Silvia Minoli: “Me gustaría que este libro sea una herramienta más para combatir la violencia de género”
A doce años de aquel 4 de septiembre cuando comenzó a buscar a Johana Chacón y Soledad Olivera, la exdirectora de la escuela Virgen del Rosario plasmó en un texto la lucha de la comunidad de Lavalle por visibilizar la violencia. Dijo que es esencial advertir la problemática en las infancias, y abrir el diálogo para que chicas y chicos cuenten lo que les pasa.
Silvia Minoli motorizó la búsqueda de Johana Chacón y Soledad Olivera. Foto: Unidiversidad
Silvia Minoli dice que este 4 de septiembre será distinto, que este año transitará el recordatorio de las vidas y los femicidios de Johana Chacón y Soledad Olivera con una fuerza diferente. La razón es que, después de doce años, decidió que era tiempo de escribir un libro, de contar sus historias y la lucha de la comunidad de Lavalle, primero por encontrarlas y después por hacer justicia. Ella anhela que ese texto circule, que transite las aulas, las bibliotecas, que sea un puente para abrir el diálogo, para que chicas y chicos se animen a hablar, a preguntar; que sea, más que ninguna otra cosa, una herramienta para erradicar la violencia de género.
La tapa del libro Por ellas, por todas. Johana y Soledad, víctimas del silencio resume todo. Está el nombre de Silvia, la docente que lideró la movilización; están los rostros de las dos mujeres; está la imagen del mural que pintó la comunidad de Lavalle con un signo de interrogación por cada año que faltaban; está el nombre de Ángeles Acosta, la periodista que se encargó de la prensa del caso, un reflejo de las personas que no conocieron a las chicas, pero impulsaron la causa. Está todo eso sobre un fondo violeta, el color de los feminismos y sus luchas. Está todo.
"Hay que pensar en ese niño o niña que desde chiquito es violento o violenta, que pega, que no puede pertenecer a un grupo de un modo armónico. Ahí es donde tienen que actuar los gabinetes escolares", dijo la docente. Foto: Unidiversidad
“Fueron muchos 4 de septiembre, pero este tendrá una fuerza especial”, dice Silvia desde el living de su casa, donde recibe a Unidiversidad. Cuenta que recién ahora sintió que podía transitar el proceso de escritura, revivir tiempos dolorosos que marcaron su vida, que la unieron para siempre a esas dos mujeres desde el 4 de septiembre de 2012, cuando decidió salir a buscar a su alumna Johana y a Soledad, la madre de tres niños que asistían a su escuela, visibilizar su falta y movilizar a la comunidad.
“Hay muchos chicos y chicas que ya no saben quiénes eran Johana y Soledad, que no saben o no toman dimensión o conciencia de lo que es la violencia de género, de dónde sale, en qué espacios se nota más, en qué espacios se denuncia menos. Todo eso me pareció importante dejarlo por escrito y trabajarlo en las escuelas. Me gustaría que este libro circule, que sea una herramienta más para combatir la violencia de género”, expresa.
Silvia presentará el texto el 2 de octubre en la Feria del Libro de Mendoza, que se realizará en el Espacio Cultural Julio Le Parc. Sin embargo, este 4 de septiembre, esas páginas cobrarán vida, se transformarán en una herramienta para reflexionar sobre la violencia contra las mujeres, las políticas públicas, el papel de las instituciones y de la Justicia, y la fuerza de la organización social.
La comunidad educativa de la escuela Virgen del Rosario motorizó la búsqueda de las dos mujeres. Foto: Unidiversidad
Dos vidas, una crónica
El libro está estructurado como una crónica que se inicia el 4 de septiembre de 2012, cuando le avisaron a Silvia que Johana, alumna de la escuela Virgen del Rosario, de la que era directora, no llegó a su casa. En ese momento, la comunidad educativa impulsó la búsqueda y se enteró de que nada se sabía de otra mujer, Soledad Olivera, mamá de tres pequeños que asistían al mismo colegio, ubicado en la localidad de Tres de Mayo, en Lavalle, y a la que su familia buscada desde noviembre de 2011.
