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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
A casi un mes de la protesta y represión en la cárcel de mujeres de El Borbollón, dialogamos con dos integrantes del colectivo feminista, Emilia Muñiz y Lola Troncoso. Su campaña de donación y la situación de las mujeres que están presas.
Imagen: www.lavozdegalicia.es
Se hicieron conocidas por la campaña de donaciones "Libres de COVID", que motorizaron en contexto de pandemia para mujeres privadas de libertad. Con el apoyo de la Fundación Pulso Educativo, más otras personas y organizaciones, lograron armar 150 bolsones con elementos de higiene personal y limpieza. Los entregaron a detenidas en El Borbollón, en Agua de las Avispas y en el Régimen Abierto de Mujeres (RAM), y están preparando una nueva campaña.
La organización Suculentas Mendoza surge a finales de 2019 con la idea inicial de construir la perspectiva de género y orientar en educación sexual integral a las mujeres privadas de libertad dentro del penal de El Borbollón. Todo esto, a través de talleres artísticos y culturales donde todas puedan estar incluidas.
A raíz de las observaciones y vivencias propias, notaron la necesidad de instalar la perspectiva de género, crítica, en las cárceles de mujeres: “Es fundamental para que puedan llevar una vida un poco más tranquila, un poco más digna”, sostuvo Emilia Muñiz, una de las integrantes de Suculentas que fue docente en el CENS de la Unidad Penal 3 El Borbollón. La organización está integrada, además, por Gabriela Fiochetta, tallerista ahí mismo, y Lola Troncoso, que ahora está cumpliendo prisión domiciliaria y anteriormente estuvo detenida.
Personas privadas de la libertad exigen que se respete su dignidad
En QTH hablamos con Glenda Wagnest, abogada y vocera de las personas privadas de su libertad que a través de un petitorio hicieron conocer sobre cómo es la situación carcelaria que padecen. La letrada explicó "La huelga de hambre se desarrolló el 2 de diciembre inicialmente a nivel de la provincia de Buenos Aires, por falta de insumos alimenticios.
“Lo que hacemos con Suculentas a través de la perspectiva de género es enriquecer y dar fundamento para que ellas entiendan que hay un mejor lugar para las mujeres en la sociedad. Que la mujer no solo está para ser mamá, para ser esposa o para acompañar. Podemos ser protagonistas de algo importantísimo”, compartió Lola Troncoso.
Otro de los ejes que intentan abarcar, además de la perspectiva de género, es la cuestión de los hijos e hijas de las mujeres privadas de libertad. Asegura Lola Troncoso que, si bien existe el OAL, el órgano simplemente “cumple con la cuestión administrativa que indica su nombre de que el niño está a cargo de alguien, pero nadie sabe qué es lo que está realmente pasando con ese chico”.
Respecto de los talleres, aportó Muñiz, “pensamos el tema de la educación como algo horizontal y no con las estructuras arcaicas que tiene el sistema educativo actual, que establece jerarquías. Lo que menos queremos es que ellas sientan aún más jerarquías en un ámbito que nosotras creemos que tiene que ser absolutamente de libertad. Para ella y para todas”.
La protesta y represión del 24 de abril
Cuando en marzo se empezaron a tomar medidas sanitarias en relación con la pandemia, se restringieron las visitas en las cárceles y las detenidas se quedaron sin comunicación con sus familias. A raíz de esto, el juez Sebastián Sarmiento reglamentó el uso de teléfonos celulares con acceso a internet para que las personas de todas las unidades penitenciarias pudieran contactarse con sus vínculos. “En las cárceles de Almafuerte, Boulogne Sur Mer y San Felipe —aseguró Lola Troncoso—, inmediatamente se hizo efectivo. En El Borbollón, no”.
La restricción de las visitas implicó, además, la falta de elementos de higiene y limpieza, que siempre les llevaban de afuera. “Se habla permanentemente de que la primera medida para prevenir el contagio de la enfermedad es mantener higienizado el ambiente, y no había nada para eso. Eso siempre lo proveyó la visita: cloro, lavandina, detergente… El penal no entrega nada”, explicó la mujer.
Denuncian represión en la cárcel de mujeres de El Borbollón
Internas de la Unidad Carcelaria de El Borbollón, que aloja a mujeres, vivió un viernes caótico cuando un grupo de internas comenzó una protesta por mejores condiciones de alojamiento en plena pandemia y todo terminó con la acción del grupo especial antimotines.
Por estos motivos, las detenidas en esa unidad penitenciaria organizaron una protesta sonora y fueron fuertemente reprimidas. Lograron hacer trascender el reclamo y se hizo presente el abogado Alfredo Guevara que, junto con la radio comunitaria La Mosquitera, comunicaron lo que estaba sucediendo.
