Un intensivista dice que no son héroes sino que los convirtieron en cómplices
Ignacio Santolaya explicó que la pandemia dejó expuestos problemas crónicos del sistema y la incoherencia de las decisiones oficiales. Cuenta cómo enfrentan la segunda ola y cuáles son sus salvavidas ante el estrés y el dolor.
El profesional dice que el equipo de trabajo es clave para enfrentar los momentos difíciles que viven a diario. Foto: Ilustrativa/Juan Ignacio Roncoroni/EFE
El intensivista Ignacio Santolaya (37) dice que los y las profesionales de la salud no son héroes, que esa visión es poco realista, que oculta verdades que es necesario contar. Y las cuenta: que la pandemia expuso los problemas crónicos del sistema, como la precarización laboral, la falta histórica de personal idóneo para terapia intensiva, la imposibilidad de entender como un todo al sector público y privado y de unificarlos bajo una misma directriz. También –cuenta– sacó a la luz la incoherencia de las decisiones oficiales, la gestión ineficiente de recursos, las soluciones a las apuradas, como la compra de camas y respiradores sin contar con recurso humano. Por todo eso, dice que no son héroes sino que más bien los convierten en cómplices de esos problemas crónicos que no resolvieron –ni este gobierno ni los anteriores–, porque son ellos y ellas quienes intentar dar respuestas; las que pueden, no las que quieren.
Santolaya acepta participar en la entrevista con Unidiversidad con una condición: que no sea una especie de homenaje, sino una posibilidad de contar esas verdades que solo conocen quienes transitan a diario los pasillos de un hospital o de un centro de salud. Tiene la esperanza de que sea un aporte, aunque pequeño, para empezar a cambiar, para empezar a saldar esos problemas crónicos.
Para el intensivista, la pandemia también dejó al descubierto otro problema: una sociedad cada vez más ensimismada, con una capacidad deteriorada de velar por lo comunitario, de entender que el único camino promisorio es ampliar la mirada hacia el bien común.
En medio de esta situación compleja, el médico rescata las alegrías: formar parte de un equipo de trabajo que se ayuda, que se apoya y, sobre todo, que ese esfuerzo diario se traduzca en que una persona deje la terapia intensiva y vuelva a casa con su familia.
El médico cuenta también cuáles son sus salvavidas, esas cosas indispensables para sortear el estrés, el cansancio y el dolor: tocar con su banda, porque dice que el arte lo salvó toda su vida; su pareja, sus afectos, el deporte, la montaña y estudiar. Explica que en el estudio constante está la clave para que un intensivista tenga más opciones frente a su paciente y sea más seguro dentro de la terapia.
Santolaya, quien se formó en Mendoza, pasó la primera ola de la pandemia puertas adentro del Hospital Español, donde fue por cinco años coordinador del Servicio de Terapia Intensiva. Ahora, vive la segunda ola en el Hospital El Carmen, donde funcionan cuatro unidades críticas. Aquí, parte de la charla que el profesional mantuvo con Unidiversidad
De héroes a cómplices
¿Cuál es la situación en los hospitales en esta segunda ola?
Hubo un crecimiento exponencial de la cantidad de casos y, cuando el Gobierno nacional quiso tomar medidas, ya tenía el problema de nuevo encima, con un gran porcentaje de ocupación de camas, que habitualmente es mucho mayor que el que publican y, en realidad, ampliando el número de camas y de respiradores no solucionan nada. Tal vez yo tengo una mirada particular de la situación, pero si vos comprás camas y respiradores, pero no te encargaste de formar gente, lo que estás haciendo es hacer cómplices a los trabajadores de la salud de un problema del cual no te hiciste cargo como gobierno y como ministerio. Ahora, por ejemplo, aparece el problema de los intensivistas porque es una pandemia de insuficiencia respiratorias, pero en realidad este es un déficit crónico, no solo de médicos sino de kinesiólogos y enfermeros, del cual tanto la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva como el ministerio y el gobierno nunca se hicieron cargo. De hecho, se planteó en la última reunión que tuvo en enero o febrero el doctor Kurban (Fernando), que es un intensivista que está a cargo de la asociación mendocina, con Nadal (Ana María, ministra de Salud), Sagás (Oscar, subsecretario de Salud) y Salvatore (Raúl, director de Hospitales), y no pasó absolutamente nada. Entonces es muy complejo, porque se da una segunda ola que se sabía que iba a venir y, si bien el año pasado fue fuerte el trabajo, creo que tuvimos una muestra gratis de lo que iba a ser una ola realmente fuerte. Va a ser mucho más pronunciada y más dura, ya se está viendo cómo se muere la gente adentro de los hospitales por no tener una cama en terapia intensiva y gente joven. No prepararon el sistema en absoluto, por más que ellos digan que sí, y creo que va a ser un proceso difícil y que todos vamos a ver cosas que no nos va a gustar ver.