El texto cuenta la historia de esas dos mujeres, que vivían muy cerca una de la otra en esa zona rural, que conocían a Mariano Luque, el hombre que en 2017 y 2018 respectivamente fue condenado por el homicidio de ambas, ya que en ese momento no existía la figura de femicidio. Y, con el relato de esas vidas, de las privaciones y vulneraciones que sufrieron, se imbrica la búsqueda incansable de la comunidad educativa por encontrarlas primero y por exigir justicia después.
Silvia presentará el libro el 2 de octubre en la Feria del Libro de Mendoza. Foto: Unidiversidad
El libro como testimonio
¿Por qué decidiste escribir el libro?
En realidad, mucha gente me preguntó si iba a escribir un libro, pero a mí me parecía medio loco. Yo no soy escritora, escribir un libro es una cuestión muy seria, que lleva tiempo, que tiene un manejo del vocabulario; hay que ponerle no solo amor, sino mucha atención, buscar quién lo corrija. En ese momento, vino un amigo de mi hijo que es escritor, nos sentamos a charlar y me dijo que él quería escribir el libro. Entonces me relajé, porque realmente yo quería que quedara por escrito la historia. Pasó el tiempo, le pregunté qué había pasado y me dijo que se sentaba a escribir y tenía la sensación de no haber participado, que había cosas muy claves para escribir que no las podía manejar. Y es verdad, para el que no vivió esta historia, es como que le cuentan un cuentito y se puede impactar más o menos, pero no lo siente como cuando participás de esto. Entonces, dije: "Llegó el momento, hay que escribir", y comencé en enero.
¿Sabías que sería una crónica?
Sí, tenía la idea de que fuera una crónica, porque para hacer una narración, una descripción, tenía que ser mucho más minuciosa, y a lo mejor iba a ser menos entendible para los y las lectoras. En cambio, una crónica me parecía mejor, ese respeto por cada paso, cómo fuimos entrando en esta historia, qué es lo que fuimos logrando, cómo se incorporaron las organizaciones sociales, los y las periodistas y cada paso de la causas judiciales, que fueron tan importantes. En realidad, empezó siendo un esquema, porque siempre tendí a hacer resúmenes, y después empecé a ampliar. Me di cuenta de que había mucho más para decir, entonces hice el camino inverso, comencé a agregar cosas en ese esquema, a cambiarlas de lugar. Además, es una historia bastante intrincada, hasta las relaciones familiares son difíciles de entender.
¿Sentiste temor por tener que revivir todo lo que pasó?
Sí, tenía temor, creo que por eso pasaron tantos años como para decir: "Ahora me animo, ahora puedo con esto, o por lo menos creo que puedo con esto". Pero, para contestarte, sí, volví a las tristezas, a las broncas, volví a vivir un montón de sentimientos que en realidad no se fueron nunca, estaban ahí, que quedan debajo de otros sentimientos que son más importantes. Y fijate que yo me baso, porque la memoria es bastante efímera y más después lo que me pasó [sufrió un ACV], en todos los artículos que escribieron en los medios de comunicación y en la carpeta que armamos en la escuela, que fue valiosísima, que no la empezamos el primer día, pero sí a poco de comenzar a organizarnos, porque les dije: "Chicas, hay que ir registrando", entonces están las notas que enviábamos cada semana a las familias diciendo las actividades que íbamos a hacer, a las organizaciones que se sumaron. Escribir fue un proceso bastante duro. Muchos me preguntan si ahora estoy más aliviada y puede ser que ver concretado el libro me dé una cierta tranquilidad, pero esta historia no va a dejar nunca de ser dolorosa para mí. No es un sentimiento que se pase. Creo que se suaviza, se atenúa. Es una rabia contra la injusticia, o contra la falta de justicia, la falta de equidad, la falta de igualdad que tenemos no solo los varones de las mujeres, de las diversidades. No, acá hay una cuestión económica, los pobres de los ricos, entonces todo el proceso es doloroso.
