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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
Así lo planteó el psiquiatra Benigno Gutiérrez, que recomendó distintas estrategias para preservar la salud mental en tiempos de pandemia.
Una de las cien imágenes donadas por la agrupación Fotógrafes x los barrios, en solidaridad con los vecinos de zonas populares. Foto: Alejandro Amdan/Télam
El psiquiatra Benigno Gutiérrez dice que el mejor antídoto contra la incertidumbre y la angustia existencial que se potencian en tiempos de pandemia es un acto creativo. Para que nadie se espante, aclara que no es necesario ser Albert Einstein o Pablo Picasso, sino que hay creatividad en los actos de la vida cotidiana: en arreglar una habitación, en cambiar los muebles de lugar, en bailar, en dibujar, en cantar, en hacer gimnasia, en cuidar el jardín, en escuchar música, en compartir con los afectos y hasta en aprovechar este tiempo para hacer una reflexión interior. Todo eso –dice– son actos creativos, son movimientos que producen sensación de vida.
Nadie mejor que Gutiérrez para analizar la crisis actual poniendo el foco en la necesidad de cuidar la salud, no solo física, sino también mental. Con amplia experiencia en su materia, la psiquiatría, fue vicedecano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO y hoy, ya jubilado, es miembro del comité académico del Observatorio de Salud Pública y Problemáticas de Consumo de esa unidad educativa.
El psiquiatra es claro, didáctico. Dice que frente a la incertidumbre, a la angustia existencial, el ser humano tiene solo dos caminos: el de la destrucción o el de la creatividad. Por eso, propone dejar de lado la pasividad, la queja, la espera de que alguien o algo resuelva el problema, y tomar la iniciativa, ponerse en acción y acentuar la idea de que uno está vivo y bien, de vivir el presente, pero siempre con un proyecto a futuro.
Gutiérrez subraya que para preservar la salud física y especialmente la mental, es clave la organización del tiempo libre, una organización que durante años se impuso desde afuera por las exigencias laborales, económicas,y sociales. Hoy –dice– es un tiempo ideal para ordenar la casa de afuera y la de adentro, para intentar reflexionar sobre esos cabos sueltos que nos habitan y que nunca había tiempo de analizar.
El psiquiatra explica que esta situación de crisis puede ser una oportunidad de aprendizaje, siempre que entendamos que frente a este enemigo externo y común que es el virus, debemos apostar por los valores esenciales de unidad y solidaridad, de ayuda al otro, y por ser capaces de preservarlos y sostenerlos en el tiempo.
Aquí, parte de la charla que el psiquiatra mantuvo con Unidiversidad, en la que brinda recomendaciones prácticas para no caer en depresión ni ansiedad, y en la que habla hasta de la salud mental de los líderes mundiales, con especial atención al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
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Coronavirus y después
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Me parece que utilizar el término pandemia es demasiado exagerado para referirse a lo que seguramente va a quedar como secuela en la salud mental, impregnada por el miedo, por la angustia, por la desconfianza. Creo que, en general y salvo protestas y enojos que siempre existen, la gente acompaña las medidas que se están tomando, que por otro lado se ve que dan algún resultado exitoso a nivel mundial. Por lo tanto, no hay una sensación absoluta de sentirse violentados y forzados desde afuera, sí por supuesto molestos, porque estas cosas son molestas. Los miedos existen, la gente obedece por muchas cosas, pero esencialmente porque está con miedo, tiene la sensación de que la muerte anda dando vueltas. Ese miedo va a persistir en unas personas más que en otras, porque en la respuesta a nivel de los mecanismos de los estados emocionales juega mucho la característica de cada persona, no hay algo que uno pueda generalizar. Entonces los miedos van a estar, las angustias van a estar y las obsesiones van a estar, porque estas medidas de precaución que hay que tomar facilitan la aparición de conductas de tipo obsesivo, que en realidad, si uno lo mira con más profundidad, son conductas que se llaman anancásticas, que es algo que uno hace forzado por lo que entiende que es correcto o que es un deber, mientras que lo obsesivo es algo que uno hace forzado por una compulsión que no sabe bien de dónde viene y en contra de uno mismo. Entonces, muchos de estos rituales de limpieza que tienen características de "obsesivos", que no son obsesivos, no será tan difícil que desaparezcan ni van a dejar secuelas. Sí va a ocurrir que las personas que tienen una predisposición para el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) empeoren y necesiten tratamiento. Con respecto a los miedos, hay algo muy interesante, que es que los miedos están ligados a la desconfianza y la desconfianza tiene mucho que ver con las conductas de tipo paranoide, la creencia o la convicción de que hay un daño intencional contra la persona que está sufriendo ese estado de miedo, y esa angustia paranoide se ve exacerbada por esta situación. Entonces, las personas, con el distanciamiento social, aumentan la desconfianza en las demás personas, pero cuando vayan aprendiendo que en realidad las medidas no son dañinas, sino que son de auxilio, creo que van a poder controlar eso.
