Un diagnóstico muestra la degradación de tierras de cuatro sitios clave de Mendoza
Mendoza es parte de un proyecto internacional que busca cuantificar el daño y diseñar medidas de mitigación. Un grupo de investigación de Iadiza analizó el Cinturón Verde, los piedemontes del Área Metropolitana y el Valle de Uco y dos zonas de Malargüe. Un recorrido virtual para que el público general comprenda el problema.
El proyecto busca mitigar la degradación de unidades ambientales, que son esenciales para Mendoza. Foto: Gentileza: Apot.
Es como una fotografía, una instantánea que muestra el nivel de degradación de la tierra en cuatro sitios relevantes de Mendoza para el período 2001-2022: el Cinturón Verde, los piedemontes del Área Metropolitana y del Valle de Uco y dos zonas de Malargüe. Esa fotografía es tan real que permite determinar el porcentaje del daño, es decir que cuantifica la pérdida de riquezas inestimables en aspectos medioambientales, productivos y también sociales, porque esos lugares son el espacio de vida y trabajo de muchas comunidades.
El diagnóstico muestra que la degradación de esos sitios esenciales para la vida y la subsistencia de Mendoza, de sus habitantes y del resto de las especies es importante. Bajo esa condición se encuentra el 29 % del Cinturón Verde, el 12 % del piedemonte del Área Metropolitana, el 13 % del piedemonte del Valle de Uco y el 40 % de dos zonas de Malargüe. Las razones son múltiples: desde la acción del ser humano, especialmente el avance de la urbanización y de la frontera agrícola, hasta los efectos del cambio climático.
Un trabajo en equipo
El diagnóstico se construyó en equipo. Argentina lleva adelante el proyecto ARG 19 G24 sobre conservación de la biodiversidad y manejo sostenible de las tierras, impulsado a nivel local por la Secretaría de Ambiente, específicamente la Agencia de Ordenamiento Territorial (APOT), que a su vez aprovechó el conocimiento y experiencia de profesionales del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza, del CCT Conicet Mendoza), que fueron quienes concretaron esa fotografía con aportes de otros organismos, como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la UNCUYO, entre otros.
La iniciativa se realiza en las provincias de Mendoza, Jujuy y Buenos Aires, y la financia el Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés), que otorga subsidios para proyectos en todo el mundo. Es decir, no son préstamos que el Estado debe devolver, sino que la obligación es cumplir con su realización y con los monitoreos posteriores.
Mendoza recibió un subsidio cercano a 1 millón de dólares para concretar las distintas etapas del proyecto, de los cuales ya ejecutó alrededor de 400 mil en el diagnóstico, al que le seguirán iniciativas para intentar mitigar y frenar la degradación, según explicó a Unidiversidad la vocal por el Ejecutivo en la Agencia de Ordenamiento Territorial, Nadia Rapali.
Las investigadoras del Iadiza lideraron la investigación que determinó la degradación de tierras. Foto: Unidiversidad
De causas y consecuencias
Las investigadoras Cecilia Rubio y Clara Rubio dirigieron el diagnóstico desde el Laboratorio de Desertificación, Restauración Ecológica, Manejo Sostenible y Ordenamiento Territorial de Tierras Secas (LaDyOT+REM), que funciona en el Iadiza del CCT Conicet. Las geógrafas, que son hermanas y comparten la temática de estudio, explicaron a Unidiversidad la importancia de la vinculación entre el sector científico y gubernamental, teniendo en cuenta que se genera información que posibilitará poner en marcha medidas para la conservación, la mitigación y la adaptación para alcanzar las metas ya establecidas.
El equipo que realizó el diagnóstico incluyó a las investigadoras Elena Abraham y Romina Sales, al becario doctoral Luis Verdugo y a personas que colaboraron en forma externa, como Pablo Betancourt, Gustavo García y Valentina García.
Clara Rubio destacó una característica distintiva de Mendoza: el marco jurídico en relación con el medio ambiente y el ordenamiento territorial y uso del suelo que, aun con sus limitaciones, establece una base esencial a partir de la cual plantear nuevos instrumentos para intentar que la degradación no avance.
Los sitios sobre los que se realizó el diagnóstico –técnicamente, una línea de base ambiental– fueron priorizados desde la Agencia de Ordenamiento local, teniendo en cuenta que son representativos de diferentes regiones y problemáticas ambientales de Mendoza. Todos se abordaron con la misma metodología científica estandarizada con base en dos subsistemas: el físico-biológico (geomorfología, hidrografía, erosión eólica hídrica, pérdida de la vegetación, etcétera) y el socioeconómico (población, calidad de vida, producción, legislación, tenencia de la tierra, etcétera).
