El vegetarianismo, o la empatía con el padecimiento de los animales
Desde hace más de 40 años, y durante una semana, la Unión Vegetariana Internacional visibiliza el maltrato hacia estos seres sintientes. Más de 4000 animales mueren por segundo, sin contar los peces, que se miden por toneladas. ¿Las causas? Alimento, cosméticos, entretenimiento e indumentaria para consumo humano.
Ternero recién nacido en en un matadero. Foto: Instagram Aitor Garmendia
Martillos neumáticos que bajan su mazazo y golpean en las cabezas de las vacas, que gimen deformes hasta desvanecerse del dolor; cerdos amontonados, aturdidos previamente con picanas eléctricas para adormecerlos durante su viaje por la línea de sacrificio hasta la cuchilla final; una plaza de faena repleta de charcos de sangre putrefacta y gemidos de aquellos que ya tienen la suerte echada; cinco gallinas por jaula y un encargado que les corta el pico a los pollitos para que no se quejen. El infierno cónico, lúgubre y profundo que Dante imaginó en La Divina Comedia se parece al patio de un matadero.
La contraparte de esta trágica escena, según el último relevamiento en 2020 hecho por la Unión Vegana Argentina, es el 12 % de la población local que decidió adoptar una dieta vegana o vegetariana, el 3 % más que lo registrado el año anterior. En la misma encuesta, indicó el estudio, otro 12 % de los entrevistados se autopercibió como flexitariano, una definición híbrida que aplica a quienes han disminuido sustancialmente el consumo de carne, pero no la abandonaron en su totalidad. Entre esos índices totales de veganos, vegetarianos y flexitarianos en el país, el relevamiento indicó que el 48 % son hombres y el 52 % son mujeres, con una mayor concentración en edades que oscilan entre los 25 y los 50 años.
Desde 1977, la semana internacional del vegetarianismo, decretada por la Unión Vegetariana Internacional –IVU por sus siglas en inglés– se celebra cada año del 1.º al 8 de octubre, con el eje puesto en la promoción de una dieta en la que no esté incluida la carne en ninguna de sus variantes –porcina, ovina, vacuna, aviar o de peces–. Sin embargo, los ejes fundantes del vegetarianismo ortodoxo abrazan una causa mayor que no solo busca evitar ingerir ciertos alimentos, sino oponerse a toda actividad que financie el sufrimiento animal para el consumo humano.
Este organismo internacional, que fue fundado en 1908 en la ciudad de Dresde, en Alemania, define al vegetarianismo como “una dieta derivada de plantas, incluidos los hongos, las algas y la sal, y que excluye cualquier carne animal, con o sin el uso de productos lácteos, huevos y/o miel” y recomienda una alimentación “sin ningún producto animal como una excelente manera de brindar muchos beneficios para los animales, las personas y el medio ambiente”.
Para profundizar acerca de cómo las usinas de consumo testean sus productos en animales y sobre los padecimientos que estos seres sintientes sufren en los mataderos y granjas de producción, Télam habló con Malena Blanco, cofundadora de Voicot, una organización militante que se define como un “movimiento artístico” y que realiza investigaciones en esos lugares para difundir y visibilizar de primera mano "las torturas" que el mercado aplica sobre los animales. “Somos la especie en peligro de extinguirlo todo” es la frase de cabecera de esta organización que completa con palabras lo que Voicot materializa con su militancia todos los días, con Malena al frente de la lucha.
Para ella el veganismo es “un horizonte, un lugar hacia donde ir y una forma ética de vivir que no financia la explotación de animales, por ejemplo, para la alimentación, para espectáculos o ropa que venga de su maltrato”. Con base en eso, propone “cuestionar” este concepto porque, asegura, “muchos productos tienen una explotación indirecta que generan consecuencias en animales” y uno debería ser, entonces, “lo más vegano que pueda”.
Voicot profundiza en investigaciones sobre la crueldad en mataderos y otros ámbitos donde se vulnera la salud física y psicológica de los animales. Es tanto el padecimiento de estos seres sintientes que Malena lamenta que la muerte sea "su espacio de liberación". Pero, previamente a esa sentencia que tristemente "libera" a los seres sintientes de las torturas sistemáticas que actúan sobre su fragilidad psíquica y física, ellos son sometidos a diferentes prácticas que, si fueran aplicadas en una mínima porción a cualquier ser humano, serían dignas del castigo más riguroso.
"Hay diferentes formas de explotación y diferentes padecimientos de acuerdo con la especie, todas sintientes, con un sistema nervioso central, que es lo que manda al cerebro la información del dolor, igual que en nosotros", explicó Malena. "A las gallinas ponedoras, por ejemplo, el sistema les corta los picos apenas nacen porque, como enloquecen en las jaulas, se desesperan y se picotean entre ellas, se lastiman, y eso hace perder dinero", detalló.