¿Hay personalidades que pueden transitar mejor estos momentos?
Efectivamente es así. Hay personalidades que la van a pasar peor, porque son más dependientes, tienen más apego a ciertas cosas, sobre todo a quienes les resuelven las cosas de su vida, que viven en angustia permanentemente, que tienen predisposición a la depresión, no solo a la evidente, sino a la más encubierta que es la que se llama distimia. Este tipo de personalidades tienen más riesgo, son más vulnerables a la alteración de la salud mental e inclusive a la alteración de la salud física, porque el sufrimiento sobreagregado a lo real, que es el miedo a la pandemia, es en verdad un estrés para el organismo, un peso, porque el estrés está relacionado con la idea de sobrecarga para la estructura que el organismo tiene que estar sosteniendo, que es la estructura saludable. Este tipo de personalidades tienen más riesgo no solo a nivel psicológico, sino también a nivel físico, porque van a somatizar más fácilmente, se van a sentir cansados más fácilmente, agotados constantemente, y son más susceptibles a enfermedades físicas y psíquicas. Por lo tanto, existen personalidades que tienen la probabilidad de pasarla bastante mal y otras que la van a pasar mejor.
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Un antídoto contra la incertidumbre y la angustia existencial
¿Cómo impacta en la salud mental esta situación, cuyo denominador común es la incertidumbre, la falta de certezas?
Evidentemente la incertidumbre se ha hecho presente a nivel de tener consciencia de la incertidumbre. Los seres humanos vivimos siempre en incertidumbre, la vida es una incertidumbre, porque nadie tiene una respuesta para lo que es la vida o lo que viene en el futuro. Lo que sí, la gente ha tomado conciencia de esa incertidumbre y se ha incrementado lo que se llama la angustia existencial. Una posibilidad de ayudarse respecto de esa incertidumbre o angustia existencial es que en la cuarentena cada uno elija modos de hacer cosas creativas, porque es como si los seres humanos tuviéramos dos caminos y, por lo tanto, no nos pudiéramos equivocar: un camino es el camino de la destrucción, de no hacer nada, con lo cual estamos irremediablemente perdidos, y el otro camino es el de la creatividad. No hace falta que uno sea Einstein o Picasso, sino creatividad en las cosas habituales de la vida, ya sea hacer cosas en su casa, hacer cosas consigo mismo o con los vínculos familiares, afectivos. Este tipo de cosas ayudan enormemente a corregir eso que es la angustia existencial, que está ligada a lo que se llama el vacío existencial, que es aquello que ocurre cuando uno no hace nada creativo con la propia existencia, porque existir es exactamente eso, hacer algo que vaya más allá de lo biológico, de lo mecánico, y que es el acto creativo, para el cual los seres humanos estamos preparados por la misma naturaleza o por Dios, según sea la creencia de cada persona. Por lo tanto, la incertidumbre se corrige esencialmente con actos creativos.
¿Me puede dar algunos ejemplos de esos actos creativos?
