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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
La discusión no es gramatical y la controversia se da en la arena sociopolítica, ganando terreno en las calles y las instituciones. Opinan lingüistas y cientistas sociales.
Imagen ilustrativa de Télam
A pesar del empeño de los académicos por rechazar su uso o minimizar sus alcances, el lenguaje inclusivo se afianza en los intercambios coloquiales y se instala en organismos públicos como el Pami o la Universidad de Buenos Aires, (también en Facultades de la UNCUYO) pero a la vez que estos avances parecen empujar los argumentos para avalar su aceptación también instalan el riesgo de transformarlo en un gesto de corrección política sin impacto para corregir las desigualdades de género.
Empezó a circular entre los jóvenes, primero en conversaciones informales y luego como parte de manifestaciones sociales que emergieron a partir de las movilizaciones de NiUnaMenos, hasta que el tema se filtró en la escena mediática y ya no hubo marcha atrás: ocurrió durante las tomas de colegios que tuvieron lugar en junio de 2018 para reclamar por la legalización del aborto, cuando la vicepresidenta del centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini fue entrevistada por un canal de noticias y apeló a palabras como "nosotres" y "diputades", entre muchas otras expresiones de género neutro.
Hoy, en una nueva etapa evolutiva de la discusión, ya son muchos los organismos públicos que lo incluyen en sus protocolos de comunicación, como Pami, la Universidad de Córdoba y la de Buenos Aires o las distintas dependencias de la gobernación bonaerense. Esta institucionalización tiene correlato en las frecuentes apelaciones del presidente Alberto Fernández al "todes" y también al "amigues".
UNCUYO suma lenguaje inclusivo en la Facultad de Educación
El Consejo Directivo de la Facultad de Educación de la UNCUYO aceptó el uso del lenguaje inclusivo y no sexista para aquellas personas que se identifiquen con la práctica cultural. También decidió solicitar que se realice una jornada de sensibilización con una propuesta de reglamentación para debatir el tema y acordar democráticamente su implementación.
"Cada comunidad linguística va fijando sus normas y sus reglas sobre lo que se puede decir y de qué modo. En el caso del lenguaje inclusivo -que prefiero llamar no binario- surgió de los espacios activistas feministas y ahora es recogido por distintas instituciones y espacios que van más allá del feminismo. La institucionalización siempre es un debate porque quizá no es la batalla principal que se da con este tipo de lengua", explica la periodista María Florencia Alcaraz, autora del libro "¡Que sea ley!".
"La RAE, que se supone es la institución que 'legitima' las reglas y normas de las comunidades lingúisticas, no reconoce el uso del lenguaje no binario. Por lo tanto no es el único objetivo de esta batalla cultural porque puede derivar en corrección política y no soluciona el problema del lenguaje. Sin embargo, es interesante cómo esta demanda que surge de los espacios más activistas es tomada por instituciones como las universidades y los organismos gubernamentales", acota.
La literatura, otros de los campos donde se dirimen las transformaciones de la lengua, no tardó en acusar recibo de esta "disidencia" que busca romper las estructuras atávicas del español y posicionarse frente a las desigualdades de género: la editora y escritora Ana Ojeda publicó recientemente "Vikinga Bonsai" la primera novela escrita en lenguaje no binario.
"Venía escribiendo una fabulita atravesada por discusiones que estaba manteniendo en distintos ámbitos de mi vida (qué entendemos por "sororidad", cuáles son sus límites, qué tipos de parejas deseamos, qué maternidad queremos habitar, etc... -cuenta la autora a Télam-. En ese marco, el inclusivo me permitía trasladar algo de radical actualidad a la ficción pero además me habilitaba jugar con un set de sonidos inhabituales, que me parecen muy plásticos. Y abrir la ficción a un conjunto de demandas sociales".
Infografía: en qué universidades está admitido el lenguaje inclusivo
"Alumnxs", "todes", "les chiques", son algunas de las formas de expresión que tiene el lenguaje inclusivo y que estudiantes de varias universidades del país pueden usar al momento de escribir sus tesis y otros trabajos académicos sin recibir sanciones.
