Sharenting, una práctica en redes sociales que expone la vida de bebés y niños
Advierten que el contenido que padres y madres comparten de sus hijos en internet puede ser imposible de borrar. Cuáles son los derechos de la niñez en lo que respecta a su privacidad.
Foto ilustrativa: Pixabay
El hábito de documentar y compartir en redes sociales fotos, videos y datos sobre el crecimiento de los hijos se volvió tan popular que existe una nueva forma de llamarlo. Se trata del sharenting, una expresión en inglés que combina las palabras sharing (compartir) y parenting (crianza). Debido a la expansión de este fenómeno, muchos fotógrafos se especializaron en capturar imágenes de chicos, incluso antes de su nacimiento.
El sharenting es una práctica digital que se masificó y consiste en que los responsables de la crianza de un niño o niña compartan sus imágenes en redes sociales. Simplemente haciendo una búsqueda rápida en Instagram, hay 21 millones de fotos y videos publicados con la etiqueta #bebé, y otros 9 millones con el hashtag #niño. Es una seguidilla de fotografías producidas o casuales que capturan a un bebé minutos después de haber nacido; también a niños durmiendo, cumpliendo años, comiendo, cantando, bailando o dándose un baño.
El acceso generalizado a dispositivos de foto y video alimenta día a día ese archivo abierto a todos los usuarios de redes sociales. La magnitud del fenómeno es tal que un área de la fotografía comenzó a profesionalizarse en el retrato de infancias.
La explosión de la fotografía infantil
"En estos últimos 6 o 7 años fue el gran boom de la fotografía de niños en Argentina", explica a Télam Sayi Serra, fotógrafa infantil. En 2014, se realizó por primera vez en el país el Congreso de Fotografía Infantil "Smile", un evento que reúne y capacita todos los años a fotógrafos latinoamericanos.
"Mi fotografía nació con ese empujón inicial que me permitió crecer en un corto plazo", cuenta Sayi, que participó en ese evento y comenzó tomando fotos de sus sobrinas como un pasatiempo. Hoy tiene su propio emprendimiento, "Pequeño Mundo Fotografía", y retrata a chicos de entre 1 y 6 años junto a sus familias.
"Siempre ofrecí fotografiar embarazos y, en el último tiempo, también partos. Me resulta interesante el ciclo de la maternidad hasta el primer año del bebé", agrega. Es que, dentro de la fotografía infantil, hay una rama que se especializa en el registro de bebés recién nacidos.
Foto: Unsplash
Ese estilo fotográfico surgió en Estados Unidos durante los 90 y se denomina new born (recién nacido, en castellano) porque se realiza durante los primeros 15 días de vida, cuando el bebé conserva naturalmente la posición fetal y alcanza un sueño profundo que permite fotografiarlo.
Se trata de una disciplina que incorpora al set elementos como cestas, coronas, arcos y accesorios, que recrean un escenario de "cuento de hadas". Son fotografías producidas y con mucho trabajo de posproducción.
Las fotos que resultan de esas sesiones pueden formar parte de un fotolibro y mantenerse en el círculo familiar, pero la mayoría de las veces circulan en redes sociales, en los perfiles de sus madres y padres, e incluso en el del fotógrafo que las tomó y muestra a través de ellas su trabajo. "Generalmente, la persona que te pide las fotos llega a vos por las redes sociales y sabe que es posible que le consultes si podés compartir las fotos de sus hijos en tu perfil de Instagram", explica Sayi. Sin embargo, aclara: "Yo hago una lectura previa de la familia: antes de la sesión, miro sus perfiles de Facebook para ver cómo son, si publican fotos de los chicos, de la pareja, si son reservados con esas cosas".
Qué implica la sobreexposición de las infancias
Las redes sociales se caracterizan por la inmediatez en la interacción, la masividad de su uso y la potencial viralidad de sus contenidos.
"Pueden pensarse como una manera positiva de vincularse: muestro cosas positivas e inmediatamente recibo reacciones positivas, un 'me gusta' valida esa imagen que quiero transmitir", explica a Télam Mariel González, psicóloga de niños y adolescentes, y se pregunta "qué es más positivo que la imagen de un niño y su ingenuidad, su espontaneidad".
Para González, "lo que habría que evaluar es qué impacto puede tener esa sobreexposición en el niño en su etapa constitutiva". Desde la psicología, la constitución subjetiva del niño está atravesada por la mirada del otro, "ese otro son los padres como fundantes y constitutivos". Plantea entonces una pregunta: "¿Qué pasa cuando, además, hay miles de miradas más atrás de la pantalla?".
Foto: Unsplash
David Goldschmidt tiene dos hijos y esporádicamente utiliza las redes sociales; muchas menos son las veces que comparte fotos de sus hijos.
"No comparto fotos de los chicos en situaciones privadas porque me resulta incómodo. De alguna manera, el derecho de imagen es de ellos, que aparecen en las fotos, y, aunque sea su padre, solamente administro sus derechos hasta que sean adultos", cuenta David en diálogo con Télam.
Y hace una distinción entre el retrato y "una foto grupal, durante un cumpleaños o reunión familiar, donde salen acompañados de más personas".
La huella digital, lo que no se puede borrar
Toda nuestra actividad en Internet deja un rastro, construye la identidad pública de una persona en un entorno digital. "La huella digital es la reputación de las personas en Internet. Esta reputación es construida a partir de información que sube la persona, pero también terceros vinculados a ella'', explica a Télam Carlos Richieri, fiscal especializado en cibercrimen.
La huella digital es un recurso disponible y ampliamente utilizado. "Cada vez que estamos en una investigación penal, pero también empresas que hacen búsquedas laborales, se realizan averiguaciones muy profundas sobre la reputación digital de una persona", dice Richieri.
"Una persona no tiene control pleno de su reputación digital, pero sí puede regular aquello que comparte uno o las personas de su entorno", señala el fiscal, y agrega: "Cuando se trata de la información de los niños, sus padres son los que van construyendo esa huella, y lo que pueda provocar cuando el niño sea adulto, no lo sabemos, no lo conocemos".
Foto: Unsplash
Derechos de privacidad en la niñez
Si bien los derechos de niños y niñas muchas veces son ejercidos por los padres o sus responsables legales, la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes N.º 26061 contempla en su Artículo 22 tanto la voluntad del niño como la de sus padres o responsables de crianza, al momento de exhibir o divulgar datos privados o de su vida familiar.
Esa perspectiva jurídica les da mayor protagonismo a los chicos y chicas porque establece que deben ser escuchados, incluso cuando su voz entre en conflicto con alguna decisión que tomen los padres.
"En el caso de niños pequeños, posiblemente no tienen la capacidad de brindar ese consentimiento que se exige, pero no dejan de ser reconocidos como sujetos de derechos, con capacidad de hablar por sí mismos y tener la oportunidad de ser oídos", indica el fiscal.
Según Richieri, los padres deben tomar conciencia acerca de la irreversibilidad del contenido que se comparte en Internet.
"Una foto que se publica en Internet es imposible de eliminar totalmente; alguien puede capturarla y utilizarla con fines distintos a los que tuvo cuando fue publicada", explica Richieri, y detalla algunos ejemplos: "Estas imágenes se pueden utilizar para acoso escolar entre los compañeros o para hacer 'ciberbullying' (acoso a través de medios digitales); también por agresores sexuales o para hacer una sustitución de identidad".
Pero, además, Richieri advierte que "el sharenting suministra información tan específica, como datos de ubicación, que podría facilitar delitos que se cometen fuera del entorno digital, ya sea abusos, secuestros o robos".
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