Cualquier movimiento nos produce una sensación de vida; entonces, para combatir la incertidumbre, es muy importante ponerse en movimiento, hacer cosas, lo que a cada uno le guste. Esto es importante porque está relacionado con sentir que uno no está quieto, parado, bloqueado, que es lo que muchas veces ocurre: las personas creen que se tienen que sentar en una silla y nada más. Hablando de cosas prácticas y concretas, una cosa creativa puede ser reordenar una habitación, cambiar un mueble de un lugar a otro o pintar una habitación. Estas cosas son creativas porque el sujeto siente que hace algo por su propia disposición y no porque se lo está mandando nadie. Una vez que está realizado ese acto, lo vive como un logro, por lo tanto, aparece algo muy interesante, que es que la vida humana no se hace sola, sino que hay que inventarla con estas cosas prácticas y sencillas. También está lo que uno puede hacer con uno mismo, porque hay personas que son más de acción y las cosas creativas las van a hacer con sus manos, con sus movimientos corporales, y otras que viven más en la reflexión, que pueden ser salir de lo rutinario y organizar algo con uno o afuera de uno, ya sea de su propio cuerpo, de su propio ejercicio corporal, hasta de su propia higiene, inclusive la sexualidad. Todo movimiento es vida, por eso es muy importante no aislarse refugiándose en jueguitos electrónicos, toda la electrónica hay que utilizarla para comunicarse, porque una cosa muy importante para combatir la incertidumbre es que se cultiven los vínculos, ya sean en la convivencia o los vínculos por vía electrónica.
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¿Cuáles son las medidas prácticas que podemos poner en marcha para intentar preservar la salud mental, para no caer en depresión, en ansiedad?
Evidentemente, para no enfermarse hay que partir de una cosa fundamental que es el tiempo libre, es un tiempo que hay que programarlo y organizarlo; el tiempo no se organiza solo. En la rutina de todos los días, vamos al trabajo, cumplimos un horario, con ciertos objetivos, de tal manera que la organización de nuestro tiempo viene desde afuera, de las mismas exigencias del trabajo o de la profesión, y nos ocurre que cuando dejamos de estar vinculados a ese tipo de cosas, caemos en una suerte de pasividad y no nos damos cuenta de que necesitamos tomar la iniciativa, la delantera, y organizar las cosas, organizar el día a día, organizar las tareas. En cualquier casa, ya sea del que viva solo o el que conviva con otras personas, siempre hay muchas tareas pendientes, que se van dejando porque no hay tiempo. Hay que darse cuenta de que uno no tiene que ser pasivo, no estar a la espera como de un marcapasos externo que indique qué hay que hacer, sino empezar a hacerlo uno, ya sea por sí mismo o en comunicación con las otras personas, si hay convivencia. Esto ayuda inmensamente a no caer en depresión y no vivir en angustia, porque el ser humano tiene adentro una capacidad de organización que, cuando se pone en marcha, se siente satisfecho por haber organizado las cosas y por haber tenido logros con esa organización, le ayuda. Esa organización es de la vida cotidiana, no hace falta nada extraordinario: estamos rodeadas de cosas que habitualmente fueron dejadas, postergadas y que en algún momento se iban a hacer. Hoy se pueden hacer hacer cosas con la casa, con la familia y también con las cosas pendientes de cada uno, porque este es un tiempo que permite una especie de elaboración de cosas interiores, no solo externas, sino el orden de uno mismo, el orden interior, de lo personal. Eso también es una cosa a la que uno puede abocarse y que le va a hacer mucho bien para no caer en depresión, en angustia, en desconfianza y en convicción de muerte inminente, que hace que el sujeto viva aterrado cada día. Son pequeñas cosas con las cuales uno puede ayudarse, están al alcance de cualquiera. Por lo tanto, manos a la manos a la obra, que eso ayuda a la parte anímica. Y sobre todo, si en ese manos a la obra uno también hace cosas físicas, ya sean actividades físicas o tareas físicas, porque eso de "mente sana en cuerpo sano" tiene bastante de cierto. Por lo tanto, organización, acción y logros.
¿Qué herramientas podemos utilizar para comenzar con ese orden interior del que usted habla?
Para ese orden interior es muy importante el diálogo, ya que siempre tenemos cabos sueltos adentro de nosotros, ya sean emocionales, racionales, o laborales, y esos cabos sueltos se mejoran muchísimo a través del diálogo, porque la palabra tiene una característica que se denomina "función esclarecedora", que es muy importante. Cuando hablamos, aunque no tengamos una respuesta total, en ese intercambio se nos aclaran las cosas, hay una especie de nuevo enfoque. Esto es muy interesante, porque en el interior de nuestro cerebro, la conciencia tiene la característica de organizar en estructuras de conocimiento los datos que le llegan; entonces, eso que se llama función esclarecedora de la palabra nos permite organizar nuestra propia conciencia y nos pone un orden interior superior al que teníamos, aunque ese orden implique una pregunta ante la vida o una pregunta ante lo que estamos haciendo. Aun una pregunta nos sirve, porque muchas cosas las hemos ido dejando en el tintero, porque teníamos que trabajar, porque cuando llegábamos estábamos cansados, así que este tiempo se puede utilizar para lograr un reordenamiento interior que nos permita dar un salto hacia adelante con nosotros mismos. Para eso es muy importante el diálogo. Conversar no es una estupidez, trae consigo ese esclarecimiento de las cosas y ese reordenamiento, aun cuando el reordenamiento implique cambiar todo y que uno no esté de acuerdo con lo que estaba haciendo, pero de todas maneras eso ya es muy positivo.
