Síndrome del impostor: por qué puede ser negativo para el desarrollo laboral de la mujer
Así se denomina a la experiencia de infravalorar logros y dudar de las propias capacidades. Especialistas creen que, en vez de centrar el análisis en esas sensaciones individuales, el foco debe estar en el sistema social existente.
“No tengo la preparación suficiente”, “Lo logré de casualidad”, “Otra persona puede hacerlo mejor que yo”, son los pensamientos que se les presentan a algunas personas y que las llevan a autoexcluirse o infravalorar sus logros. Especialistas lo llaman “síndrome del impostor” y aseguran que afecta más a las mujeres, haciendo que se priven o dejen de ocupar espacios y cargos. Sin embargo, otras expertas hacen hincapié en que no hay que poner el foco en las sensaciones individuales, sino en las estructuras sociales que hacen que ciertas personas lleguen a lugares que otras no.
El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes y no se trata de una enfermedad, sino de una experiencia, sostienen. Sentir que no hiciste méritos suficientes para merecer los éxitos que obtuviste, atribuir a un golpe de suerte los logros conseguidos, son algunas de las afirmaciones y sensaciones que caracterizan a este “síndrome”.
“Existen personas inseguras, que no creen en sí mismas y dudan de sus capacidades”, señaló la psicóloga Nilda Bautista, en diálogo con Unidiversidad.
Años más tarde, autoras como Jessamy Hibberd y Valerie Young terminaron de definir el concepto. Esta última, en su libro The secrets thoughts of successful women, especificó que este síndrome aparece en siete de cada diez personas, tanto hombres como mujeres. Según el International Journal of Behavioral Science, más del 70 % de las personas se ven afectadas por pensamientos de creerse impostores en el lugar de trabajo en algún momento de sus vidas.
Sin embargo, otras especialistas afirman que sí existe la diferencia entre hombres y mujeres, ya que a estas las afecta más. “Cuando una mujer falla en algo, piensa que no vale y, si triunfa, piensa que ha tenido suerte. Cuando los hombres fracasan, en cambio, tienen lista una excusa, ya sea que el jefe era duro o que hay una crisis mundial", dice Elisabeth Cadoche, autora del libro El síndrome de la impostora junto a Anne de Montarlot, que se publicó en febrero de este año.
Problema estructural
Sin embargo, existen cuestionamientos a este concepto. La psicóloga Jessamy Hibberd, por su parte, hace hincapié en la diferencia entre la falta de confianza en uno mismo y el síndrome del impostor, ya que hay un sistema patriarcal que "condiciona a las mujeres: se espera de ellas una ambición menos obvia, y a su vez, no se encuentran representadas en ámbitos de poder".
En un artículo publicado en la revista Harvard Business Review en febrero, las activistas y periodistas Ruchika Tulshyan y Jodi-Ann señalaron: “El síndrome de la impostora dirige la mirada a las mujeres en lugar de centrarse en arreglar los lugares de trabajo”. Ese síndrome, sostienen, “no es una especie de patología psicológica" sino que "se debe a que el sistema está diseñado para excluir a las mujeres, sobre todo si no son blancas, de clase media y de capacidades estándar”.
En diálogo con Unidiversidad, la socióloga Claudia Anzorena advirtió que no hay que caer en la trampa de poner el problema sobre las personas, sino en las estructuras sociales existentes. "Las mujeres pueden tener sensaciones particulares, pero no hay que decir que estas les ponen límites porque es tramposo con nosotras mismas. Existe todo un andamiaje y cuestiones estructurales que hacen que algunas personas lleguen y otras no”.
Para Anzorena, especialista en género y políticas públicas, es difícil saber cuáles son las sensaciones de cada mujer, pero lo que sí está claro es la existencia de todo un sistema que otorga estereotipos y roles a las personas y establece para qué actividades tienen más capacidad. En el caso de las mujeres, las tareas de cuidado o las ciencias sociales y humanas, hablando de carreras académicas.
También ocurre que, en ocupaciones netamente femeninas los cargos jerárquicos están ocupados por varones, señaló la socióloga, que explicó que, además del "techo de cristal", ese ascenso que encuentra un tope, existe el "piso pegajoso", dificultades de base por las que no se puede despegar, y escaleras rotas, interrupciones en el desarrollo profesional debido a las responsabilidades y trayectorias de vida de las mujeres.
Es por esto que "el análisis de la exclusión y explotación hay que hacerlo de manera relacional”, afirmó Anzorena. La incorporación de las mujeres en el mercado laboral, por ejemplo, se debe hacer teniendo en cuenta las cuestiones estructurales que hacen que no se inserten.
“No hay que caer en la idea de coaching, centrada en que, si te lo proponés, lo lográs", agregó la socióloga, porque existen cuestiones de género, de raza y de clases. En otras palabras, existen la desigualdad y la discriminación; por esa razón, no se debe caer en la trampa de culpar a las mujeres de no tener confianza en sí mismas ni voluntad, asegurando que esa es la causa de sus problemas, como no acceder a un buen empleo o a cargos de poder.
La psicóloga Tamara Kogan comentó que en lugares de trabajo donde el poder se encuentra concentrado de manera desigual en cuanto a géneros, es muy común que se respire una atmósfera laboral en la que se perpetúan cotidianamente diversas conductas misóginas, discriminatorias y hostiles, facilitadas por el abuso de autoridad y que naturalizan la desvalorización, el menosprecio, la invalidación personal y profesional hacia mujeres y disidencias.
"La objetivización, la invisibilización, la repartición estereotipada de tareas asociándolas a ciertos géneros, los micromachismos, el mansplaining, entre otras, alimentan la desigualdad estructural de oportunidades laborales y de crecimiento profesional", señaló Kogan.
Al sostenerse en el tiempo este clima laboral hostil, "la salud de las personas se puede ver integralmente afectada, lo que socava la autoestima", destacó la psicóloga. En este punto, pueden aparecer constantes sentimientos de frustración, desconfianza hacia las demás personas y, principalmente, hacia las propias capacidades profesionales, "las que se ven constantemente invisibilizadas y/o criticadas, y emerge una sensación de “no ser suficiente”, de que los logros son inmerecidos, lo que comúnmente se conoce como “síndrome del impostor”, "incluso ponen en duda la propia vocación", explicó.
Estos sentires sostenidos en el tiempo pueden tener consecuencias en la salud de la persona. "Suelen vivenciarse diversos síntomas de ansiedad y depresión, como trastornos del sueño, hipervigilancia, dificultad para concentrarse, irritabilidad o angustia". Además, "es muy común la aparición de otras afecciones, como el estrés laboral crónico, el síndrome de fatiga crónica, el síndrome del quemado o burn out, o fibromialgia, entre otras", afirmó la especialista.
"En muchos casos, estas patologías retroalimentan la frustración laboral y la duda acerca de las propias capacidades, por lo que el foco de la problematización se coloca en la persona, se fomenta el aislamiento que nutre todos los síntomas, y se distorsiona la verdadera causa contextual de la situación, la desigualdad sistemática", afirmó Kogan.
"Es muy importante visibilizar y compartir estas situaciones en espacios seguros, tomando una dimensión colectiva que libere del aislamiento individual, para poder humanizar los espacios de trabajo y ejercer nuestras profesiones de manera satisfactoria", finalizó la psicóloga.
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