A partir del análisis de los datos, que incluyó la participación de las comunidades, de investigadores de cada temática, el mapeo, imágenes satelitales y mediciones en terreno, se cuantificaron las áreas degradadas, las que se mantuvieron estables y las que mejoraron, además de las causas de esa problemática. Las profesionales definieron el concepto de degradación como la pérdida de productividad de la tierra, causada por la interacción entre condiciones climáticas y la acción del ser humano, que trae aparejada la pérdida de servicios ecosistémicos, de funciones y de productividad, no solo en términos de la capacidad para producir un alimento, sino que se va perdiendo la calidad del suelo. Señalaron que primero se acuñó el término "desertificación" relacionado con las zonas áridas, pero luego se comprendió que incluso en las húmedas se produce el fenómeno.
“Los impactos no son solo físicos o biológicos, sino también sociales. Entendemos a la degradación de la tierra como todos los impactos que va percibiendo la gente y los cambios en sus modos de vida, porque no tienen más agua, el suelo deja de producir, entonces tiene que cambiar sus actividades o irse a zonas urbanas a trabajar y abandonar su territorio, porque deja de ser productivo y ya no pueden vivir ahí”, dijo Cecilia.
El Cinturón Verde del Área Metropolitana sufrió una degradación del 29 %, sobre todo por el avance de la urbanización. Foto: gentileza APOT
Cinturón Verde del Gran Mendoza
Uno de los sitios que incluyó el trabajo fue el Cinturón Verde, denominado así por ser una franja productiva que rodea al Área Metropolitana y que atraviesa los departamentos de Guaymallén, Maipú y Lavalle. Ahí se cultivan las hortalizas que se consumen en Mendoza y que se venden al resto del país.
De acuerdo a los resultados del relevamiento, el 29 % de esa zona productiva se degradó, el 36 % se mantuvo estable y el 35 % presentó mejoras. En cuanto a las razones del retroceso –explicaron las investigadoras–, la principal es el avance urbano e industrial sobre ese suelo, los incendios, además de las problemáticas globales relacionadas con el cambio climático.
Para describir esta realidad, las geógrafas utilizaron una palabra: despropósito. Y explicaron la razón: esa zona tiene características de suelo y de humedad inigualables para la producción de alimentos, además de acceso al agua, por lo que cada centímetro que se pierde para levantar una urbanización es irrecuperable.
El avance de la urbanización no solo implica la pérdida de surcos a manos de casas, sino los saberes de las familias productoras, que migran para buscar actividades de subsistencia. “Las fortalezas del Cinturón Verde son la tradición agrícola y la formación que tiene la gente en el cultivo de hortalizas. Esa es una sabiduría, un conocimiento inestimable, que se va perdiendo”, explicó Clara Rubio.
La degradación del piedemonte afecta la vida de las especies y la forma de vida de muchas comunidades. Foto: gentileza APOT
Piedemonte del Área Metropolitana
Otra zona que se analizó fue el piedemonte del Área Metropolitana, que atraviesa los departamentos de Las Heras, Capital, Godoy Cruz y Luján de Cuyo. Las conclusiones fueron que 12 % de la superficie se degradó, el 14 % presentó mejoras y el 74 % permaneció estable.
Las investigadoras explicaron las razones de la degradación: el avance urbano sin planificación, la pérdida de vegetación por actividades no sostenibles, los incendios, los basurales en distintas escalas, desde micros a grandes, actividades deportivas y turísticas que marcan senderos, la pérdida de plantas autóctonas y la fragmentación de los ecosistemas. Comentaron que estas prácticas interrumpen la ruta de cauces naturales y canales que integran el sistema de defensa aluvional de Mendoza, lo que pone en riesgo no solo a la población ubicada cerca de diques, sino a la que vive aguas abajo.
Las geógrafas dieron ejemplos de esa degradación: el avance urbano en la zona del distrito Vertientes del Piedemonte, en Luján de Cuyo, no apta para este fin; la instalación de villas inestables dentro de cauces del zanjón Maure (Godoy Cruz) y del dique Papagayos (Capital); los senderos que generan cárcavas de erosión por actividades recreativas y turísticas (motos, bicicletas), siendo los sitios críticos el Parque de Montaña (al lado del Cerro de la Gloria) y los senderos de Chacras de Coria.