Orden y acción fueron dos de los consejos del psiquiatra Benigno Gutiérrez, para evitar la depresión y la ansiedad. Foto: Unidiversidad
La importancia de los valores de actitud
En varios artículos se aludió a la figura del psiquiatra y neurólogo Viktor Frankl, por esa idea de que si no se puede cambiar una situación dolorosa, al menos se puede elegir cómo transitarla. ¿Cuál es la forma de poner ese concepto en práctica, de evitar que se imponga el miedo?
Viktor Frankl hace referencia a aquellos momentos en los que no se puede hacer nada, que es lo que llama desarrollar los valores de actitud. Es decir, frente a lo inevitable, a lo inmodificable, no gastar las energías ni el tiempo en enojarse, en destruirse y en creer que todo está perdido, sino en aceptarlo, no como para bajar los brazos, sino para ver qué puede hacer uno, con qué cosas uno puede enfrentarse a uno de los factores que existen en este caso concreto, que son los miedos. Acá está rondando el miedo a la muerte, al contagio, al desamparo, a la soledad, todos inmensos miedos; entonces, en lugar de gastar el tiempo en enojarse con una situación que no puede modificar, uno podría decir cuáles son los valores de actitud que puede desarrollar frente a esto, que no es fácil, pero el mismo Frankl demostró que se podía porque estuvo en campos de concentración. Esta situación tiene un enojo de fondo, pero es justamente a lo que uno no tiene que ir, porque si uno va al enojo, no puede hacer nada y malgasta el tiempo, las energías, y se destruye. Los valores de actitud implican que el sujeto, ante una situación de miedo real y concreta, ponga mucho énfasis en que está vivo y está bien, porque en realidad, felizmente, gran parte de los datos negativos sobre esta pandemia están siendo bastante controlados, así que uno se tiene que controlar a uno mismo para no caer en ese miedo, serenarse y poder esperar la evolución de las cosas. Por desgracia, es probable que haya algún porcentaje que por ahora va siendo muy bajo de resultados negativos, pero la mayoría de los resultados serán positivos.
¿Cómo se enfoca esta situación para que sea un aprendizaje, no una forma de destrucción?
Evidentemente acá todo es un aprendizaje, porque es una enfermedad desconocida, un virus desconocido, y se está aprendiendo en todos los lugares del mundo. Como es propio de la condición humana, se aprende sobre cosas concretas y, por desgracia, también sobre errores. Las investigaciones científicas brindan cada vez más conocimientos sobre cómo se puede encarar la enfermedad y sobre todo la terapéutica, porque el aislamiento es una medida preventiva, pero no es una medida terapéutica de la enfermedad cuando ya está desarrollada. Entonces, el aprendizaje es a nivel científico pero también a nivel personal, no hay que esperar que todo el aprendizaje venga desde la ciencia o desde la política, la economía o la sociedad, sino que uno aprende a tomarse en serio esto, a cuidarse, a usar las medidas de protección que son muy buenas: el uso del barbijo que es importantísimo, la distancia social, la higiene de las manos, y esto no es para asustar a nadie, sino porque justamente uno tiene que aprender que así como hay responsabilidades en la ciencia, también tiene que haber responsabilidades en las conductas personales. Este aprendizaje de ser responsables es algo muy importante, porque a veces nosotros tenemos la característica de tomarnos las cosas un poco a la ligera, de que todo se va a arreglar, de que todo es mentira, vale decir, hacemos un mecanismo de negación, que es lo peor para el aprendizaje y para el conocimiento de las cosas.
¿Es posible utilizar el concepto de resiliencia frente a esta situación?
