Un cerebro inmaduro, la respuesta científica al uso incorrecto del barbijo
Una postal de las calles de Mendoza es un desfile de personas con tapabocas que solo cubren la barbilla. No las culpes a ellas, culpá a su desarrollo cerebral.
Foto: puntal.com.ar
Caminar por Mendoza no tiene precio, es mirar hacia arriba y ver los distintos colores que nos dan los árboles, el vuelo de las aves, las montañas en el oeste y el desfile de personas con barbijos que solo sostienen la barbilla, o funcionan como un accesorio para el brazo. Esta conducta suele tener un protagonista: la población adolescente. Aunque muchas y muchos con igual actitud salieron de esta etapa hace tiempo, otros y otras, por el contrario, la están transitando. Sobre la conducta de estas personas, la ciencia tiene una explicación acertada: no es que no quieran usar bien el tapabocas para disminuir los contagios, es que tienen un cerebro inmaduro.
Cuando observamos la conducta en la adolescencia, no logramos entender sus cambios: atracción al riesgo, falta de reflexión en la toma de decisiones y hasta impulsividad. Se visten igual que su grupo de pares, tienen sus propios códigos a la hora de hablar y sentimos que no son niños, pero tampoco adultos. Todas estas modificaciones parecieran, en un principio, emocionales y sociales, pero también se relacionan con su corteza prefrontal.
En esta etapa, el desarrollo de la corteza cerebral comienza en la parte posterior, es decir, el lóbulo occipital y parietal. Esta zona se encarga de procesar información ligada con la vista y los sentidos. Sin embargo, la última zona en madurar es la corteza prefrontal, que se ubica por encima de los ojos y se encarga de la planificación, organización, atención, control de los impulsos, evaluación de riesgos y decisiones. De allí parte la sensación de “que a ellos nunca les va a pasar y no se van a contagiar”.
“El adolescente se caracteriza por la falta de desarrollo de ciertas estructuras neuronales que tienen que ver con el control de los impulsos o la planificación. El lóbulo prefrontal es lo más nuevo que se dio en la evolución de la especie humana. De hecho, es por esta falta de madurez en esta estructura que los menores de edad se consideran inimputables. El desarrollo del lóbulo frontal va más allá de la adolescencia, hasta al menos los 25 o 30 años”, explicó María Vaccarezza, neuróloga infantil, médica de planta del Servicio de Neuropediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires y subjefa de servicio de Neuropediatría del Hospital Italiano de San Justo a Unidiversidad.
Cuando el ser humano nace, el cerebro es totalmente inmaduro y con el tiempo va adquiriendo el proceso de mielinización. “La mielina es lo que se llama la sustancia blanca y va desarrollándose a lo largo de los años. Si uno mira un cerebro adolescente, en los lóbulos frontales y prefrontales, todavía la mielinización es incompleta, entonces su funcionamiento y toma de decisiones es distinto al de un adulto de 40, que ya llegó a la madurez”, detalló Vaccarezza.
En la edad adulta, el pico máximo de mielinización se observa a los cuarenta años y luego comienza un proceso de disminución, hasta llegar a lo que tradicionalmente se considera adulto mayor, que “va perdiendo funcionalidades de ese lóbulo frontal”. Tal vez por eso, a algunos adultos mayores de cuarenta también les gusta sostener su barbilla con el tapabocas, o utilizarlo como un accesorio para la mano.
Un adulto en obras: ¡Disculpe las molestias, estamos trabajando!
La adolescencia es un rango que se ha modificado mucho en los últimos años, etapa en la cual la línea de comienzo y final se desdibujó. Para la psicóloga y psicopedagoga Nancy Caballero, esta etapa está más relacionada con conductas que con edades, ya que, más allá de la gente que tiene síndrome de Peter Pan, es decir, aquellos adultos que se creen adolescentes, en la actualidad hay una dispersión mucho mayor.
“Al principio, los adolescentes respetaron las reglas, no salían ni se juntaban con sus compañeros, pero esto se fue diluyendo tanto por los cambios en las medidas sanitarias y políticas como por la puesta en duda de la sociedad sobre lo que es bueno y lo que no lo es. A un chico que se le cortó la vida social, que no tuvo su fiesta de egresados, que siente que le han quitado momentos, le genera una suerte de rebeldía. Además, los adolescentes aprenden por el ejemplo y no por las palabras, y si ven a los adultos que no respetan, menos van a querer respetar ellos”, agregó Caballero.
A su vez, se encuentran en pleno proceso de cambios emocionales y búsqueda de placer. Estas dos características, sumada a la inmadurez del lóbulo prefrontal, genera una complejidad mucho mayor. “Los adolescentes creen que a ellos nunca les va a pasar, que le va a pasar a otro, entonces es muy difícil pedirles que el que maneje no tome alcohol, que se pongan un casco cuando van en la moto, o que se protejan al tener relaciones sexuales, por ejemplo”.
Así, frente al deseo de procurarse placer y considerar que ellos siempre van a estar a salvo, son propensos a conductas riesgosas. El deseo de estar sin barbijo plantea estas tres características: buscar el placer, considerar que yo no se van a contagiar y rebelarse frente a lo que le piden si ven que el otro tampoco lo cumple.
Por otro lado, la relación con los pares resulta clave en el uso del barbijo. “En los grupos de antes, si uno pensaba distinto, no pasaba nada. Ahora, un chico no puede oponerse a lo que el grupo dice”. De esta manera, para pertenecer al grupo y mantener la amistad, debe pensar y realizar lo que opina todo el conjunto de amigos y amigas, incluso, si se rehúsa a utilizar el tapabocas correctamente.
Gráfico: Decisiones de riesgo en adolescentes, adultos jóvenes y adultos, en relación a la soledad (alone) y al grupo de pares (peer). Los adolescentes, cuando están en grupo, son más propensos (casi en el 60 %) a tener conductas riesgosas.
¿Cómo ayudar a los y las adolescentes para que usen tapabocas?
Tanto la neuróloga infantil María Vaccarezza como la psicóloga y psicopedagoga Nancy Caballero dieron algunas recomendaciones para que madres, padres y familias puedan convertirse en ese lóbulo prefrontal que los y las adolescentes necesitan.
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Hablar con ellos y explicarles que está bien no pensar lo mismo que el grupo de pares. Cuando uno se enfrenta a una decisión como la de usar tapabocas o no, el chico o la chica debe expresar que lo va a utilizar porque es importante para no contagiar a su familia. “Al contrario de lo que se piensa, cuando los chicos van con una postura firme pero amable frente al grupo, sus amigos los terminan respetando más”.
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Explotar la habilidad de solidaridad y altruismo que se posee en la adolescencia. “Se preocupan por muchas causas, y una de esas podría ser el uso de barbijos. Podrían incentivar a otros para que los usen”.
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Dedicarles tiempo. Con el aislamiento, muchos adolescentes pasaron por etapas de angustia, ansiedad, depresión e intentos de suicidio. El diálogo y la no minimización de sus problemas y sentimientos va a permitir que sean más receptivos a los cuidados que se les proponen.
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