Los siete años infernales del fotocopiador
El testimonio de Guido Actis dejó una estela de sensaciones entre los presentes de la última audiencia del juicio contra los represores militares y sus cómplices civiles. Aquí, los detalles de un día que quedará como uno de los más importantes de la historia del juicio en la crónica del sitio juiciosmendoza.wordpress.com sobre la jornada 26 del debate.
El testigo memorioso y resistente. Actis contó su estremecedora historia. (Foto: juiciosmendoza.wordpress.com)
Es muy simbólico, Guido Actis es una de esas personas clásicas del centro de nuestra Ciudad. Es un verdadero vecino citadino. Su negocio de fotocopiado es una de los más característicos de la calle Garibaldi. Pocos transeúntes pueden imaginar los datos que guarda su memoria. Una memoria de elefante. Eso se vio en la jornada 26 del juicio por crímenes imprescriptibles que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 1. Es como si el hombre hubiera fotocopiado en su cabeza uno de los períodos más horrendos de su vida y que tenía la particularidad de ser también un recorte de la historia negra de la Argentina y de Mendoza, más precisamente.
A continuación la crónica publicada por el sitio
juiciosmendoza.wordpress.com, dedicado al seguimiento periodístico del juicio histórico.
Represión a delegados sindicales
Guido Esteban Actis describió, con impecable exactitud y gran lucidez, los hechos que rodearon su detención, desde el intento de secuestro que sufriera el 13 de febrero de 1976, frente a su domicilio, en el que fue baleado en las manos, hasta su libertad definitiva en 1983.
El testigo fue detenido el 20 de febrero de 1976, una semana después de su fallido secuestro, cuando se presentó acompañado por dos policías a la sede del D2. Entró a cara descubierta y fue derivado al sector identificado como “Área Restringida”. Una vez adentro dijo haber visto a la cordobesa Silvia Peralta “con un vestido rojo”; después le colocaron la venda y recibió una golpiza de grandes dimensiones. A partir de ese momento su relato sobre el D2 fue similar a los aportados por las y los detenidos en el operativo de febrero del 76.
Actis resaltó la agonía sufrida por Miguel Ángel Gil y la torre humana, que según opinó, le causó la muerte. Más aún, escuchó, “parece que se nos fue uno” de boca de los guardias, enseguida los gritos de Marcos Ibáñez y finalmente, un silencio absoluto. Actis manifestó que Miguel Ángel Gil murió allí, en el D2.
Respecto de los ataques sexuales en esa dependencia policial, hizo memoria de la vejación contra una compañera de la que reservó su nombre pero admitió que las violaciones contra las mujeres estaban generalizadas y eran sistemáticas. En un tramo de su declaración evocó a Silvia Peralta que, según supo, fue vendida por la policía de Mendoza a los padres de la detenida. Cuando la familia se trasladaba hacia Córdoba, el vehículo fue interceptado, balearon a su esposo y ante sus padres fue nuevamente secuestrada. Silvia fue vista por última vez en el Centro Clandestino La Perla, donde se perdió su rastro.
Larga permanencia en el Penal
Actis llegó a la penitenciaría el 27 de febrero del 76 junto a los y las detenidas del mismo operativo pero, a diferencia del resto de sus compañeros, permaneció más de dos años en la cárcel local.
Describió con gran precisión la disposición de los pabellones, el aislamiento y los garrotazos recibidos en los calabozos de castigo, y proporcionó el nombre de numerosos penitenciarios. Entre ellos identificó a Bianchi, Bonafede y Barrios como quienes estaban de guardia el día de la golpiza de julio del 76. Agregó los nombres de Quenán, Linares, Sachetti, Galignana y otros, desde alcaides hasta celadores. Asimismo, confirmó el relato de la mencionada golpiza liderada por el Ejército y aseguró que la comandaba Ledesma, quien se ensañó particularmente con él. Como un paréntesis a las penurias, Actis recordó que en 1978 fue trasladado al Hospital Militar para ser operado de una rodilla. Allí se cruzó con dos detenidas, Rosa Gómez y Alicia Peña, hecho que dio inicio a otra historia. Después de dos años y ocho meses en el penal provincial fue trasladado a las cárceles de Caseros y La Plata. Obtuvo libertad vigilada en noviembre de 1982 y libertad definitiva en el 83.
De su paso por el penal mendocino destacó que estuvo 365 días sin visitas. También recordó la despedida del desaparecido Santiago Illa, quien dejó las celdas creyendo que salía en libertad. Por otro lado, reconoció los buenos oficios del sacerdote Latuff, quien favorecía la comunicación entre los detenidos y sus familias.
“No teníamos derechos… No confiaba en la justicia”
A pesar de la excelente memoria demostrada por el testigo, presentó registros difusos de su vinculación con la justicia de aquellos días, ya que descreía de su función. Aseguró que en su primer contacto se abstuvo de declarar porque el escribiente era un policía, según le advirtieron. Tiempo después supo que el juez actuante en aquel momento era Rolando Carrizo.
En 1979 Actis fue absuelto por el juez Guzzo. Sin embargo, la Cámara revocó la decisión. El testigo no recordó que en esa ocasión el fiscal que solicitó se revocara su absolución, invocando la declaración hecha por él firmada en el D2, fue Otilio Romano. En cambio, rememoró con claridad que en septiembre de 1979 el juez Garguir y su defensor, Guillermo Petra, lo visitaron en la cárcel de La Plata. El juez, con todo desparpajo, le dijo: “Los militares no quieren que usted salga sin condena” –esta expresión la sostuvo frente a Guillermo Petra, su defensor designado–, y anticipó que le aplicaría cuatro años. Actis insistió en que no confiaba en los magistrados y opinó: “Encubrieron todo”.
Para finalizar, recordó que durante su detención mantenía relación por cartas con aquella detenida que se cruzó en el Hospital, Alicia Peña. En julio de 1982 se casaron en el penal y hasta hoy siguen siendo compañeros de vida. Con un “¡Salud!” cerró su declaración.
En rescate de la democracia sindical
Guido Actis, representante de la Dirección de Estadísticas y Censos, fue el último detenido de entre los delegados de ATE que también pertenecía a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), secuestrado en el Operativo de febrero del 76. El intento de organización del sindicalismo combativo, con gran representación de base, fue blanco de la represión a lo largo del país. En Mendoza, sólo en esta causa, se cobró la vida de Marcos Ibáñez, representante de los trabajadores de la Terminal de Ómnibus, y de Miguel Ángel Gil, delegado de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), ambos muertos en la tortura.
Fuente: juiciosmendoza.wordpress.com
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