Este es un nombre nuevo para un concepto muy viejo que ya viene desde la época de Hipócrates. Los médicos hipocráticos, justamente, lo que entendían por terapéutica era el cuidado de la salud, porque la solución venía desde el mismo organismo, ya que, en la medida en que la persona era cuidada, el organismos tenia mecanismos internos para reordenarse y reorganizarse en todos los procesos de salud: esa es la resiliencia. Entonces, acá la resiliencia sin lugar a dudas va a estar presente, no porque uno lo diga por decreto, sino porque está viéndose muy claramente cómo en otros lugares del mundo donde están logrando un control, que nosotros también lo estamos logrando, ese control permite la reorganización interna del organismo de cada uno y también la reorganización interna del organismo social al que pertenecemos, ya sea en la microsociedad que es la familia o en la macrosociedad que es en el hábitat al que todos pertenecemos en una nación. Esta característica de la resiliencia no va a dejar de estar presente, porque ya está demostrando que está presente, no es que sea un decreto médico, sino que es una observación que uno la va respetando y que la medicina la viene respetando desde hace milenios. Por lo tanto, el virus es sin lugar a dudas un elemento capaz de causar daño, pero el organismo tiene la capacidad de recuperarse frente a ese tipo de cosas. Por lo tanto, hay que conservar la esperanza, porque la resiliencia no va a desaparecer.
¿Esta situación puede ser una oportunidad para mejorar, para crecer?
La oportunidad depende de cada persona. No existe una oportunidad general, la oportunidad puede ser personal, puede ser grupal o de todo un pueblo. Es probable que nosotros podamos salir teniendo una oportunidad si advertimos claramente que unidos somos más y podemos más, mientras que durante mucho tiempo, mucha gente se encarga de que, en la medida en que nos van desuniendo, nos van llevando a cosas peores. Bueno, ahora acordémonos del Martín Fierro, eso de "Los hermanos sean unidos", porque en realidad eso ayuda inmensamente.
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Vivir el presente con proyecto futuro
Hay religiones, filosofías, que hablan de la importancia de centrarse en el presente, en el aquí y el ahora, no de vivir en el pasado o en el futuro. ¿Este concepto sirve en un contexto como el actual?
Evidentemente hay que vivir en el presente, hay que resolver las cosas que tenemos ahora, pero siempre apuntando al futuro, porque la vida humana es una vida que es un proyecto, vale decir, tiene una teleología, tiene un sentido o una lógica fuera de lo presente, está tirada hacia el futuro, hacia adelante. Entonces, hay que vivir en el presente, hay que resolver los problemas del presente, pero no dejar justamente de proyectarnos hacia el futuro, hacia los objetivos, hacia una planificación o un ordenamiento de la vida en función de logros que vendrán, logros que dependerán en gran parte de nosotros mismos. Esta es una necesidad, porque el ser humano tiene esta característica en su vida, que el futuro es siempre un proyecto, pero sin ese proyecto no se puede vivir, porque es lo que se llama las utopías o un proyecto existencial; por lo tanto, no hay que dejar de pensar en el futuro. Con el pasado, que siempre se hace presente generalmente cuando estamos más tristes, más aburridos, con una gran apatía, hay que tener cuidado, porque en ese sentido es traicionero. Cuando nosotros estamos tristes, se nos aparece un pasado de culpas, de reproches, que a veces es hacia nosotros mismos o de reproches en un sentido colectivo. Ese modelo de vivir en el reproche y en la autoinculpación no sirve para nada más que para destruirnos, es una forma de autoagresión, lo que no quiere decir que uno no pueda analizar el pasado para aprender. Lo puede hacer, pero precisamente para eso, para aprender y superarse, no para quedarse anclado en las culpas, en los dolores, en los reproches, ya sea hacia uno mismo o hacia todo lo que le rodea.
Mucho se ha escrito sobre si los seres humanos saldremos mejores, peores o iguales de esta pandemia. ¿Cuál es su opinión?
No lo sé, hay que observarlo. Si uno lo mira científicamente, sabe que no se puede predecir el futuro. Hay muchos mensajes viralizados de tipo religioso, político, de distintas naturalezas, refiriéndonos a que vamos a hacer un salto hacia una vida mejor, todas estas cosas están siendo esperanzas, que está bien, el ser humano tiene que darse esperanzas, pero no lo sabemos. Si vamos a salir mejor o peor, creo que va a depender de que entendamos que realmente nos podemos ayudar, porque la ayuda es siempre un factor de superación y eso sirve para salir mejor. A veces, cuando hay un enemigo externo, hay una cohesión interna, un poco se da esa situación: el enemigo externo es el virus, algo que viene de afuera de lo humano por así decirlo, y por lo tanto, si nosotros nos unimos, es porque nos amenaza, hay una amenaza que todos tenemos la convicción de que existe. En ese caso, la unión ayuda. El asunto es si luego la vamos a saber preservar.