"Si fuera una estupidez, como sostienen quienes no se sienten cómodes con él -que no lo usan pero, sobre todo, no quieren que otres lo usen-, no se escandalizarían ni tratarían por todos los medios de que el inclusivo siga haciendo su camino. Y aclaro que el origen del inclusivo de género no son los hablantes jóvenes de clase media, sino las comunidades LGTTBIQ+ que vienen luchando por visibilidad y ampliación de derechos desde hace décadas", subraya Ojeda.
Pese a esos avances, la Academia Argentina de Letras no ha flexibilizado su postura en los debates por la utilización del lenguaje inclusivo: "Las instituciones estatales quieren aceptar esos usos con objetivos sociopolíticos pero desde el punto de vista lingüístico, no pueden fundamentarse", explica su presidenta, Ana María Zorrilla.
"Una lengua, un cuerpo lingüístico, no puede inventarse o reinventarse de la noche a la mañana. No podemos reemplazar las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque tenemos la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica", sostiene.
Según Zorrilla, hasta que se concrete un cambio lingüístico pueden pasar más de cien años: "El lenguaje inclusivo no es un cambio lingüístico -asegura-. Responde a una posición sociopolítica que está fuera del sistema gramatical. Por lo tanto, ninguna de las veintitrés Academias de la Lengua Española podrá legitimarlo".
Hace unos meses, en el marco de la Feria de Editores, el lingüista Santiago Kalinowski y la ensayista Beatriz Sarlo sostuvieron un contrapunto sobre el tema que Ediciones Godot convirtió en un libro titulado "El lenguaje en disputa": si bien ambos coinciden en que "la realidad no está configurada por la lengua", la autora de "Escenas de la vida posmoderna" sostiene que los cambios en el habla no pueden ser impuestos por una minoría , en tanto que el investigador asegura que el inclusivo "no busca ser gramática, por lo cual es indiferente a las decisiones de la RAE".
"Los estudiantes son los primeros demandantes del lenguaje inclusivo"
El debate sobre la aceptación o no del lenguaje inclusivo en las instituciones académicas es un hecho. El auge del feminismo y el replanteamiento en la forma de uso del lenguaje generó que en algunas Universidades Nacionales, se tome la decisión de empezar a utilizarlo, a aceptarlo.
"La intervención que se conoce como 'lenguaje inclusivo' ha demostrado que tiene una gran potencia para traer a la superficie de la conciencia pública una agenda de género muy específica. En el marco de los discursos públicos que rodean una tensión social concreta -la que resulta de los privilegios de los que goza el varón heterosexual- ha tenido un impacto notable", explica el lingüista a Télam.
Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas que desarrolla sus actividades en la Academia Argentina de Letras -aunque aclara que su postura es personal y no coincide con la posición de la institución- está convencido de que "el lenguaje inclusivo está llamado a ser un hito discursivo en la historia de las luchas políticas humanas" y si bien considera "altamente improbable" que su presencia institucional tenga algún efecto, "no ser parte de la gramática no disminuye en nada su potencia o su pertinencia sencillamente porque volverse gramática nunca fue su objetivo".
No cambia la desigualdad, pero visibiliza las marcas del patriarcado
Hay consenso entre lingüistas, investigadores y escritores en que la utilización del lenguaje inclusivo no modificará las bases de la desigualdad porque "la lengua por sí sola no tiene posibilidad de precipitar un cambio en la realidad social y política", aunque estas intervenciones sobre la lengua operan como un disparador para debatir la matriz patriarcal que los feminismos han instalado con fuerza en la agenda social.