El 4 de septiembre de 2012, Johana bajó del micro en la puerta de la finca donde vivía. Fue la última vez que la vieron
La escuela como abrazo
En este proceso de escritura, ¿revalorizaste el rol de la escuela y sus docentes? Porque, sin ustedes nada se hubiera sabido.
Sí, es como que revaloricé el trabajo que hicimos. Yo soy muy exigente, sobre todo conmigo, entonces, en ese momento me daba mucha bronca cuando veía que había gente que se iba abriendo y que ya no le ponía la misma garra. Hoy lo entiendo porque dije: "Son chicas más jóvenes, tienen chicos, tienen dos trabajos", y, además, lo ideológico es muy importante, qué convicciones tengas para estas cosas. Recuerdo que cada vez que hacía algo, llegaba a la escuela, reunía a las chicas en el recreo y les decía: "No quiero que se sientan presionadas, no es para que participen, pero me parece un deber de mi parte comunicarles qué estamos haciendo, por dónde va la causa". Me escuchaban, me agradecían, pero fuimos muy poquitas las que llegamos al final, casi nadie, te diría. Por eso agradezco tanto y pongo tanto en valor todo este acercamiento de gente que no pertenecía y que me sostuvo de una forma impresionante. También me di cuenta de que el gobierno escolar estuvo ausente en un montón de situaciones en las que debería haber estado sosteniendo nuestra tarea, avalando y ayudando; eso fue un agujero. No sé si te conté que una vez me llamaron para retarme porque yo había desobedecido una orden de mi supervisora; yo lloraba. Fue volver a vivir todas esas emociones. Por eso ahora te lo cuento y me emociono, me sale una mezcla de bronca, de tristeza, de fuerza, que creo que es lo que nos llevaba adelante en esto. También soy consciente de que si el primer día, cuando me llamaron por teléfono y una compañera me dijo que Johana no había llegado, hubiera dicho: "Chicas, esto no es responsabilidad nuestra", o no hubiera dicho nada, ahí quedaba la cosa.
¿Siempre supiste que era tu deber?
Sí, no lo dudé un segundo. Es más, hoy me preguntás y lo volvería a hacer; corriendo con todo lo que implicó, lo volvería a hacer. Lo haría a lo mejor de distinta forma, exigiendo más compromiso de parte del gobierno de una u otra forma; exigiría apoyo, sobre todo apoyo psicológico, porque nosotras necesitábamos de una contención de grupos que están, que son grupos técnicos capacitados para eso, psicólogas, trabajadoras sociales; los grupos también son muy pequeños, hacen lo que pueden. Me acuerdo de que fueron a la escuela como a los diez días de lo de Johana, organizaron una jornada, no me dejaron entrar. Después me explicaron que querían saber si yo presionaba a mis compañeras para participar. Ellas les dijeron que no, que lo hacían porque querían. Yo no lo podía creer, porque era gravísimo lo que estaba pasando, no solo dos mujeres desaparecidas y una niña que era del sistema educativo, sino la movilización que fomentábamos llamando a la población a participar. ¿Cómo no iban a preguntar qué necesitábamos?
El día que desapareció Johana, Silvia se enteró de que también faltaba Soledad Olivera, a la que su familia buscaba desde 2011. Foto: Unidiversidad
Abrir el diálogo
¿Por qué fue importante escribir este libro?
