Un femicidio cada 31 horas y Ni Una Menos resiste el avance de quienes niegan la violencia machista
A lo largo de ocho años, Ni Una Menos logró la visibilización de la violencia de género, pero los desafíos hoy no son los mismos. Ya no se trata de desterrar la figura del crimen pasional y nombrar los femicidios, sino de resistir frente a quienes niegan la violencia. Diálogo con dos militantes de Ni Una Menos.
Ni Una Menos vuelve a marchar a ocho años de la primera convocatoria. Foto: Sebastián Granata/Télam
La primera marcha de Ni Una Menos, convocada a raíz del femicidio de Chiara Páez en 2015, fue una oportunidad para demostrar colectivamente que la sociedad entendió que la situación no podía seguir así. Ocho años después, el movimiento feminista avanzó en múltiples aspectos –puso en palabras las violencias, consiguió la legalización y despenalización del aborto– y ahora parece enfrentarse a nuevos desafíos.
La visibilización de los femicidios se consiguió, pero lo que parecía un camino sin vuelta atrás, de pronto, con el avance de las derechas, encuentra vías de retorno. Hablamos con dos militantes de Ni Una Menos Mendoza (NUM): Laura Maya Rossini, comunicadora feminista e integrante de la comisión de prensa de NUM, y Cecilia Soria, también parte de la organización Pan y Rosas.
Entre los feminismos, el 3 de junio es una oportunidad para demostrar que quedarse en la casa ya no es una opción: día tras día se conoce la noticia de un nuevo femicidio (uno cada 31 horas en los últimos ocho años, según el Observatorio Ahora que sí nos ven). Se volvió imprescindible alzar la voz para que se tome noción de que la violencia machista no es un problema privado, sino público y político. Porque las experiencias individuales de violencia que cada una vivenció pueden reconocerse e identificarse en el relato de otras que atravesaron algo igual o similar. Así, de la intimidad de las casas a la inmensidad de las plazas, los feminismos convocaron a aquellas que no se reconocían dentro del movimiento.
La potencia de Ni Una Menos se vio plasmada en los medios de comunicación masivos, alternativos, comunitarios y públicos. Por un lado, repasó Rossini, empezaron a ser “noticiables” los femicidios. Por otro, progresivamente, dejaron de hablar de figuras como la del "crimen pasional", que desdibujaban el problema. Pero, además, incorporaron al análisis otros tipos de violencia –recogidos en la Ley 26485– para abordar la complejidad del problema: violencia física, pero también psicológica, económica, simbólica.
Laura Maya Rossini. Foto: Coco Yañez
Rossini ubica dos claves para que el reclamo fuera escuchado y afianzado: comprendieron que había que tomar el espacio público y hacerlo de forma colectiva. Eso se refleja en la estructura de Ni Una Menos Mendoza, que está compuesta por decenas de organizaciones políticas, sociales, barriales, sindicales, que no piensan igual desde lo político ni desde lo estructural, pero se unen en ejes de denuncia de la violencia machista.
“En Mendoza ha funcionado muy bien esa idea de concepción, desde hace ocho años, de mantener unido este movimiento –estas 70 organizaciones– a través de lo que realmente podemos acordar en cada una de las asambleas. Obviamente, la coyuntura social, política, económica, hace que tengamos nuestras diferencias, pero siempre hemos ponderado en qué coincidimos para poder avanzar y poner en agenda pública nuestros reclamos y nuestras necesidades”, apuntó Rossini.
En el mismo sentido, Soria se refirió a las diferencias como una fortaleza. “Hay debates porque el feminismo no es un movimiento homogéneo ni defiende una única agenda política. Las discrepancias y la heterogeneidad son su sello”, afirmó.