Emmanuel Theumer, docente de la Universidad Nacional del Litoral, considera que el avance del lenguaje inclusivo puede leerse como un punto de inflexión en las transformaciones culturales en curso porque "otorga legitimidad a un tema que es resistido e inaugura nuevas normas que invitan a ser empleadas y que pueden mostrar su potencial para denunciar la ausencia o exclusión de las mujeres o desestabilizar el binomio del género, abrir fronteras de reconocimiento para las personas trans y no binaries".
"El lenguaje inclusivo trae a escena otros modos de pensar el cuerpo, de pensar ese nosotres que nos hace comunidad lingüística. Su primera lección es la poner a temblar las certezas con las que hemos construido nuestro propio género. La segunda, que estamos empujades a tomar un posicionamiento ante una lengua denunciada por androcéntrica y hetero-cis-sexista. No hay vuelta atrás", enfatiza a Télam.
Theumer sostiene que no se trata de una moda, en tanto este reclamo ya estaba presente en los 70 a partir de muchas autoras feministas que comenzaron a denunciar las marcas masculinas de la lengua castellana: "La polémica por un lenguaje inclusivo no se entiende en Argentina sino es al calor de los activismos sexodisidentes y feministas, especialmente tras el Ni Una Menos. Han abierto una disputa por las convenciones lingüísticas con las que nos vamos a pensar como sociedad", explica.
La potencia con la que reaparecen hoy los cuestionamientos al lenguaje es consecuencia de la visibilización de los reclamos al patriarcado y habilita varios interrogantes: ¿La lengua española tiene sesgo machista? ¿Contribuye a profundizar las desigualdades de género o es inocua?.
"Hoy no podemos afirmar categóricamente que el español es un idioma machista. Sin duda, en otras épocas eran los hombres los que trabajaban y las mujeres estaban en el hogar cuidando a sus hijos. Esto se reflejó naturalmente en la lengua, pero los tiempos han cambiado. No obstante, aún hay vestigios de aquellas épocas: 'la fiscal', 'la juez', 'la médico'", explica a Télam la presidenta de la Academia Argentina de Letras, Ana María Zorrilla.
"En la Argentina, se prefiere el femenino: 'la jueza', 'la médica', pero se usa 'la fiscal', a pesar de que ya está registrada la palabra 'fiscala'. Esto ocurre porque así se usó siempre, y no todos saben que el sustantivo ya tiene su femenino. En el siglo XXI, no podemos decir que la lengua contribuye a profundizar las desigualdades de género", subraya la académica.
La escritora y editora Ana Ojeda, autora de "Vikinga Bonsai" -la primera novela escrita en lenguaje inclusivo- cree que estas intervenciones sobre la lengua permiten debatir la matriz patriarcal que los feminismos han instalado con fuerza en la agenda social: "Es una herramienta muy efectiva para plantear estos temas, en efecto, porque resulta muy disruptiva para todes aquelles que no quieren pensar hasta qué punto la minorización de las mujeres es una realidad", alega.
¿Los avances que se advierten últimamente en la utilización de expresiones con género neutro como "todes" o "chiques" contribuyen a saldar la desigualdad? "Es verdad que la lengua por sí sola no tiene posibilidad de precipitar un cambio en la realidad social y política", explica a Télam el lingüista Santiago Kalinowski.
"Frecuentemente, se intenta descalificar el lenguaje inclusivo citando alguna lenguas, como el guajiro o wayúu, hablada en parte del territorio actual de Colombia y Venezuela, que, en contra de lo que pasa mayoritariamente, tienen como no marcado el femenino en lugar del masculino. Se sostiene, con razón, que eso no logra que la mujer mejore su situación", agrega.
Sin embargo, "una vez que se reconoce que la lengua no modifica la realidad como por arte de magia, también es necesario reconocer que los cambios sociales y políticos que tuvieron origen en distintas vanguardias de la historia (sean revolucionarios de Francia en el siglo XVIII, de Rusia o de Cuba en el XX, o por el voto universal en Argentina) siempre se acompañaron de herramientas discursivas con las que propagar sus ideales y crear consensos acerca de la necesidad de volver realidad ciertas transformaciones", concluye.
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