¿Hubiera sido posible aprovechar ese lapso para capacitar a profesionales para las UTI?
Un año no alcanza para formar a médicos en terapia intensiva, pero sí creo que, si se hubiera establecido un programa adecuado, se podrían haber hecho mejores cosas, porque, cuando fue el pico del año pasado, un ginecólogo se encontró de un día para otro que tenía que tocar un respirador con un intensivista que lo vigilaba. Una cosa es que nunca te hayas puesto delante de un respirador y otra es que yo te haya puesto un par de veces delante de un respirador para que empieces a entender un poco de qué se trata y así poder preparar a la gente para la segunda ola. Otra cosa –por ejemplo– en la que no intervino el Ministerio de Salud fue con la Asociación de Anestesistas, la especialidad más parecida a la nuestra, que maneja varias cosas de las que nosotros manejamos, por lo que hubiera sido un ámbito perfecto para que los anestesistas hicieran las veces de intensivistas, hubiera sido más fácil aproximarlos a ellos, pero no hubo una postura fuerte. Eso fue otra pata débil de lo que se podría haber preparado y anticipado para esta segunda ola.
¿Cuál es la realidad en los hospitales?
La situación hospitalaria es muy mala, especialmente en El Carmen es compleja porque atiende a los empleados públicos y hace años que es insuficiente para la cantidad de afiliados que tiene. En este momento hay cuatro terapias COVID más una polivalente, que era la unidad coronaria, donde ingresan pacientes críticos que no sean COVID-19. Cuando hay pacientes en sala común que empeoran y no hay cama en terapia, se los lleva a la guardia general, se los intuba, se les coloca respirador y a veces pasan ahí dos o tres días en condición crítica, sin una asistencia adecuada, no por falta de voluntad sino porque, para hacer asistencia adecuada, tiene que actuar un profesional idóneo, es así de simple. También se ve muchas veces falta de recursos, a veces de antibióticos, de otras drogas. Es rara la situación porque ni siquiera tiene que ver con que lo que está faltando sea de un costo alto, sino cosas que son más baratas, de uso esencial. Creo que eso tiene que ver un poco con la incoherencia en la gestión de recursos que suele observarse en todo el ámbito público.
¿Se refiere al ámbito de gestión pública?
No me gusta diferenciar la medicina en pública y privada porque el sistema de salud es uno solo. Si hay algo que lo tiene tan enfermo es que no sea entendido de esa manera. Cuando me refiero a los estamentos estatales es porque el Ministerio de Salud y la Superintendencia de Salud son los que regulan a la salud pública y privada. El ámbito privado es una pieza fundamental para el sistema, pero cuando uno hace reuniones para plantear la mala situación que hay, es como que se quieren sacar de encima a la parte privada y no es así, es un todo. Te aclaro que no hablo de este gobierno: llevo doce años de médico, he visto pasar distintos gobiernos, y la salud y la integración de la salud son siempre una cuenta pendiente, igual que la educación.
¿Cuáles son las otras cuentas pendientes?
