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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El escritor Juan López (autor del guión de la Vendimia 2009) aborda la temática y enciende la polémica por las críticas de escritores y periodistas hacia la publicación de "Tiembla, Mendoza, tiembla", de Roxana Matilde Romano
Es difícil opinar y no irse al pasto, como se dice, cuando los hechos ya están consumados. Si bien no estoy de acuerdo con ciertas decisiones de la gestión de Cultura, la reacción escandalizada de algunos escritores y periodistas ante el texto ganador me parece poco menos que miserable.
Recuerdo que en abril, cuando surgió la convocatoria, un amigo me dijo “che, Juan, ahí te mando las bases, dale, participá”. Como soy empleado público y tengo vedada la participación, me excluí de plano. Pero inmediatamente escribí un boceto de himno a Mendoza, con este pensamiento: a ver, si vos tuvieras que escribir un texto que representara a Mendoza, que la expresara, ¿qué escribirías? Así surgió un texto menor, digamos, que no vale la pena recordar.
Comenté entre mis amigos que había escrito algo, y me dijeron, mirá, si no podés presentarlo vos, hacelo por medio de otra persona. Eso me pareció una estupidez, además de una mentira o un engaño en un tema que no considero menor. Luego, para descargar mi ímpetu creativo, le hice escribir al “Payador incorrecto” una suerte de contrahimno, que subí al blog en abril. Me divertí mucho escribiéndolo, así que, en principio, la idea del himno no me molestó. Al contrario, me pareció estimulante para la creación.
No coincido con quienes dicen que el poema ganador está tremendamente mal escrito o es superficial. Casi todos los himnos son pretenciosos y sumarios. Su redacción tampoco me parece muy equivocada ni que posea problemas graves o evidentes de redacción, salvo un “donde” está un tanto injustificado gramaticalmente. Pero sabemos que en un poema muchas veces se producen “licencias” tanto gramaticales como de sentido, por lo cual criticar vorazmente la redacción de esta letra de himno me parece un no lugar o un acto de petulancia. Tampoco considero criticable la mención de la Virgen.
Aunque yo no sea creyente, no puedo negar que las vírgenes, con su simbolismo de protección, maternidad, fecundidad y compañía espiritual tienen un peso no menor en nuestras culturas. Pero sí hay en el himno una fuerte ausencia que habría que subsanar: los pueblos originarios, esos que borramos del mapa que hoy pisamos.
Pienso que tal vez la gestión de Cultura debió meditar un poco más la decisión de esta convocatoria. Primero, me gustaría saber a quién se le ocurrió la idea, quién o quiénes fueron los que imaginaron que Mendoza necesita un himno. No para señalarlo ni criticarlo, sino para saber de qué cabeza salió la semilla de esta iniciativa, y poder preguntarle por qué la consideró viable. Esto, porque es evidente que esta, en principio, errónea decisión de Cultura, ha afectado injustamente a quien debiera ser la persona más mimada de la situación, la persona que ganó el concurso.
Resulta que ha sido denostada, humillada públicamente, algo que no solo no merece sino que no corresponde. Aquí se desnudaron las miserias propias de la humanidad, que no son exclusivas de la mendocinidad. Estas cosas miserables ocurren en todos lados, y nuestra provincia no abunda en periodistas ni en escritores humildes.
En mis años como corrector en diarios mendocinos y luego como periodista institucional, solamente recuerdo a un periodista que pidió disculpas por algo que escribió y estaba mal. El resto, cuando los critiqué o les señalé la falla, siempre salió con justificaciones, en nombre de la “verdad” periodística o ideas absolutas y principistas similares. Siempre o casi siempre, el error o la falla profesional que yo criticaba quedaba ahogada, sumida ante la magnífica e incomparable importancia del rol de comunicar.
Es decir, yo no espero mucho del gremio periodístico, porque aunque tenga varios amigos en él, que me han ayudado mucho en mi vida, sé que no están a salvo del mal de la soberbia, que es muy grave. Entonces, como necesitamos conocer noticias, enterarnos más o menos de lo que ocurre, debemos pagar el precio de soportar su petulancia. Yo te informo, parecen decir, pero aguántate mis otras cosas.
Con los escritores, y con las personas, pasa lo mismo, repito, en Mendoza como en cualquier parte del mundo. Digo esta obviedad porque está de moda decir que nuestros problemas son solamente nuestros, que en el resto del mundo están bien.
Los escritores necios, y yo muchas veces soy uno de ellos, piensan que cada línea que escriben ha sido dictada por los dioses, los demonios o las musas más exigentes y capaces que puedan existir. Con esta actitud se crean escritores mediocres, algo que por suerte salta a la vista cuando uno lee o se lee a sí mismo y dice o se dice: “Uf, otra vez esta mierda literaria”.
Está claro que estas categorías no son exclusivas de periodistas y escritores. Las podemos encontrar en el carpintero, que no reconoce que clavó mal un clavo, y el clavo está ahí, torcido, a la vista de todos. O en el empresario, que siempre tiene la razón aunque te esté matando a la luz del día. Es un asunto de la condición humana, que se resume bien en estos versos anónimos: “era un coro/ donde todos cantaban la justa”.
Volviendo al himno, creo que Cultura pecó de ingenua, de ignorante o de inexperta. Debió prever esto que está ocurriendo: un buen político es sobre todo una persona audaz pero también previsora.
Debieron, las autoridades de Cultura, tal vez, digo, para no caer en la soberbia que estoy criticando, renunciar a quedar como los más democráticos convocando a un concurso abierto, llamar a los escritores de Mendoza y proponerles escribir un texto que nos representara, quizá con un jurado más numeroso y representativo, uno por departamento (Mendoza es la suma de todas sus partes) y tener muy claro que si el texto no aparecía, no surgía, podría ser que se debiera a que no es fácil escribir algo que nos represente. Y no es fácil, entre otras cosas, porque es extemporánea, pienso, sospecho, la necesidad de un himno para Mendoza.
Por último, quiero decir que la ganadora del concurso debería estar tranquila, que compitió y ganó en buena ley, algo obvio pero que ha sido cuestionado y vapuleado por nuestra actitud egoísta y mezquina de siempre. Ella ha quedado en el fuego cruzado de escritores, periodistas y criticadores, una realidad que demuestra que un himno debe, sin duda, ocultar nuestras miserias y exaltar nuestra historia, nuestros derechos y deberes, pintar nuestra “geografía” y poner bien en alto nuestras incontables e inmaculadas virtudes.
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