Las profesionales explicaron que el piedemonte cuenta con una legislación común y se trabaja como una unidad ambiental, y no compartimentado por departamentos. Además, comentaron que, en los talles participativos, conocieron experiencias de particulares y grupos que pusieron en marcha procesos de aprovechamiento del agua (la principal limitante), de reforestación y de cuidado de la zona, a las que consideraron esenciales para diseñar las medidas de mitigación.
La riqueza ambiental de las áreas estudiadas es inestimable para Mendoza y sus habitantes. Foto: gentileza APOT
Piedemonte del Valle de Uco
Otra unidad ambiental que se analizó fue el Piedemonte del Valle de Uco, ubicado hacia el oeste de la planicie irrigada, que corresponde a la cuenca del río Tunuyán Superior e incluye a los departamentos de Tupungato, Tunuyán y San Carlos. En esa zona de altura, a 1800 metros sobre el nivel del mar, implantaron nuevos cultivos, especialmente viñedos.
Las conclusiones del relevamiento fueron que el 13 % de la superficie se degradó, el 37 % registró mejoras y el 50 % permaneció estable. En cuanto a las razones, la más importante es la instalación de proyectos vitivinícolas a gran escala, cuya expansión se produjo a partir del 2000.
“En algunos casos, este desarrollo y dinamismo en el área no ha contemplado las características ambientales de este piedemonte, ni su fragilidad en relación con el riesgo aluvional. Los desmontes, a costa de la pérdida de vegetación natural, se traducen en grandes inundaciones de aguas abajo, por ejemplo, en la zona de Vista Flores”, explicó Clara Rubio.
La investigadora compartió ejemplos de buenas prácticas, como un proyecto vitivinícola ubicado en la zona de Los Chacayes, que para el diseño de las parcelas respetó el cauce natural, no desmontó, con lo cual el agua puede seguir su curso. Estas experiencias, comentó, son las que se busca replicar. “Con esta práctica, no se fragmenta el ecosistema y no se fragmentan las cuencas. Este es un ejemplo de un manejo sostenible en viñedo, mientras que en otros se corta el cauce, lo impermeabilizan, lo rectifican, entonces el agua busca seguir el curso por donde puede”, comentó.
El cambio climático es uno de los factores que generan degradación. Foto: gentileza APOT
Dos zonas de Malargüe
En el estudio también se incluyeron dos zonas del departamento de Malargüe: el Paso el Carqueque, ubicado a unos 20 kilómetros al oeste de la Ciudad, un camino de trashumancia que utilizan los puesteros, y Termas del Azufre. El análisis de los datos determinó que el 40 % de esa superficie se degradó, el 14 % presentó mejoras y el 46 % se mantuvo estable.
En cuanto a las razones de la degradación, las investigadoras explicaron que ambas zonas están relacionadas con el cambio climático, la sequía, la falta de agua, de pasturas, que impactan no solo en la calidad ambiental de esos ecosistemas, sino también en la vida de las familias puesteras, que intentan mantener sus costumbres, pero con importantes restricciones.
Medidas de mitigación
El proyecto también contempló la realización de un recorrido virtual por cada una de las zonas analizadas que permite a todo el público comprender las problemáticas y escuchar a especialistas y a las familias que viven en cada una de las zonas. Todo a través de videos, fotos y mapas georreferenciados de fácil utilización.
Toda la información acumulada en esta etapa será esencial para concretar el siguiente paso del proyecto: proponer una serie de medidas de mitigación para intentar frenar la degradación de esas zonas. En este sentido, Nadia Rapali, vocal por el Ejecutivo en la Agencia de Ordenamiento Territorial, explicó que se trabajará con sectores gubernamentales, sociales y económicos para diseñar instrumentos legislativos y prácticas que permitan resguardar las unidades ambientales.
Las investigadoras del Iadiza indicaron que existe una guía nacional de Prácticas de Manejo Sostenible, que detalla 80 ejemplos. Muchas de esas prácticas fueron puestas en marcha por particulares o empresas.
“Hoy por hoy se busca frenar la degradación porque, en casos como el de la urbanización, ya no se puede volver atrás, el daño está hecho. A nivel mundial, se busca lograr una tasa cero de degradación, una neutralidad, es decir que si yo degrado una hectárea, tengo que recuperar una hectárea. De todas formas, lo más económico, fácil y que todos tenemos que hacer es evitar la degradación, y eso se hace a través de la educación ambiental, de la legislación, la planificación y el ordenamiento territorial”, explicó Cecilia Rubio.
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