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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Cómo se resignifica el erotismo y la sensualidad en la plena exposición de la era digital.
Valentina Arias, CONICET- FCPyS, UNCuyo.
Publicado el 21 DE NOVIEMBRE DE 2018
El protagonismo que los medios digitales tienen en nuestra vida ha trasladado gran parte de nuestras prácticas cotidianas al escenario digital. Dentro del abanico de actividades “digitalizadas”, encontramos aquellas ligadas a la seducción y a las relaciones sexuales. El sexting, un neologismo formado por la contracción de las palabras en inglés sex (sexo) y texting (enviar mensaje de texto) da cuenta de una práctica cada vez más común: usar la cámara de fotos del teléfono para fotografiarse o filmarse en situaciones eróticas y compartir estas imágenes de manera privada (en una conversación vía WhatsApp) o pública (posteos en redes sociales, por ejemplo).
Luego de esta definición mencionamos una serie de características particulares: el contenido del sexting se basa en fotos de carácter erótico aunque también pueden ser videos de corta duración; las imágenes pueden ser enviadas con o sin texto, en todo caso, la imagen siempre es el rasgo central; la imagen es obtenida de manera voluntaria por quien se fotografía y suele ser tomada en soledad y luego compartida; finalmente, el dispositivo tecnológico es un elemento indispensable para la realización de la práctica, siendo usados habitualmente los teléfonos inteligentes (esto es, con cámara de fotos y acceso a Internet), pero eventualmente pueden ser cámaras web o tablets.
¿Es el sexting una práctica absolutamente novedosa o la mera repetición de algo ya existente? La producción y el intercambio de fotos y videos de desnudos han existido desde el nacimiento de las técnicas que los hicieron posibles. Así, sólo un par de años después de la divulgación del daguerrotipo en 1839 encontramos las primeras imágenes de mujeres desnudas. La aparición del cinematógrafo data de 1895 y el primer cortometraje de un cuerpo desnudándose fue realizado tan sólo un año después. Algo similar ocurrió con la tecnología VHS y, por supuesto, Internet. A su vez, los jóvenes y adultos han intercambiado fotos de sus desnudos desde que la técnica lo posibilita. Las cámaras Polaroid, por ejemplo, alentaron la producción y el intercambio de fotos eróticas sin necesidad de enfrentarse a la vergonzosa situación de ir a una casa de revelados y las cámaras de video habilitaron la creación de videos eróticos caseros y amateurs.
Sin embargo, hay algunos rasgos particulares del fenómeno del sexting que lo diferencia de sus antecesores. En primer lugar, la tecnología de los teléfonos inteligentes e Internet ha posibilitado que los usuarios pasen de ser meros espectadores pasivos a ser productores y difusores de contenido con una facilidad nunca antes experimentada. Dos características técnicas son fundamentales: la portabilidad y la relativa gratuidad de los teléfonos inteligentes. La portabilidad habilita a que el usuario lleve consigo el aparato a donde quiera que vaya, lo que permite producir imágenes en cualquier situación; por su parte, el bajo costo de los servicios permite experimentar sin mayores limitaciones. Por otro lado, las últimas décadas han sido testigos de una ampliación del acceso a la fotografía: no sólo a diferentes grupos etarios sino también a diferentes sectores sociales que solían quedar excluidos de este tipo de consumo. De esta forma, producir y distribuir fotos nunca ha sido tan fácil pero además, nunca ha estado tan expuesto a la esfera pública como ahora.
En síntesis, la práctica consistente en producir y distribuir imágenes del cuerpo propio tiene en el sexting una versión novedosa que, si bien está insertada en una tradición de larga data, aparece con particularidades que la singularizan. La portabilidad, la relativa gratuidad y el amplio acceso a los celulares inteligentes junto con la enorme capacidad de distribución que ofrece Internet producen que el “sacarse fotos y compartirlas” pueda hacerse con una facilidad nunca antes experimentada.
Las investigaciones científicas sobre este fenómeno son amplias y abarcan diversas aristas: desde la problemática de género hasta las reconfiguraciones de la intimidad o los nuevos desafíos legales que la práctica plantea. Es fundamental un tratamiento del tema en toda su complejidad, evitando ciertas polarizaciones que los discursos periodístico y científico tienden a realizar cuando criminalizan la práctica desde una perspectiva punitivista o, al contrario, la celebran livianamente sin proponer una mirada más crítica y reflexiva.
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