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20 DE DICIEMBRE DE 2024
La licenciada en Economía Belén Paz explicó que las tareas del hogar —que históricamente recaen sobre las mujeres— son centrales para la sostenibilidad de la vida y sin ellas nadie estaría en condiciones de salir al mercado de trabajo. La equidad socioeconómica solo se logra si se modifica la desigualdad de género.
Foto: www.observatoriooiss.ieric.org.ar
Las medidas neoliberales que marcan la actualidad del país tienen legitimación, pero también tienen resistencia. El impacto económico de esas políticas públicas también se ve en forma de brechas de género laborales, desigualdad salarial y feminización de la pobreza. Tres especialistas hablaron al respecto en el Primer Encuentro sobre Economía Feminista y los desafíos ante la crisis actual, que se hizo en la Facultad de Ciencias Políticas (FCPyS) de la UNCUYO. El eje disparador y de cierre fueron los cuidados: esas tareas que históricamente recaen sobre las mujeres y no se pagan, pero son indispensables para que una persona esté alimentada, higienizada, descansada y sana para trabajar. Sin todo esto, el sistema capitalista no podría funcionar.
Problematizar esa situación —o tenerla en cuenta— es fundamental para pensar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. Sucede que la división entre trabajo productivo (remunerado) y reproductivo (no remunerado) queda atravesada por los mandatos y estereotipos de género: los varones pueden y deben salir al mundo a conseguir trabajos que les permitan proveer a sus familias; las mujeres pueden y deben quedarse en casa para cuidar a sus familias y eso no se paga.
La Cátedra abierta de Economía Social, Solidaria y Popular, el Centro de Estudios de Economía Social y Solidaria (CEES) y la Secretaría de Extensión y Relaciones Institucionales de la FCPyS invitaron a tres especialistas para la primera jornada del encuentro. Se trata de Belén Paz, licenciada en Economía, Valentina Ledda, socióloga becaria doctoral de Conicet, y Carolina Brandariz, docente, también socióloga y exdirectora de Cuidados Integrales.
Ante una aula colmada de asistentes, Belén Paz acercó algunos conceptos básicos de la economía feminista que, explicó, es rupturista y busca modificar la desigualdad de género como paso necesario para lograr la equidad socioeconómica. La especialista, también integrante del Área de Políticas Públicas de la UNCUYO, Propuso incorporar un enfoque más realista y menos teórico que considere el trabajo doméstico y de cuidados como central en la sostenibilidad de la vida.
“Las políticas de ajuste siempre terminan siendo de doble ajuste para las mujeres", sostuvo Belén Paz. Foto: Prensa FCPyS
“Sin el trabajo doméstico y de cuidados, el sistema capitalista no podría funcionar”, afirmó. Pero los cuidados no tienen la centralidad que deberían. Todavía no es fácil hacer entender que para que una persona pueda salir al mundo laboral, alguien tiene que encargarse de hacer sus comidas, limpiar la casa, lavar la ropa, comprar enseres, cuidarla cuando se enferma y un gran etcétera. Todas esas tareas y muchas más ocupan el tiempo y la carga mental de las mujeres, a quienes se considera naturalmente preparadas para eso, aunque sea, lisa y llanamente, una construcción cultural.
Es cierto que, en las últimas largas décadas, las mujeres han ingresado masivamente al mercado laboral, pero la carga del trabajo doméstico todavía pesa sobre ellas. Y también es cierto que ese ingreso se ha dado, mayoritariamente, en sectores relacionados con sus roles tradicionales de cuidado, como salud, educación o trabajo doméstico.
Todo esto se puede pensar en conceptos de economía feminista que Paz explicó en términos sencillos. Tanto la segregación horizontal —entre las actividades— como la segregación vertical —entre las jerarquías— impactan en la diferencia entre los ingresos. En las actividades tradicionalmente masculinas se cobra más que en las femeninas (comparemos, por ejemplo, la ingeniería con la docencia), y en los cargos más altos se cobra más que en los más bajos.
