contenía recomendaciones para la acción medioambiental internacional”. En este sentido, la ONU entendió que faltaba información, por lo que se dio un paso importante al crear el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). Aun así, la noción de cambio climático y cómo la acción del ser humano sobre el planeta estaba elevando su temperatura no eran foco de atención, aunque sí empezaba a crecer la preocupación medioambiental, en particular por los recursos hídricos, especies en extinción y fuentes de energía renovables.
En este marco, pasaron los años y la mirada global sobre el ecosistema fue tomando potencia. En 1979, la preocupación por la destrucción de la capa de ozono ganó impulso, aunque fue recién en 1985 cuando se firmó el Protocolo de Viena para limitar la producción y el uso de clorofluorocarbonos F-11 y F-12, según indica el portal un.org. Entonces, mientras el calentamiento global pujaba por tener protagonismo en la agenda de acuerdos internacionales, la urgencia fue creciendo y generó, 20 años después, que se realizara la Segunda Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, Brasil.
Para entender cómo el andamiaje de acuerdos internacionales fue tomando cada vez más peso para el futuro global, consultamos a Guillermina Elías, doctora en Relaciones Internacionales (UNRosario), especialista en política ambiental internacional y profesora en la UNCUYO y en las universidades de Congreso y Aconcagua. “Hay una larga línea de conferencias internacionales, siempre en el seno de las Naciones Unidas, donde la más relevante de ese entonces, en la que ya se formalizaron cuestiones como el concepto de desarrollo sustentable o sostenible, si bien en algunas líneas investigativas no son exactamente sinónimos, fue Río de Janeiro, la gran cumbre del medio ambiente, donde quedó también consolidada la Convención Marco de Naciones Unidas de Cambio Climático (CMNUCC)”, cuenta Elías.
Fue la CMNUCC la que abrió el camino a la primera Conferencia de las Partes (COP), que se iba a realizar en Berlín en 1995 y que impondría como misión mancomunada la lucha mundial contra la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
“Este año, la COP 28 se va a llevar a cabo en Dubai, en noviembre. Las COP son, básicamente, negociaciones multilaterales que, si bien son un instrumento de negociación internacional en el marco de la arquitectura climática, presentan cada vez más desafíos, cada vez más exigencias, pero también cada vez más dificultad a la hora de ver cumplidos todos esos compromisos pactados allá por 2015, en París”, detalla la especialista.
Unos años atrás, en 2015, la COP 21 en París fue un hito para dejar en claro un objetivo fundamental: limitar el calentamiento global a 2 °C (posteriormente corregido a 1.5 °C) para 2050 con el fin de mitigar todo lo posible el cambio climático. A ese acuerdo vinculante, que fue pensado para comenzar en 2020, adhirió la Argentina.
En este contexto, Elías nos ayuda a entender cómo el cambio climático fue protagonizando la agenda internacional y cómo, hoy, una de las trabas para avanzar en los acuerdos a los que tanto cuesta llegar es el financiamiento.
“Tiene que ver mucho, por ejemplo, con el contexto de una pandemia global, que trajo aparejada una recesión global. Entonces, nos encontramos, por ejemplo, con regiones geográficas como los países árabes, Medio Oriente, Asia, Latinoamérica y África, que claramente tienen más dificultades a la hora de adquirir ese financiamiento climático para vivir de manera más ‘verde’", sostiene la investigadora.
Fue en 2010, durante la COP16 de Cancún, cuando se selló la creación del Fondo Verde para el Clima. La idea del acuerdo era destinar 100.000 millones de dólares anuales, desde 2020, para mitigar los efectos del calentamiento global. Era, también, una manera de que el norte financiara al sur global, pero no ha sucedido de manera efectiva en los términos en los que se planteaba en un papel firmado y con una “foto de familia” que acaparaba por unos minutos los portales del mundo. El porqué de que no se avance al ritmo esperado no es simple: el mundo se ha ido complejizando y concretar acuerdos globales, incluso cuando las consecuencias del cambio climático son tan palpables, se ha vuelto una tarea muy ardua.
Un mundo peligrosamente burbujeante
Le preguntamos a Elías por la frase “ebullición global”, que pronunció Antonio Guterres, titular de la ONU, en julio pasado, y que detonó interrogantes sobre si traspasamos un punto de no retorno. Para la docente e investigadora, en este tema no hay que perder de vista la gravedad de los fenómenos climáticos que observamos y vivimos a diario. “Estamos viendo extremos climáticos tremendos: las exacerbadas sequías, que nosotros en Mendoza estamos viviendo desde hace más de 10 años con la emergencia hídrica; además, se profundiza el retroceso de los glaciares en todo el mundo, nuestra ‘caja de ahorro’ de agua”, comenta, y agrega: “Tenemos que tener en cuenta que todos estos extremos climáticos cambian la dinámica natural de los ecosistemas, de nosotros mismos y de nuestra casa común, nuestro planeta”.
