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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Algunas notas acerca de ArteBA, la laberíntica megaferia porteña que late al ritmo de coleccionistas, curadores, galeristas, inversionistas, críticos, artistas. ¿Y el público? ¿Y la finalidad intrínseca del arte? Voces desde afuera, desde adentro, voces analistas e impresiones espontáneas confluyen en este espacio de reflexión
Foto: Soledad Manrique Goldsack
“Termina el BAFICI y empieza la Feria del libro. Fue la Feria y viene ArteBA. El resto del año hay que ser snob sin relación de dependencia”, decía hace unas semanas, desde su cuenta de Twitter, el escritor Enzo Maqueira respecto de la vigésimo segunda edición de la feria que operó, una vez más, como una gran vidriera de las propuestas estéticas contemporáneas nacionales e internacionales.
Erigido hoy como una instancia más que relevante en términos de mercado artístico, el evento que convirtió a Buenos Aires en centro neurálgico del coleccionismo continental entre el 24 y el 27 de mayo batió récords en ventas. Participaron 82 galerías provenientes de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa que mostraron la producción artística de alrededor de 500 artistas. “Al ritmo de una ‘sinfonía en blue light’, teniendo como parámetro un dólar paralelo más amigable, las ventas se fijaron en pesos y confirmaron el excelente momento que vive el arte argentino contemporáneo con la producción de artistas reconocidos internacionalmente”, confirmó en plan de balance la crítica especializada del diario La Nación Alicia de Arteaga.
Hasta acá, todos contentos. O al menos, los jugadores activos de esta compleja partida: galeristas, coleccionistas, inversores, curadores, críticos, artistas seleccionados y, claro, un condimento “colorido” si los hay: las figuras del mundillo del arte, a las que se prenden, orondas, las de la tele y la farándula.
Ahora, en teoría, esta megaferia de
galerías y expositores intenta –además de su misión primera y última: vender– “acercar
a un público masivo las novedades del arte”. Pero en el terreno palpable,
¿encuentra algún correlato esta fórmula? Es decir: ¿tiene, el mentado público
masivo, al que en Argentina podemos calificar sin gran margen de error como de
clase media, algún rol más que el de curioso ocasional?
Punto incuestionable: el ArteBA no es una muestra, esto es, no está armada con un criterio curatorial. Ingenuo sería, entonces, ponerse en el rol de espectador pretencioso que desea hallar en una feria una estructura conceptual o estética. Muy al caso viene Rodrigo Cañete, ex subsecretario de Cultura de la Nación y actual polemista, amado y temido por el universo artístico, quien desde su célebre blog Loveartnotpeople.com dispara: “No existe la posibilidad real de arte minimal u objetual en el marco de una feria. Todo intento en este sentido es más bien una pose más cercana a la moda que al arte”.
Pero observemos este caso que brota desde lo que el porteñocentrismo bautizó alguna vez como “interior”. Desde hace unos años, la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo organiza un viaje al ArteBA –y que, por fortuna, también posibilita visitar algunos de los más renombrados museos y galerías de la Ciudad Autónoma– para que sus alumnos, y este año también interesados externos, puedan apreciar las últimas tendencias nacionales e internacionales en la materia que los ocupa.
“Arte supercomercial”; “Tengo tal ensalada que me pareció no haber visto nada”; “Parece un shopping, pero mal organizado” y “No había espacio para apreciar las obras”, fueron algunas de las impresiones más frecuentes entre los jóvenes a la salida del predio de La Rural. Si el ArteBA busca público masivo y es auténticamente contemplado como un actor más del juego, podemos considerar estas opiniones tan pertinentes y válidas como las de los más avezados en este, un terreno donde la relatividad es ama y señora.
Sin embargo, lejos de quedarnos con las sensaciones de las nuevas generaciones de artistas, fuimos a por más testimonios que evidencian disímiles vivencias, cada uno desde su rol en este complejo juego en el que la tensión arte-mercado genera, a su vez, múltiples y tácitas significaciones. Llamativo efecto se produce al contrastarlos y, dada la subjetividad inmanente al análisis, resulta lo más efectivo y si se quiere, honesto.