A su vez, introdujo la economista, esto se relaciona profundamente con el techo de cristal —ese límite invisible de barreras culturales que les dificulta a las mujeres ascender a cargos superiores— y el piso pegajoso —el hecho de que, a pesar de todo, tienen que seguir encargándose de las tareas del hogar y no pueden dedicarse al máximo al desarrollo de sus carreras profesionales—. Eso marca la brecha de cuidados: las mujeres realizan el 75 % de las tareas del hogar y los hombres, el 25 %.
Y el contexto es verdaderamente desalentador, ante un gobierno que ganó las elecciones prometiendo un ajuste que, paso a paso, va cumpliendo. “Las políticas de ajuste siempre terminan siendo de doble ajuste para las mujeres. Porque cuando no hay fondos para la educación, cuando no hay fondos para la salud, cuando no hay fondos para la seguridad social, suelen ser principalmente las mujeres quienes terminan haciéndose cargo de esa falta de financiamiento”, concluyó Paz.
También hay otros términos que no son estrictamente de la economía como disciplina, pero sí tienen que ver con la perspectiva feminista y sirven para nombrar realidades y situaciones concretas que atraviesan la vida de las mujeres. Belén Paz se refirió a las desigualdades que signan la violencia de género, y particularmente, a la violencia económica, que se manifiesta de diversas maneras: a veces, los varones les restringen a sus novias o esposas la posibilidad de tener sus propios ingresos y manejar dinero; otras veces, aunque ellas trabajen, ellos le limitan la posibilidad de disponer de sus propios recursos.
El problema no es solo que no entienden a las mujeres como personas adultas, capaces e independientes, sino que una mujer sin autonomía económica también pierde la posibilidad de salir de un hogar violento. Las brechas son, entonces, formas de sostener un orden desigual.
La integrante del Instituto de Trabajo y Producción de la UNCUYO Valentina Ledda, por su parte, analizó los indicadores principales y secundarios de ingresos y la diferencia entre varones y mujeres a nivel nacional y local. En términos generales, no solo la situación es más desfavorable para las mujeres en cuanto a tasas de actividad, empleo, desocupación, subocupación y registro, sino que, además, la brecha de género es más amplia en el Gran Mendoza que a nivel nacional.
“Los cuidados son el nudo de la desigualdad”, dijo Carolina Brandariz. Foto: Prensa FCPyS.
Desde Buenos Aires y por videollamada, Carolina Brandariz fue la última expositora e introdujo una reflexión sobre el impacto económico que tiene el tiempo que, por mandato, las mujeres le dedican al trabajo doméstico no remunerado. “Los cuidados son el nudo de la desigualdad”, afirmó la compiladora del libro No es amor. Aportes al debate sobre la economía del cuidado, y por eso, a la hora de diseñar políticas al respecto, hay ciertas ideas para tener en cuenta que tienen que ver con la centralidad de estas tareas para la sostenibilidad de la vida, las desigualdades de género y el rol del Estado.
Primero, hay que incorporar la idea de que el cuidado es un trabajo y, como tal, hay que reconocerlo y remunerarlo. Segundo, y como contracara de lo anterior, el cuidado es un derecho. Hay grupos poblacionales que requieren mayores cuidados —por ejemplo, personas con discapacidad o con algún problema de salud mental—, pero, además, todas las personas requerimos cuidado en algún momento de la vida.
La especialista recomendó, además, tener en cuenta políticas de tiempos que jerarquicen los cuidados; educación sexual integral para derribar estereotipos que sobrecargan a las mujeres en esas tareas; políticas de reconocimiento económico a quienes, de hecho, se encargan de cuidar en espacios como comedores, espacios para personas con discapacidad o con consumos problemáticos, sitios de trabajo comunitario, etc. Para concluir, explicó Brandariz, es fundamental desfamiliarizar el cuidado, institucionalizarlo, hacerlo depender de la gestión comunitaria o estatal, pero que no recaiga exclusivamente en las familias y, por mandato, en las mujeres de las familias.
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