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12 DE DICIEMBRE DE 2024
Walter Graziano, columnista del diario "Ámbito", explica por qué es inviable. Esto, a raíz del renacimiento de un sector, autodenominado "anarcocapitalista", que sueña con la paridad dólar-peso y cuya idea se ha expuesto en medios nacionales ante la fuerte devaluación.
Según la consultora Walter Graziano y Asociados, y en su columna publicada este jueves en el diario porteño Ambito.com, es imposible dolarizar hoy en la Argentina. Las razones son, principalmente, siete; partiendo de la base de que sería una medida inconstitucional, existe además una serie de factores sociales y económicos que no acompañarían con éxito una decisión de este calibre.
"Lo que se hace cada vez que se pregona la dolarización en los medios no es otra cosa que un acto de propaganda. A eso hay que sumar una advertencia al lector: este grupo –muy ruidoso en medios, pero inexistente como factor de peso social– ha venido coqueteando con otra idea: la abolición del Banco Central y la adopción de la total libertad para emitir moneda: algo que no se aplica en ningún lugar del mundo", advirtió Graziano.
Punto por punto, los argumentos para entender la inviabilidad de esta propuesta
1) La dolarización es inconstitucional y, por lo tanto, ilegal. En efecto, el artículo 75 inciso 6 de nuestra Constitución establece que debe existir un banco federal con la potestad de emitir moneda. O sea, se establecen una moneda nacional, un banco central y un único emisor de moneda nacional.
2) Dolarizar no es una medida cualquiera que pueda tomarse un día porque uno se levantó con las ideas cambiadas. Para dolarizar, se requiere que todos los pesos depositados en los bancos y en circulación entre la gente sean canjeados por los dólares de las reservas del BCRA, y deben ser reservas de libre disponibilidad; de otra manera, ese canje sería imposible. Por lo tanto, de los 66 000 millones de las reservas del BCRA habría que restar los encajes de los argendólares, que son cerca de USD 17 000 millones, y los USD 19 000 millones del swap de monedas con China, que no son reservas de libre disponibilidad. Quedarían USD 30 000 millones, de los cuales habría que restar también otros activos que no constituyen reservas de libre disponibilidad, y muy probablemente también el dinero del FMI, que fue otorgado para pagar la deuda y no para dolarizar. Pero supongamos que, por arte de magia, pueden utilizarse esos USD 30 000 millones. Pues bien, la cantidad de depósitos en pesos y de circulante en el público supera con creces los USD 100 000 millones, por lo que sería necesaria una devaluación de más del 300 % para poder dolarizar. Se necesita un dólar de cerca de $ 150 por dólar. Vale recordar que la cifra necesaria de reservas para dolarizar es muy superior a la necesaria en una convertibilidad, dado que en la dolarización no es suficiente canjear la base monetaria por las reservas porque si los depositantes desean retirar sus depósitos, los bancos deben poder entregarles a los depositantes el 100 % de sus activos en dólares, por lo que hay que convertir a divisas el 100 % de los depósitos y circulante en el público.
3) Si la probabilidad de un default de 2020 en adelante luce nada baja hoy en día, ni hablar entonces de la que habría en la dolarización: el BCRA se habría quedado sin reservas y el Tesoro solo contaría con la recaudación para pagar no solamente el gasto operativo, sino los intereses y hasta el propio capital de la deuda si los mercados decidieran no renovarla. Por lo tanto, el dislate de dolarizar es desde el punto de vista fiscal múltiple: se cae en el riesgo de defaultear, además de la deuda, las jubilaciones y salarios del sector público si la recaudación es insuficiente por una eventual recesión o cualquier otro factor y los mercados no financian el faltante. Los problemas no concluyen allí: no se podría tener una deuda flotante como la que hoy hay de Letes porque se corre el riesgo de caer en situaciones inmanejables y el default sería un fantasma omnipresente. El riesgo país sería estratosférico en una dolarización argentina.
4) Las cuentas externas del país, se trate de la balanza comercial o se trate de la cuenta capital, expondrían al sector financiero a vivir momentos de iliquidez, en caso de haber déficit de balanza comercial o fuga de capitales al exterior, para las que no habría posibilidad de financiamiento transitorio de ninguna autoridad monetaria. En tal caso, los dólares saldrían del sistema financiero al exterior y dejarían a muchos bancos en situación muy comprometida. Los bancos serían los primeros en caer en la auténtica picadora de carne que generaría una dolarización en nuestro país.
5) Desde el punto de vista del nivel de actividad, la economía argentina quedaría librada a la situación de precios relativos que la Reserva Federal de los Estados Unidos, subiendo o bajando las tasas de interés, quisiera imponer a aquella economía por motivos totalmente ajenos a la economía argentina. Si el dólar subiera o bajara de manera fuerte en el mundo, la economía argentina quedaría expuesta a sufrir bruscas recesiones o expansiones, sin posibilidad de morigerarlas con las tasas de interés ni con instrumentos que aumenten o disminuyan la liquidez.
6) Desde el punto de vista de la rentabilidad del sector bancario, la dolarización implicaría la necesidad de muy altos encajes, dado que habría que impedir a toda costa que una corrida contra un banco lo deje sin efectivo de dólares para atender el retiro de depósitos. Una caída de un solo banco se convertiría rápidamente en una corrida sistémica, dado que el público sabría perfectamente que no hay ninguna asistencia posible del BCRA a ningún banco. Pero sería un dilema propio de Hamlet, dado que con altos encajes en dólares en Argentina, el negocio bancario tendería a mudarse al exterior.
7) La deuda de Argentina con el FMI se convertiría en eterna. Nunca podríamos pagar al Fondo y dar las gracias porque habría que juntar un superávit de USD 57 000 millones más intereses para cancelar el crédito o, en su defecto, encontrar otro financiamiento, el cual sería imposible de obtener si se tiene en cuenta que muy probablemente nadie estaría dispuesto a prestarle dinero fresco a un país que no cuenta con política fiscal ni política monetaria y posee alta probabilidad de default.
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