Llamamos, entonces, a cotejar este tren de impresiones:
Egar Murillo, referente del arte contemporáneo a nivel local y uno de los cuatro mendocinos que este año participaron en la feria –los otros tres: Nora Correas, Eduardo Hoffmann y Ramiro Quesada Pons–, explica: “Mandé cinco trabajos de técnica mixta que estuvieron expuestos en las paredes de la galería Van Riel. Afortunadamente me fue bastante bien”.
Respecto de su concepción del evento, Murillo, que inaugurará a mitad de junio una muestra en el Centro Cultural Haroldo Conti (ex ESMA), consolidando así su talento en la ciudad donde atiende Dios, dice que “es el evento de arte contemporáneo internacional más importante de Latinoamérica. Pero es una feria comercial, y simplemente porque tiene ese fin no admite, por ejemplo, instalaciones ni performances”.
Por último, apunta una observación sobre las posibilidades de consumo de la masa que paradójicamente pagó, como buenos NN, los 70 pesos que cuestan las llaves de este shopping del arte: “En el sentido del mercado es muy elitista, porque es cierto que no cualquiera puede comprar obras de artistas consagrados, aunque sí puede hacerlo en el Barrio Joven”.
Wustavo Quiroga, quien estuvo “cuatro años en el Barrio Joven y en el Barrio Oficial con la galería ED Contemporáneo”, destaca: “Hay una diferencia tácita ente muestra y exposición. Dentro de la feria hay muchas líneas artísticas. Cada coleccionista define su guía.
“ArteBA cumple la función de ser una exhibición internacional. Creo que el arte se tiene que vender como cualquier cosa, y que esta feria es un incentivo para producir”, analiza acerca de la relación entre arte y mercado.
Y señala respecto de los espectadores: “Si no tienen un ejercicio, posiblemente se saturen. Es un evento para ver varios días y luego profundizar. Luego, el hecho de decantar depende de cada uno. El mirar arte es un ejercicio que tiene que ver con la capacidad de discernir y con la capacidad de recepción”.
Ludmila Nené Corvalán Castilla, bonaerense licenciada en Artes, expone, contundente: “ArteBA me confunde. Se supone que es una feria. En una feria se vende. El mercado de Buenos Aires es muy pequeño. Los veinte o treinta tipos que compran arte saben perfectamente la fecha de esta y todas las ferias del mundo. No entiendo entonces por qué se ponen carteles en la calle y se lo promociona en TV como a un evento social para la farándula porteña. ¿Es confusión? ¿Es intencional? Porque a veces parece un quiosquito en el que la ganancia está en cobrarle entrada a un público que no entiende mucho cuál es el jueguito snob del arte contemporáneo y a gente de las provincias que viaja a ver un poco del arte que nunca llega allá”.
Daniel Leber, artista bonaerense que participó en el Barrio Joven con la galería Militantes, opina de ArteBA: “Tiene el peso de una feria de arte que reúne galerías nacionales e internacionales, dando por resultado un recorte del arte contemporáneo y moderno”
Ante el planteo acerca del espacio del espectador y el sentido de que la feria sea abierta, expresa: “No creo que sea un juego. Uno siempre es un mero espectador, sea en ArteBA o incluso en un museo; si tenés dinero lo podés tener y punto. La feria no está armada para ser apreciada como arte, porque es una feria. Cada stand tiene libertad de armar su propuesta. Es abierta porque cualquiera puede comprar, no hace falta ser artista, coleccionista, galerista ni inversionista”.
“Y, al fin y al cabo, el evento es una feria –remarca Ramiro Quesada Pons, quien participó por tercera vez en la feria, en el Barrio Joven-. Para mí no es la mejor plataforma para ver arte, los stands son armados con criterios comerciales más que expositivos. Pero es verdad que estamos en la época de las ferias de arte. Y en el país es un evento que junta a la comunidad, por decirlo de alguna forma. Además, el de feria es un modelo internacional y BA funciona en algún punto, pues hace que todos los del medio se junten. Tiene una especie de poder de "bienal" en Argentina”.