¿Cree que ponemos mucho peso en la posibilidad de cambio que esto puede generar?
Vamos a ver, eso lo va a decir la misma gente, la misma conducta de todos. Espero que el cambio, si es que hay y si se mantiene de manera constante, sea para bien, sea positivo, para ayudarnos entre nosotros.
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Los padecimientos mentales, sin clases sociales.
En algunas notas periodísticas, se planteó una especie de paradoja respecto de la salud mental y las clases sociales, como que quienes crecieron en la adversidad tienen más herramientas para enfrentar un momento como el actual. ¿Cuál es su opinión?
Esa afirmación de que las clases más desprotegidas o desfavorecidas puedan estar más preparadas, porque diríamos en términos comunes que están más curtidas con el dolor, es falsa, no es así. Con respecto a los sufrimientos de la vida psíquica, las personas más desprotegidas, más desfavorecidas, efectivamente están más desfavorecidas, sufren más, les va peor, de tal manera que no existe frente a la enfermedad y frente al dolor una diferencia de clases sociales que haga que, por mera clase, las cosas se mejoren o den más fortaleza. Lo que creo que probablemente desde todas las clases sociales hay que comprender es que uno tiene que hacer algo para poder superar aquellas situaciones de dolor. Aparte de las ayudas que tengan que existir, tiene uno que hacer algo, porque en esa posibilidad de hacer algún aprendizaje en la superación del dolor es donde nos vamos a poder ayudar, estemos en la clase social en la que estemos. Siempre al que está peor le va a ir peor, por lo tanto, hay que aprender a ver cómo uno y entre todos estamos mejor, porque eso nos va a ayudar.
Finalmente, le pido una reflexión sobre la salud mental de los líderes mundiales, que actuaron de formas tan diferentes: en algunos casos, cambiantes, en otros, desafiantes, y en otros, más tranquilos.
Pienso que la tarea de los pueblos es progresar a pesar de sus dirigentes. Los pueblos buscan permanentemente el progreso porque lo necesitan, porque forma parte del instinto de conservación. Los pueblos no van a las guerras, los llevan a las guerras, los llevan a la muerte; los pueblos buscan la superación, buscan más vida. ¿Por qué digo que progresan a pesar de sus dirigentes? Porque usted me pregunta sobre la salud mental de los líderes mundiales, pero como dice el refrán: "Y por casa, ¿cómo andamos?". Preguntémonos qué ocurre en nuestra casa, porque si no, uno se la pasa viendo la paja en el ojo ajeno. En nuestra casa, por ejemplo, se está viendo una división que está haciendo muchísimo daño: el presidente Alberto Fernández creo que está llevando las cosas de una manera atinada, asesorado por médicos y personal de las ciencias de la salud que le están permitiendo tomar medidas adecuadas. Por otro lado, la vicepresidenta (Cristina Fernández de Kirchner) está tomando medidas propias, que no son decisiones para apoyar al presidente ni ayudar a la gente, sino para aprovechar la oportunidad del dolor para incorporar ideologías que son financiadas con dinero argentino, cuando en realidad el pueblo las necesita para su propia salud y se las están destinando, por ejemplo, a médicos cubanos que no vienen gratis, que hay que pagarlos, cuando el presidente asesorado por médicos y científicos argentinos está haciendo cosas para ayudar al pueblo argentino. En cambio, la vicepresidenta, un líder mundial, se está ocupando de aprovechar la oportunidad para sacar ventajas para una ideología que nadie sabe de qué se trata, pero que en los lugares donde se ha puesto en práctica ha llevado a desastres totales. Esto, si usted lo extiende a esto que se dice, "Describe tu pueblo y describirás el mundo", es así en todos los lugares del mundo y está ocurriendo. Hay gente que colabora, que ayuda, que tiene como objetivo mejorar las condiciones de la vida de los pueblos, y gente que aprovecha la oportunidad para introducir cosas independientemente del dolor de los pueblos.
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