Me parece que el problema es querer ver la foto, cuando esto de la pandemia es una foto sobre una película que viene mal parida de muchos años. Entonces creo que si van a salir notas sobre el sistema de salud y sobre lo que nos pasa a los intensivistas, está bueno, pero no como una especie de homenaje sino para que se trate de hacer pública la situación y darle un puntapié a un cambio que tiene que ocurrir de una manera bastante rápida o las cosas van a estar realmente complicadas. Solo por darte un ejemplo, el año pasado, cuando ya estaba funcionando la internación de sala común en el Hospital Universitario, pensaron en abrir una terapia intensiva, se hizo un concurso, quedé como coordinador junto con otros colegas, se invirtió en la parte edilicia, trabajamos tres meses en los protocolos, pero nunca se abrió la terapia; incluso después cerraron la internación común y, en la peor época de crisis, mucha gente se quedó temporalmente sin trabajo. Ahora, que decidieron reabrir la internación común, se convocó de nuevo a esa gente. Son cosas insólitas y en cada ámbito de la salud que pises pasan cosas similares, porque uno de los factores que tienen en crisis al sector de salud es la precarización laboral. Creo que hay mucha trascendencia de decisiones políticas del gobierno que consideran que necesitan mostrar a la población, pero muchas veces son falsas y solo sabe de esto el que lo vive día a día dentro de los pasillos de un hospital.
Los afectos y el arte son dos de los salvavidas del profesional para soportar el estrés y el cansancio. Foto: gentileza Ignacio Santolaya
Cuatro piensan mejor que uno
En medio de esta situación, ¿cómo organizan tanto trabajo? ¿Cómo es el equipo de profesionales?
Los equipos a veces funcionan como quieren y a veces funcionan como pueden, tiene mucho que ver con lo que va pasando en el entorno. En el hospital donde estoy (El Carmen), es un lindo equipo de trabajo. Hacemos guardias de 24 horas un médico, un kinesiólogo y enfermeros por cada una de las terapias que hay. Son mayormente colegas formados en terapia intensiva, los kinesiólogos son realmente muy buenos y nos ayudan mucho. Está bueno porque, como son cuatro terapias, hay cuatro equipos de guardia, es una sensación de apoyo, porque no pensás igual a las 10 de la mañana que a las 3 de la mañana y, cuando llevás 24 horas de guardia y los pacientes te llevan a lugares donde los libros se queman, está bueno que, en vez de pensar una sola cabeza, podamos pensar cuatro y apoyarnos. Hay cosas durante la guardia que empiezan a pesarle a uno y que tienen que ver con que hay cansancio, hay estrés, hay situaciones que son dolorosas, y somos una unidad como humanos, no podemos fragmentarnos tanto. Entonces, cuando lo que ves te empieza a pegar en lo emocional, lo cognitivo empieza a caer, por más que estemos entrenados, por más que haya protocolos.
¿Cuántas guardias hacen a la semana?
Eso depende de cada uno. Creo que, desde antes de la pandemia, las horas de trabajo tienen que ver con la cantidad que cada uno necesita ganar para llevar el tipo de vida que quiere o el que necesita, y eso es un gran problema. La especialidad hace años que está muy mal paga y mal reconocida, por lo que un médico que tenga una familia promedio con dos hijos necesita por lo menos hacer tres o tres guardias y media por semana de 24 horas, y eso hace que no termine bien.
¿Por qué?
Porque cuando vos trabajás tantas horas a la semana, no estudiás y dormís mal, entonces el rendimiento empieza a disminuir. Cuando dejás de estudiar y de actualizarte, pasa un tiempo corto y empezás a ser alguien poco seguro adentro de una terapia, es como si un piloto volara muchas horas y no conociera los checklist del avión (lista de acciones que debe completar en cada vuelo). Es igual de peligroso.
Analizar las prioridades
¿Cómo se organizaron con su familia?
Estoy en pareja hace cuatro años. Entiende y me apoyó mucho, sobre todo en el primer pico de la pandemia, cuando todavía era coordinador en el Español; eran muchas horas y cuando llegaba a casa estaba pegado al teléfono. No le fue fácil, obviamente. Después de ese pico y durante esta segunda ola, me enteré de que voy a ser papá, entonces creo que hay situaciones que son elecciones. Por más que esté ocurriendo una pandemia y sea una catástrofe, creo que nos hemos convertido en una sociedad en general, y en una sociedad médica en particular, en la cual uno tiene que hacer un buen tamiz de las prioridades. Ahora que me toca pensarlo como futuro papá, las prioridades son esas y tomar la carga de trabajo que me ayude a vivir. Eso de creernos héroes, como fueron los de Malvinas, es mentira, porque en un país donde los gobiernos toman las decisiones patológicas que toman y donde todo les importa tan poco, la verdad es que salir a ser más papista que el Papa realmente es poco real. A mí, esa situación de que a los médicos o a los equipos de salud nos tengan como héroes me parece poco real y que si lo seguimos llevando así no aprendimos nada. A los pibes que mandaron a Malvinas también los tienen como héroes, pero en realidad fueron víctimas: los mandaron a una guerra con mucho trasfondo político, y los primeros a los que dejaron en pelotas, sin comida y sin abrigo, fueron ellos. Si un país permitió que hubiera tanta cantidad de suicidios de excombatientes, tantos como los que murieron en las islas, quiere decir que tampoco hubo contención. Eso nos habla de lo mal que estamos como sociedad.