¿Hay lugar para el espectador? “Para un espectador común no sirve. Alguien que no está en el tema no va a entender nada”.
Un poco paradójico, pues es abierto al público, ¿no?
Tal vez le guste una obra puntual que vio en algún stand o algo así, pero nunca va a entender a simple vista dónde está. Y si es abierto al público es porque también es un evento y es un negocio. Según me dijeron estaba a 70 pesos la entrada. Igual puede uno toparse con obras buenas que le hagan pensar, conmoverse o lo que sea. Pero el contexto de feria no es muy distinto al de un Shopping.
Nicolás Gombau (20), presidente de Agruparte, centro de estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo, responsable del viaje de estudiantes externos a la feria, ensaya una profunda explicación: “Ir a ArteBA es una visita obligada para los amantes del arte, de nuestro país y Latinoamérica por su envergadura, por la cantidad de galerías que exponen y de gente que convocan. Y a la vez resulta una excusa llamativa para los mendocinos que nos acercamos a conocerla por la impecable movida cultural que se desarrolla en la Ciudad de Buenos Aires para esta fecha.
Pero además
de sus múltiples virtudes, hay algo de ArteBA que no podemos ignorar (además de
sus múltiples virtudes) pero que al parecer los organizadores y los expositores
prefieren no ver, y es lo sobrecargada que encontramos la muestra todos los
años; las obras desbordan los stands con cuadros uno al lado del otro para
aprovechar al máximo ese espacio que la organización les alquila a los
artistas, algo que termina por abrumar al observador, que quiere y va a la
muestra con ganas de apreciar a fondo esa obra de arte que lo mira.
Intentar exponer en esos cubículos resulta casi imposible si el afán del artista es mostrar toda su obra o las cantidades que observamos. Esto genera que la muestra termine pareciendo más una feria americana del arte que una muestra digna de ver, con buenas condiciones para apreciar cada obra en su profundidad material y conceptual. Una feria en la que, cuando uno se acerca a analizar las obras una a una (tal como sucede en las ferias americanas) se encuentra con enormes tesoros, de incalculable valor conceptual y detalles finísimos del oficio de un artista, pero que en el tormento visual que en sí genera todo el paseo termina siendo una casualidad muy fortuita que nos sorprende, y que así y todo nos cuesta terminar de absorber, pues se transforma en un espacio donde el arte no fluye y la satisfacción de los que vamos a ver arte queda desplomada”.
Inti Pujol, artista visual, Performer y fundadora del colectivo Artistas Mendocinos Organizados (AMO), se suma al “muro” de voces: “Para mí, como para muchos, ArteBA es una feria donde lo que se vende es arte, pero no prima el criterio artístico”.
“En la selección, generalmente se buscan artistas exitosos o de renombre para acercar clientes, ya que el objetivo principal de la feria es vender y hacer relaciones públicas. De todas maneras, los clientes más esperados no son personas de clase media con un mediano ingreso, sino coleccionistas más pudientes, empresas que casi siempre están bajo la sospecha de "lavar dinero", como sucedió en el 2012, cuando los bancos fueron los principales inversores de la feria.
“Está claro que hoy, en la Argentina, formar parte de esta feria legitima tanto a los artistas seleccionados como a sus galeristas. Es por eso que muchos buscan tener participación en el evento como sea. Por mi parte, lo más interesante lo he visto siempre en talleres, ferias y movidas mucho más independientes.
“Pienso que la feria debe ser abierta al público, ya que es una buena ventana para ver cómo funciona cierta parte productiva de nuestro sector, aunque uno no esté de acuerdo con ciertas formas en las que se manipula el producto de nuestro trabajo; eso sucede en museos, galerías y escuelas de arte, donde hay políticas públicas preestablecidas. Por otra parte, no apoyo ninguna movida sectaria, cerrar ArteBA al público lo haría más limitado aún”.
Queda en evidencia que esta red de opiniones podría entretejerse y multiplicarse al infinito. Algunas líneas quedan tendidas y el objetivo medular en torno ya no al evento, sino al arte desde una visión macro, planteado. Que el debate no pare de crecer.
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