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12 DE DICIEMBRE DE 2024
Tanto el oficialismo como el macrismo se sienten cómodos en un esquema de polarización entre dos modelos que se presentan como antagónicos.
Foto: gentileza revistaque.com
Enrique Zuleta Puceiro para El Estadista
Publicado el 07 DE JULIO DE 2015
Si definimos a las expectativas sociales como las imágenes del futuro que, en un tiempo y un espacio determinados, condicionan, entusiasman, agitan, preocupan y empeñan a una sociedad, habrá que convenir que Argentina ha entrado, de modo abrupto, en un nuevo ciclo de expectativas.
Algo de este reflejan las recientes encuestas nacionales tanto de la evaluación de desempeño como de apoyos a la gestión presidencial. A partir del mes de enero, la suma de juicios positivos o muy positivos acerca de la gestión gubernamental había venido subiendo, desde el 19,1% inicial a finales de enero hasta un pico del 37% a finales de mayo. Desde entonces, el conflicto de las interpretaciones generó turbulencias en el funcionamiento de este indicador crítico, hasta llegar en estos días al 34,5%. Paralelamente, la curva de rechazos que había descendido de 53,7% en enero a un 32,7%, volvió a elevarse tres puntos hasta llegar al 34,4% actual. Parejo fue el comportamiento de otro de los indicadores decisivos como es el de aceptación o rechazo. Entre enero y junio, los rechazos bajaron 10 puntos – de 69,9% al 58,2%-. El rebote de estos días volvió a elevar el índice de rechazos de la gestión Kirchner al 62,2%, una proporción cercana a la media de los ocho años de Cristina Kirchner.
Las oscilaciones son más que explicables. El punto clave fue, sin duda, la para muchos sorpresiva designación de Carlos Zannini como vicepresidente de Daniel Scioli. Los sondeos de los últimos días, posteriores a la nominación de Zannini, indican que Scioli ha elevado su intención de voto nacional al 35,5% –un crecimiento de 3 puntos en las últimas semanas-. Mauricio Macri sólo creció del 29,9% al 30,6%, lo cual vuelve a reflejar el estancamiento que lo afecta desde el pico favorable que en enero, en ocasión de la muerte de Nisman, lo proyectó con el 31,3% a la cabeza de las encuestas. Desde entonces, ha dejado de crecer, en tanto que Scioli ha ganado más de diez puntos. Massa conserva a estas alturas 12,5% de la intención de voto nacional, lo cual le permite seguir cumpliendo su objetivo básico en la contienda, que es el de garantizar la posibilidad de balotaje, instrumento central en la estrategia opositora.
La candidatura de Zannini viene a fortalecer la oferta electoral del FpV en muchos otros sentidos. En primer lugar garantiza la continuidad del clima de estabilidad en las expectativas económicas. El Gobierno ha dejado de jugar a la defensiva y juega a ganar y la eventual presencia de Zannini en la cúpula del próximo Gobierno desmiente cualquier argumento en el sentido de que la gestión económica actual construye un escenario de catástrofe para el próximo presidente. Zannini y otras figuras clave de la joven guardia ultrakirchnerista garantizan que hoy se gobierna para seguir gobernando. Es decir, que una serie de políticas afectadas desde hace meses por el síndrome del “pato rengo” pasan desde ahora a contar con una perspectiva hacia adelante desde muchos puntos de vista imprescindible. La oferta de oficialismo gana así en densidad y sobre todo en perspectivas de gobernabilidad, un dato central para las expectativas de voto.
El final abrupto de la competencia interna es otro dato a considerar. En las últimas semanas, la cómoda ventaja de Scioli sobre Randazzo precipitó una adaptación del Gobierno a la realidad. Una victoria de Scioli en las PASO hubiera castigado fuertemente al Gobierno, con daños colaterales importantes. A partir de su acuerdo con el kirchnerismo, Scioli pasa a contar con la adhesión de un sector que podría cuantificarse entre el 10% y 12% a nivel nacional que jamás lo hubiera acompañado en el caso de haber existido una derrota del ultrakirchnerismo en las PASO.
Los pronósticos de voto por partidos sitúan, hoy por hoy, la distancia a favor del FpV sobre el PRO en 40% a 30% –diez puntos de diferencia– que acercan al FpV a la posibilidad de una victoria en primera vuelta, alternativa que sólo se concretaría de perder Sergio Massa el 10% actual. El 36% actual de Scioli en el voto por candidatos sugiere, una vez proyectados los indecisos, un porcentaje muy similar de ventaja, sugestivamente cercano al 45%.
El primer turno mostrará una elección polarizada, con ventajas para el FpV como fuerza política más votada y, por lo que se advierte al día de hoy, con Scioli como el candidato más votado. Resta, sin embargo, todavía un mes de campaña y las dificultades de Scioli para convocar independientes es posible que permitan a Macri crecer y mejorar su desempeño actual. Sobre todo si logra retomar el ritmo perdido en Santa Fe, repitiendo elecciones como la de Mendoza, hasta llegar a una elección exitosa en las cada vez más problemáticas elecciones de la Ciudad de Buenos Aires.
Todo apunta a una polarización en términos casi ideales para el Gobierno. Un Macri “en estado puro” es casi el adversario ideal con que soñó siempre el kirchnerismo, convencido de que las ventajas de una confrontación de “modelos”. Sobre todo esto, por el momento, solo cabe conjeturar, que la campaña que se abre a partir de hoy tendrá rasgos propios, muy diferentes a los que han caracterizado a la competencia electoral en los últimos meses.
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