La especialista en ambiente entiende, desde la mirada de su línea de investigación, que es la acción humana la que ha impactado e impacta en el planeta. “Está claro que estamos en una situación muy especial, que científicos de las Ciencias Exactas dicen que esto no se ha visto en más de un millón de años. Y está supercomprobado que se debe ya a la actividad antrópica, a la actividad humana. No hay dudas sobre esto. ¿Y por qué? Porque en ese millón de años no se han visto récords de concentraciones en gases de efecto invernadero en la atmósfera como ahora. Entonces, salta esta relación directa entre el cambio climático y las emisiones de gases efecto invernadero. Básicamente, lo que empieza a pasar es que el planeta Tierra se encuentra sobrepasado en su capacidad de carga”, sostiene.
Para Guterres, el planeta entró en ebullición, está burbujeando y pareciera que poco podemos hacer. "El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y esto es solo el principio", dice el secretario general de la ONU.
Le preguntamos a Elías qué piensa al respecto, cómo ve este tipo de declaraciones y qué impacto tiene hablar de crisis climática, de ebullición. "Considero que, al fin y al cabo, es una cuestión meramente conceptual. O sea, queda muy claro que hay un problemón, un gran problema global que es ambiental, es de temperatura, es de atmósfera. Sí, pero tiene que ver también con que los seres humanos podamos atender nuestras necesidades. Hablamos de alimentación, de vestimenta, de que podamos tener nuestras necesidades básicas satisfechas. Incluso se convierte en una cuestión de propia supervivencia. Está habiendo mucho problema con el acceso al agua potable y al saneamiento en gran parte del mundo. A ver: hemos sobrepasado los 8000 millones de personas en el mundo y, claramente, todos tenemos necesidades que atender. Entonces, hablar de ‘ebullición’ implica que ya se ha demostrado que hemos tocado fondo, que ‘no da para más’, dicho en términos poco académicos. Resulta urgente el replanteo sobre nuestra vinculación con los ecosistemas, incluso luego de haber atravesado una pandemia global”, dice la especialista.
"Entonces, ¿cómo se combate esa sensación de angustia que queda al pensar que el planeta 'no da para más'?”. Elías cree en la oportunidad que plantean, justamente, las “crisis”.
“El concepto de crisis trae aparejado, para mí, un concepto de oportunidad. Entonces, cuidar nuestro planeta tiene que ver con nuestra supervivencia. Hay que detenerse en el papel de la juventud en esta batalla climática. Sobre todo, se trata de educación, cultura; por ejemplo, en Mendoza, con el tema de la cultura del agua. Creo en esto de que no hay que ver absolutamente todo el vaso vacío, sino la parte del vaso lleno que puede ser una oportunidad para tomar y crear conciencia. Movimientos como los que lidera Greta Thunberg influyen en las infancias y las juventudes. Cerrar la canilla cuando me lavo los dientes es parte de pequeñas grandes acciones”, describe, y puntualiza en una clave: el concepto de “gobernanza” y cómo aceitar los procesos institucionales a distintos niveles (local, regional, nacional, internacional) y la participación de todos los actores en los procesos de toma de decisiones para hacer frente a los desafíos globales que nos presenta esta dura actualidad.
Entonces, si bien las COP han planteado una serie de dificultades para generar decisiones vinculantes de peso, no dejan de ser el camino que han sabido pavimentar las naciones, con todas sus contradicciones.
Dos conceptos con poca prensa
Como investigadora especializada en Relaciones Internacionales, Elías pone el ojo continuamente en los grandes eventos que no siempre entran en la agenda diaria de los medios. Uno de ellos es cómo los conflictos bélicos de grandes dimensiones impactan hoy en el ecosistema. Por dar un ejemplo conocido, en junio pasado, en el marco de la guerra entre Ucrania y Rusia, se destruyó la represa de la central hidroeléctrica de Kajovka. Hubo acusaciones cruzadas sobre la autoría de este hecho que generó gravísimas inundaciones, un daño medioambiental irreparable y la migración obligada de miles de personas en territorio ocupado por Rusia.
“Las consecuencias de los conflictos armados se han empezado a exacerbar. Finalizada la pandemia, tenemos esto: la aparición de Putin en Ucrania, las nuevas llegadas de talibanes en Afganistán, ahora en Níger, en Sudán. Desde las Relaciones Internacionales, tenemos la obligación de verlos todos hilvanados y relacionados, no podemos ver esto de cambio climático y nada más”.
Además, para Elías, “hay otro fenómeno que se está dando y que tiene que ver con los llamados refugiados ambientales”.
“Es un nuevo concepto. También se les dice 'refugiados climáticos o ecológicos' y tienen que ver justamente con esos procesos migratorios que se dan de gente que, básicamente, no puede vivir más en sus territorios, sea por aumentos en el nivel del mar o por procesos de sequía y desertificación tan grandes que no pueden ni siquiera practicar una agricultura de subsistencia. Por ejemplo, esto pasa en la zona del Sahel, de África subsahariana o en pequeños estados insulares del Pacífico, que se suman a toda la pobreza que hay, más los conflictos armados”, explica. En este contexto, la investigadora remarca que, a pesar de que es un fenómeno con varios años, “en el marco del Derecho Ambiental Internacional y, específicamente, en el humanitario, todavía no está reglado, no está ni siquiera codificado”.
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