El arte y los afectos, como salvación
¿Cuáles son las herramientas para soportar el estrés, el cansancio y los momentos de dolor?
Yo soy músico, mi pareja también, tenemos una banda y el arte es algo que a mí siempre me salvó la vida, desde hace años, porque aporta un nivel de sensibilidad que la medicina paradójicamente no tiene. Para mí, tocar música con otra gente y compartir ese ámbito realmente es uno de los grandes cables a tierra. El resto es un poco de deporte, escaparnos a la montaña y estar con la gente que uno quiere, que muchos son artistas y músicos, entonces puedo compartir en un ámbito de una sensibilidad muy linda. Eso es como el pan de cada día, cuando tengo que ir a un ámbito que es hostil. Otro cable a tierra es estudiar medicina; cuando estudiás, podés ayudar un poco más, o de manera un poco más segura. Algunas veces ves resultados, a veces no, porque la enfermedad nos gana, pero es como el motor de todos los días, estudiar, llegar al hospital y ver qué más podés hacer por esa persona que está arriba de la cama. También actúa como un cable a tierra el hecho del conocer.
En medio de las situaciones de dolor, ¿cuáles son las alegrías de la profesión?
Las alegrías tienen que ver, obviamente, con un paciente que sale adelante; eso genera alegría y alivio. También, llevarte bien y sentir que estás codo a codo con tu equipo de trabajo; cuando un equipo te reconoce a vos como individuo, no por una cuestión de ego sino porque te hacen sentir que las noches sin dormir valen por más de una cosa. No son muchas más las alegrías que me surgen, porque cuando miro el afuera, el ámbito social en general y el médico en particular, entiendo que no estamos bien como sociedad, está todo el mundo muy ensimismado, hay una capacidad muy deteriorada de ver por el bien común y eso no es promisorio para nada a largo plazo. Lo único que es promisorio es que todos podemos ampliar un poco la mirada y mirar más por el bien común, en todo sentido. Estamos acostumbrados como sociedad a que cada uno lleva agua para su molino y creo que por eso llegamos a los puntos de decadencia a ,os que llegamos. Si bien puede haber políticos que toman decisiones de manera crónica y poco asertivas, no los bajan de un ovni: son tus vecinos, los míos, son colegas. Sin ir más lejos, el director de Hospitales de la provincia, el doctor Salvatore (Raúl), es especialista en terapia intensiva y, si realmente tengo que analizar lo que ha hecho como director de hospitales, la verdad es que deja bastante que desear.
¿Por qué decidió ser intensivista?
Creo que las especialidades que uno elige tienen que ver con las personalidades. Soy una persona más o menos resolutiva, me gusta ver resultados rápidos a corto y mediano plazo, y la terapia intensiva ofrece eso, porque es una especialidad donde vos recibís un paciente que está muy crítico y las intervenciones que vos hagas como médico en las primeras horas son las que van a cambiar el desenlace de la enfermedad. En toda enfermedad crítica, si no se actúa rápido, desencadena en la muerte del paciente en pocas horas, entonces uno, con algunas intervenciones, logra comprar tiempo para poder entender qué le está pasando, le pone a un paciente un respirador para suplir la función respiratoria, le pone una máquina de diálisis para suplir la función del riñón, usa drogas para que el corazón lata más fuerte y más rápido. Es como manejar el cuerpo con aparatos y con drogas para compensarlo, tener tiempo para comprender qué le está pasando y poder darle una solución de fondo. Básicamente tiene que ver con eso, con que la intervención inmediata que uno hace logra muchas veces que el paciente no se muera.
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