Foto: www.la5tapata.net
Así se logró ingresar al penal, constatar las heridas y acordar una mesa de diálogo con representantes de la justicia, de la penitenciaría y del Comité de Prevención de la Tortura. “Se logró inmediatamente la autorización del uso del teléfono y la entrega de elementos de higiene… una vez y nada más”, lamentó Troncoso. Lo mismo sucedió con la mesa de diálogo, que no se repitió, a pesar de haber asumido el compromiso de retomarla.
Abrieron un canal de diálogo para analizar pedidos de los internos
Luego de los reclamos de internos e internas de dos penitenciarías de Mendoza se abrió un canal de diálogo. Acordaron sentarse a dialogar integrantes de la Justicia, del Servicio Penitenciario y de organizaciones de derechos humanos para analizar los reclamos de las personas privadas de libertad.
Los servicios de luz, gas y agua volvieron recién el 29 de abril. Desde el día de la represión, en la Unidad Penitenciaria 3 de mujeres hay presencia masculina, “algo que nunca antes había pasado”, según la integrante de Suculentas.
Con una perspectiva muy crítica sobre la situación en las cárceles en general y la de las mujeres privadas de libertad en particular, Lola Troncoso reclamó: “¿Por qué las mujeres siempre tenemos que conseguir nuestros derechos a través de una lucha? Algo que es ley, de uso normal y natural en complejos masculinos, en el caso de las mujeres, es una verdadera lucha, todo es así”.
Estereotipos de género en las cárceles
Es conocida la “Ley Petri” que rige en los penales. Cuando la persona detenida no tiene antecedentes, puede acceder a un régimen de progresión en la condena para conseguir el periodo de prueba y tránsito. El avance se evalúa por la participación en talleres, estudios o trabajo.
Pero la oferta de capacitación en El Borbollón se reduce a textil, cosmetología y peluquería, talleres que, en lugar de problematizar, refuerzan los roles tradicionales femeninos ligados a los cuidados y la estética. Y, según palabras de Lola Troncoso, se realizan en el mismo lugar donde hay clases, unos módulos pequeños que donó la DGE.
En cambio, relata la militante, “los hombres tienen herrería, carpintería, zapatería y también tienen textil. ¿Por qué un hombre puede tener textil y las mujeres no podemos tener herrería o carpintería? Además, el taller textil de San Felipe es enorme y tiene todo tipo de máquinas”.
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Además, la mujer que cumple prisión domiciliaria contó otras diferencias y desigualdades que conoce entre las penitenciarías de hombres y las de mujeres, como la Unidad de El Borbollón. Las cárceles masculinas están construidas para ese fin. En cambio, el penal de mujeres “era un convento de clausura inaugurado en 1976, de las hermanas dominicas”. Eso significa que la penitenciaría de varones “tiene una estructura a nivel diseño que les permite tener patio interno y un baño por celda; la de mujeres es un edificio de tres pisos, como de departamentos (...) Son más de veinte chicas por piso, que tienen tres inodoros y tres duchas, pero no quiere decir que funcionen”.
Troncoso describió que al tener un mismo espacio común compartido por todos los sectores, “cada vez que hay visita, restringe la salida al patio del otro pabellón. O sea que tres días a la semana (viernes, sábado y domingo) tenés que estar encerrada en un espacio mínimo hasta las cinco de la tarde”. El edificio funciona como cárcel desde 2003 y nunca subsanaron el problema.
Las visitas de parejas son “una cuestión más que los varones ya tienen como derecho adquirido”. Se entiende que pueden juntarse y se habilita un lugar para su encuentro. Por el contrario, en El Borbollón, “las mujeres tienen que improvisar una habitación en el baño”.
Lola Troncoso concluyó con una reflexión sobre la situación de las cárceles en general y la estigmatización de la población carcelaria: “Es muy marcada la carga prejuiciosa que una persona que estuvo privada de su libertad va a tener que llevar de por vida”. Con la polémica por las prisiones domiciliarias, “se hablaba de que todas las personas que están en la cárcel son delincuentes de orden sexual o asesinos. El ladrón, el ladrón común y corriente que puebla las cárceles, y es más del 70 %, no está en el ideario y es muy importante conocerlo para cambiar la realidad social”.
“Yo sí creo en el cambio de paradigma —resaltó Troncoso—. Viví muchos años bajo la idea del crimen pasional y hoy hemos logrado que se lo llame femicidio. Ahora resta cambiar el enorme paradigma de las cárceles”.
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