Hay muchos chicos y chicas que ya no saben quiénes eran Johana y Soledad, que no saben o no toman dimensión o conciencia de lo que es la violencia de género, de dónde sale, en qué espacios se nota más, en qué espacios se denuncia menos. Todo eso me pareció importante dejarlo por escrito y trabajarlo en las escuelas. Me gustaría que este libro circule, que sea una herramienta más para combatir la violencia de género. Hay que poner el tema de nuevo en escena, hay que rescatarlo. Yo estoy disponible, ya les he dicho que no voy a cobrar absolutamente nada, pero sí me parece importante que las y los educadores tomen conciencia de cómo lo tienen que trabajar, porque no son solamente las historias de Johana y Soledad, todo lo que pasó, lo que hicieron la escuela y las organizaciones, sino que lo importante es que no pase más. Uno saca este tema y empieza a ver que hay ojos que se abren grandes porque algo está pasando ahí. Después de que nosotros vivimos lo de Johana y Soledad, íbamos a las escuelas secundarias a hablar y surgieron un montón de denuncias, sobre todo en la escuela secundaria: denuncias de chicas abusadas desde niñas por familiares o el vecino, o niños o niñas que tenían una elección sexual diferente, no se animaban a decirlo y se sentían discriminados; es decir, un montón de situaciones aparecen cuando uno rescata estos temas y se anima a hablar. Tenemos que aprender a abrir el diálogo y que las familias dialoguen. La escuela no toca estos temas, la cuestión de la educación sexual integral (ESI), que la ponemos, la sacamos, que en este momento no sé si está funcionando o no. Y hay un material que es impresionante, está bien hecho, se puede trabajar desde el jardín de infantes a través del juego de roles. Vos ves en un grupo de chiquitos cómo juegan con los bebotes, qué le dice el papá a la mamá, si la trata mal, si golpean a los muñecos. Hay un montón de situaciones que visualizás a través del juego.
Siempre dijiste que la escuela y la familia son los lugares esenciales para detectar estas situaciones.
Sí. Primero, el concepto de familia hay que cambiarlo. Ya está de papá, mamá, de nene o nena y de la familia típica y tradicional. Hay que entender que las familias son aquellas personas que se vinculan de una forma especial, a través del amor o como pueden, que generalmente viven bajo el mismo techo, sobre todo cuando hablamos de menores que son vulnerables. Yo digo siempre, ¿para qué vamos a pensar cuántos años de prisión le vamos a dar al femicida? No, hay que pensar en ese niño o niña que desde chiquito es violento o violenta, que pega, uno se da cuenta como docente de que no puede pertenecer a un grupo de un modo armónico, que es problemático; entonces, es ahí donde tienen que actuar los gabinetes escolares. La maestra, el maestro detecta, dialoga con la familia, que puede estar de acuerdo o no, pero hay que hacer un seguimiento. Generalmente, no hay rechazo de parte de la familia. No sé en zonas con un poder económico más elevado, pero en la ruralidad, en las escuelas urbanas marginales o periféricas, generalmente, si la escuela llega bien a la familia, con afecto, la familia se apoya mucho en la escuela, respeta lo que le dice la maestra. Hay que aprender a decir las cosas de un modo que no hiera, sin retar, porque no somos nadie para retar, pero sí, la familia y la escuela son ejes fundamentales. Hay que pensar que la escuela no fue reemplazada por la inteligencia artificial y por todo esto de la tecnología porque hay mucha disparidad económica, hay un poder adquisitivo muy diferente en una zona que en otra. Quedó demostrado en la pandemia: había niños y niñas que no tenían un teléfono o que tenían un teléfono para toda la familia y lo compartían. Entonces, mientras no se equipare eso, y los chicos y chicas puedan decir: "¿Para qué voy a ir a la escuela, si puedo seguir la clase online?", que tal vez llegue ese día, pero hoy no pasó, la escuela sirve como medio para socializar, para nivelar esas diferencias o hacerlas menos dramáticas, para aprender a convivir en grupo o en comunidad. La escuela es importantísima y los maestros, las maestras, tienen el deber de observar qué le está pasando a ese niño a esa niña que está triste, que hoy se acercó a la maestra a contarle tal cosa, prestarle atención. Por ahí, los observás en el patio y te das cuenta de que juegan de forma distinta o están aislados. Hay signos en las infancias que nos dicen que algo pasa. Después, hay que ver con qué medios contamos, y ahí generalmente son muy pocos. No es que cada escuela tiene su gabinete, sí lo tiene la secundaria, pero la secundaria ya tiene otra forma, otra lógica, son más grandes, pero igual hay que estar muy presentes.
