Último programa de "Apuntes": recorrido por sus tres años
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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Fernando Hernández Profesor de Geografía de la Facultad de Educación Elemental y Especial (UNCUYO). Investigador del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, Municipalidad de Mendoza.
Ilustración de Eduardo Alberto González (carbonilla y aguada sobre tela, 1985)
La historia urbana de la ciudad de Mendoza presenta un hecho trágico y de fuerte impacto en la sociedad de fines de siglo XIX y en su territorio: el terremoto del 20 de marzo de 1861, del cual poco se recuerda o, peor aún, se conoce.
La ciudad colonial, con sus 300 años de desarrollo, se había constituido como “… una gran ciudad, muy floreciente…” de casas preferentemente bajas y con su plaza principal que concentraba parte de la vida social, con los desfiles y manifestaciones sociales de la época. En las numerosas representaciones cartográficas que posee la ciudad puede verse, para la primera mitad del siglo XIX, una mancha urbana que comprende 16 manzanas en sentido norte sur, con centro en la actual plaza Pedro del Castillo y que hacia el oeste se extiende hasta la actual Alameda.
Sin embargo, el terremoto fue un evento letal para esta estructura urbana. Como ocurre en estos casos, sin entender muy bien lo que sucedía, la tierra se estremeció tan fuerte que los nervios y la desolación invadieron a los habitantes, que prontamente buscaron al vecino para resguardarse, para comentar lo ocurrido. Los movimientos continuaron, los edificios comenzaron a derrumbarse por bloques. La traza urbana original fue destruida.
Las viviendas residenciales, así como los edificios de gobierno (Cabildo), los edificios comerciales (hoteles), los culturales (teatro), los religiosos (templos) fueron destruidos o afectados de tal forma que el abandono y la soledad acompañaron a este sector durante las décadas venideras.
Se registraron numerosas víctimas fatales pero hubo más perjudicados, ya que la ciudad dejó de existir como tal, de funcionar, y comenzaron las discusiones para su re-fundación en otro sitio. Surgió así la “nueva Mendoza”, pensada por el grupo dirigente bajo otras lógicas, ya no el colonialismo español sino más vinculado al higienismo francés. En contraste, la “vieja Mendoza” aguardará su destino junto a los sectores sociales vulnerables que podrán disponer de una vivienda en medio de los escombros y los recuerdos.
La ciudad creció, como lo había hecho durante sus primeros 300 años de existencia, hacia todas las direcciones y se logró vincular el sector de la vieja Mendoza a través de la Alameda. Así, con la decisión política y alguna convicción, comenzaron las tareas de recuperación del sector, la limpieza de los escombros, el derrumbe asistido de estructuras dañadas, el desarrollo de una nueva traza urbana y se planificó la conservación de algunas ruinas que, aunque fueron reducidas y minimizados sus riesgos, se dejaron en pie.
Hoy, en el Casco Histórico de la ciudad, en la Cuarta Sección, se encuentra el Museo del Área Fundacional, que resguarda los pisos del Cabildo y de la fuente antigua de aprovisionamiento de agua de la plaza principal. Pero también, frente a la plaza, se encuentran las ruinas del templo de los Franciscanos (ex-jesuitas) como único testigo en pie de la Mendoza que fue. Están ahí, esperan ser revisitadas por los mendocinos para conocer un poco más sobre la historia de su antigua ciudad.
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