Por otra parte, la industria del entretenimiento no escapa a este sistema de producción y maltrato, y logra "quebrar la voluntad de los animales, de su esencia animal, y son obligados a generar acciones que van por fuera de su voluntad". Además, aquellos que son usados para la investigación cosmética, por ejemplo, "son expuestos a todas esas consecuencias que podría tener el uso del producto que están probando; se los pone en un lugar de inferioridad porque experimentan sobre animales sanos para cosas que son aplicadas a los humanos". Según relató, "se los enferma a propósito para las investigaciones", al seguir "esta idea antropocentrista de que somos los únicos animales que tenemos conciencia y se justifica, con base en eso, todo lo demás".
Ninguno de todos los animales utilizados para consumo humano se lleva la peor parte: todas lo son, no hay mejores. De alguna u otra manera, según denuncia Voicot, el destino de estos seres sintientes desemboca en enfermedad o muerte, todas agónicas.
Entonces, las vacas de ordeñe, torturadas para producir leche, por ejemplo, tienen que estar preñadas, y para eso literalmente las violan. "La violación es un puño en el ano, le levantan el estómago y la inseminan. Al cabo de nueve meses, como nosotros, tiene al ternero, que no puede tomar la leche porque la separan para el consumo humano. Después, alejan a la vaca del ternero y, durante las épocas de separación, en los campos se escucha a las vacas gritar y llorar, y del otro lado, a sus crías hacer lo mismo; ese bebé es lo único bueno que le pasó en su vida de explotación y horror, y es separada a los dos días", describió Malena. Cómo si esto fuera poco, ese ternero tampoco se salva: "Depende de su sexo, irá para la industria del engorde –frigorífico– o la industria láctea", lamentó la activista.
"Lo cultural", un sedante evasor
¿Por qué se consume carne, a pesar de saber el sufrimiento animal de donde proviene? "El sistema nos hace creer que algo es normal, natural y necesario y que está implicado en quienes somos. Cuestionarle a alguien lo que come es cuestionarle a quien elige y sus decisiones", fundamentó Malena.
"Hacerse cargo de lo que uno esta comiendo es hacerse cargo de un montón de otras cosas", señaló.
"La información sobre cómo repercute la comida en las personas o aquello que sucede en los mataderos o qué es el veganismo no te la da nadie, la tenés que ir a buscar. Al sistema le servimos consumidores y debemos ser engañados. No hay forma de que sigamos financiando la explotación animal si no es a través del engaño", cerró.
Sobre asumir el rol individual como "eslabón de una cadena más grande de sufrimiento y opresión", Malena reflexionó: "Se necesita de mucha valentía para cuestionarse todo porque es aceptar que nos equivocamos un montón de tiempo, que estamos pifiándola. Hay que ser valiente para investigar e ir por otro lado". "La lucha por los derechos de los demás animales es muy grande y muy fuerte, muy intrínseca a nuestra sociedad y a este sistema que tiene a los animales bajo de un modelo de producción atroz", consideró la militante.
"No es fácil sentarse a una mesa y decir 'Yo no como animales': empieza a participar la psiquis de uno, una psiquis muy personal de todo esto que nos constituyó y todo esto que creemos ser. Estamos en un sistema capitalista, explotador y violento que ejerce su poder sobre los cuerpos de los otros: el nuestro, de los animales y de la tierra", lamentó.
Trabajador de matadero pisa el cadáver de un cerdo tras ser sacrificado. Foto: Instagram Aitor Garmendia
Una industria que crece alejada de la violencia animal
Uno de los motivos que genera preocupación entre quienes deciden transicionar hacia una dieta libre de sufrimiento animal radica en el prejuicio de que la oferta en el mercado no está a la altura de la demanda. Para ello, la certificadora local Veg Argentina expuso que en el país actualmente hay 70 empresas que distribuyen, en total, más de 633 marcas que ofrecen alrededor de 2352 productos veganos, con un amplio margen de crecimiento.
En el marco de una industria que crece, las empresas que están certificadas con el sello de Veg Argentina, que garantiza la conformidad del origen de las materias primas, aditivos y coadyuvantes utilizados en la elaboración de los productos, para verificar que no provengan de origen animal o derivados de animales, registraron también un crecimiento del consumo en muchas provincias del país, con el 78,3 % de empresas que destinan sus productos veganos al mercado local. Este crecimiento, informaron, se debe la demanda de los clientes que exigían la garantía de que el producto que consumían era en su composición total alimento vegano, y capitalizó el 47,8 % de las respuestas, mientras que el 43,5 % decidió obtenerlo por propia cuenta para generar mayor credibilidad en su marca.
Fuente: Diego Mudano para Télam
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