¿Qué te gustaría que pase con el libro?
Me encantaría que estuviera en las escuelas, en las bibliotecas de las escuelas, que circulara, no te digo para los más chiquitos, porque tiene partes muy fuertes, que cuentan cosas terribles, pero me parece que, a partir de quinto grado, pueden leer este libro, en lo posible, en compañía de la familia o de la docente. Eso es lo que me gustaría, que fuera una herramienta para mejorar todas las condiciones en las que vivimos, las condiciones emocionales y de todo, porque acá se trata de la dignidad, se trata de que hay algo muy importante. Te doy un ejemplo. Fijate que algunas amiguitas de Johana sabían que la abusaban; yo me vine a enterar en el juicio, cuando declararon. ¿Por qué esas nenas no dijeron nada? Por fidelidad a su amiga, porque ella les había dicho que no contaran nada, y entonces hay que hacerles entender que una cosa es ser buchón o buchona, como dicen ellos, y otra cosa son estos temas, es decir, diferenciar lo terrible que puede ser esto, que me estén vulnerando un derecho, acosando, tocándome. Me parece que el libro puede ser herramienta para hablar estos temas. Por lo menos, esa es la intención, para advertir qué conductas son las que tenemos que alejar de nuestras vidas y denunciarlas.
La exdirectora de la escuela Virgen del Rosario dijo que seguirá trabajando para erradicar la violencia de género. Foto: Unidiversidad
La tarea de concientizar
¿Qué sigue después del libro?
Eso es lo que me he planteado después de terminarlo. Sentía un vacío y dije: "Ahora, ¿cómo seguimos?". Creo que, para mí, seguir será continuar haciendo lo del año pasado, participar de alguna reunión donde me inviten a hablar del tema. He estado en el INTA, que tiene algunos grupos de género. Donde haga falta llevar el libro o la experiencia, ahí quiero estar y ver si podemos seguir concientizando, porque esto no ha parado, ese es el problema. Seguimos contabilizando cada día la muerte de mujeres; ni hablemos, porque no los tienen registrados, de los casos de acoso y las violaciones, hay muchos que ni siquiera se denuncian. Entonces, ese es el objetivo del libro y quiero seguir con eso.
Me gustaría conocer tu visión sobre el retiro del Estado respecto de las políticas de prevención y acompañamiento.
Estos temas nunca tuvieron el presupuesto que se necesita para salvaguardar la vida de las mujeres, ni las infancias abandonadas, ni el hambre, pero ha habido gobiernos donde se hicieron leyes, por lo menos se motivó, se habló del tema, se pusieron recursos para trabajar en las escuelas, y ahora veo que vamos retrocediendo. Justamente, mi intervención quiere sumar, que se visualice que están faltando cosas y que tenemos que aprender a pedirlas. Así como salimos en grupo con organizaciones a pedir por Johana y por Soledad, y por otras chicas que desaparecieron y de las que lamentablemente todavía no se sabe nada, tenemos que aprender a defender aquello que nos hace bien y que, según el gobierno de turno, lo tenemos o nos lo sacan. No puede pasar eso, no puede ser que venga alguien que tiene una ideología diferente y cambie un formato de vida, que cambie las leyes. Eso es tremendo, es una falta de respeto al trabajo, no de un gobierno, sino a la suma de acciones que vamos logrando con el batallar de las organizaciones. Yo creo mucho en las organizaciones sociales, la fuerza que tienen no la tiene ninguno de los tres poderes del Estado, porque eso es muy variable, y por eso hay que seguir trabajando en eso. Hay que entender que el patriarcado lo llevamos todos y todas en la cabeza, no es de los varones solamente. No estamos señalando al varón con el dedo porque es el responsable, la sociedad es patriarcal. Entonces, hay que ir cambiando eso. En algunos momentos, parece que avanzamos con algunas leyes, y después, con otros gobiernos, vamos retrocediendo porque las quieren sacar. Por eso es esencial hablar sobre el tema, apostar al diálogo y a la concientización.
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