Cecilia Soria. Foto: Casandra Martínez
Los desafíos y debates actuales
Laura Maya Rossini piensa en tres grandes desafíos de Ni Una Menos: mantener en agenda las reivindicaciones, conservar la unidad a pesar de las diferencias e incorporar a la juventud, como en su momento se pudo ver con la llamada “marea verde” y la adhesión a la lucha por el derecho al aborto. Sucede también que hay jóvenes autónomas que sostienen los reclamos feministas desde un pensamiento más anárquico y Ni Una Menos Mendoza no ha sabido sumar ese tipo de voces. La comunicadora intentó explicar esa realidad desde las reivindicaciones históricas de NUM: el Estado es parte del problema y también tiene que ser parte de la solución.
???? A ocho años del primer #NiUnaMenos, #SeguimosdeLuto. Nos cuidamos luchando y volvemos a unirnos con fuerza en un grito colectivo: ¡Ni Una Menos, vivas y libres nos queremos! ????✊????
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????????17HS//SAN MARTÍN Y COLÓN
Te invitamos a sumarte con el color NEGRO como consigna. pic.twitter.com/bLuXPhHlSG— Ni Una Menos Mendoza (@niunamenosmza1)
Para Cecilia Soria, el principal desafío de Ni Una Menos es volver a la masividad del movimiento en las calles. “Lejos de cualquier idea de conformarse o resignarse, me parece que esta es la única garantía que tenemos para conquistar nuestros derechos y que, en medio de esta crisis social, económica y política, los feminismos también podamos incidir”, aseguró.
Desde la izquierda, además, sostienen un debate entre dos feminismos: el que nombran como “feminismo de ministerios”, que se ha incorporado a los gobiernos provincial y nacional y se ha encontrado encorsetado entre políticas culturales e identitarias, y otro feminismo –en el que Soria se reconoce– “que apuesta a la organización desde abajo, con independencia del poder político y las instituciones del Estado, para exigir en las calles una respuesta a las necesidades más acuciantes de las mujeres, de las diversidades, de nuestra familia”.
Del avance del feminismo al avance de las derechas
Frente a estas luchas feministas –algunas más institucionalistas, otras de izquierda y otras más anárquicas–, se levantan las derechas que, por lo visto, están consiguiendo captar el voto joven mediante un discurso –y quizás solo un discurso– de rechazo a todo el sistema. Entonces, en la actualidad, manifestó Rossini, se vuelve sobre lo andado: “Empezamos a rediscutir qué es violencia, qué no es violencia, qué es el feminismo, qué no es el feminismo, qué quiere el feminismo, qué no quiere el feminismo, cosas que ya habíamos debatido antes”.
Este giro hacia posturas más conservadoras es lo que los partidos más convocantes quieren captar mediante una derechización, también, de los candidatos y las candidatas. La comunicadora reflexionó: “Ante esta situación, el movimiento de mujeres y diversidades no ha podido, en mi opinión, imponerse en ciertos lugares. (...) No hemos podido decir: ‘Tienen que darnos el espacio que nos merecemos’”.
Marcha Ni Una Menos, 3 de junio de 2022. Foto: Unidiversidad
En tanto, Cecilia Soria aseguró que, dentro de los feminismos, hay un enorme potencial para enfrentar el avance de la derecha –“no solo para resistirla o sobrevivirla”, aclaró–. La clave está en la unidad dentro de la heterogeneidad. Pensó en un personaje como Javier Milei, a quien le atribuyó un poder que no tiene por sí solo, sino, sobre todo, por la cantidad de horas que los medios de comunicación le dedicaron para instalar sus ideas como sentido común, y también es tarea del feminismo que no calen más profundo.
“¿Por qué Milei odia a las mujeres? Porque el feminismo es un movimiento históricamente emancipatorio que busca la igualdad frente a cualquier forma de opresión y explotación. Y él representa viejas ideas conservadoras y neoliberales, que ahora se disfrazan y que ven en el movimiento de mujeres un enemigo para sus planes”, manifestó la militante de Pan y Rosas.
Sin embargo, Cecilia Soria relativizó el crecimiento de las posturas conservadoras y recordó el repudio masivo que surgió como respuesta inmediata a la destrucción –por parte de “un grupo minúsculo de fanáticos ultraderechistas”– de la muestra de arte en el rectorado de la UNCUYO con motivo del 8M.
ni una menos, violencia, derecha,
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