Salvador Dalí: vida y obra de un artista con Parkinson

"Genio, loco, víctima y redentor de sus más íntimas pulsiones”.

Salvador Dalí: vida y obra de un artista con Parkinson

Sociedad

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Andrea Barros, estudiante de Artes Visuales y becaria de la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNCUYO

Publicado el 24 DE ABRIL DE 2016

Salvador nació el 11 de mayo de 1904 en el seno una familia adinerada e ilustrada. Su nombre era el mismo que había llevado su hermano fallecido, lo cual determinó que durante toda su vida debiese superar esa fuerte carga simbólica de llamarse igual. Por lo tanto decidió cometer las mayores excentricidades narcisistas que lo llevaron a ser quien fue.

"A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí".

Dalí reconstruyó una teoría según la cual él era la reencarnación de su difunto hermano, dado que tenía una significación importantísima para su obra, en la cual debía cumplir un papel en la vida y ser un renacido. En su infancia fue demasiado mimado por sus padres; esto le generó una personalidad excesivamente extrovertida en su arte e introvertida en el amor.

Una vez que abandonó ya su Cataluña natal y viviendo en Madrid (en la Academia de Bellas Artes) entabló amistad con el escritor Federico García Lorca y el cineasta surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciaría irreversiblemente en 1930 por una mujer, Gala, su musa inspiradora. Juntos formaron una pareja sumamente particular, compartiendo todo, inclusive a parejas eventuales.

En 1927 viajó por primera vez a París; posteriormente se relacionó con Pablo Picasso y Joan Miró y, con la ayuda de este último, se unió al grupo Surrealista que lideró el poeta André Breton. En 1929 expuso en la Galería Goemans y obtuvo un gran éxito; las originales imágenes de sus cuadros, en las que los objetos se muestran con irritante precisión, parecen adentrarse en unas profundidades psíquicas anormales y revelar un inconsciente estado alucinatorio y cruel.

Cuando Dalí se incorporó al grupo Surrealista, el movimiento atravesaba momentos de fuertes contradicciones internas. Su vitalidad y su extravagancia resultaron decisivas para la renovación y proyección del grupo, del que también promovió energías que resultaron en la etapa más apreciada de su obra. En teoría, sus mejores cuadros fueron el fruto de la aplicación del llamado "método paranoico-crítico", que él definió como un sistema espontáneo de conocimiento irracional "basado en la asociación interpretativo-crítica de los fenómenos delirantes", y absorbiendo la idea de que el mundo onírico era fundamental para la creación.

“El mundo de los sueños es un mundo extraño que la mayoría conocemos mientras dormimos, el objetivo final del Surrealismo es explorar este mundo y relacionarlo con la vida cotidiana”.

Sus obras lo encontraban a él, a su laberinto interno, a aquello que recuerda a los paisajes de su infancia, a la sexualidad y a la persistencia de la memoria.

Bastaron pocos años en el grupo para que se convirtiese en la gran figura internacional del Movimiento. En 1934 viajó con su ya inseparable Gala a Estados Unidos, Una vez allí se sintió muy confortado, dado que la sociedad neoyorquina le demostró mucha importancia a sus escándalos. Él vislumbró entonces que la publicidad y la venta eran totalmente lícitas, lo que lo llevó a hacerse mucho más popular y codearse con grandes figuras, como John Lennon y el cineasta Alfred Hitchcock. Incluso se consideró admirador del comic y partícipe de la publicidad y del pop art (género que lo llevó a explotar todo en provecho de su propio mundo fantástico).

Salvador Dalí incursionó en diversos géneros artísticos de igual preponderancia, como lo fueron la pintura surrealista, la religiosa (brindándole un goce estético exquisito), la escultura, instalaciones, ready mades, teatro, cine, moda y fotografía. Siempre pretendió que sus telas fueran contempladas como sueños pintados; sus imágenes de relojes blandos, miembros hipertróficos sostenidos por muletas y elefantes de patas zancudas, figuras que eran y que son la expresión y liberación de las obsesiones sexuales y de su angustia ante la muerte.

En 1938 conoció por fin, gracias al escritor vienés Stefan Zweig, a Sigmund Freud, quien había sido el gran inspirador de la estética surrealista. Tras el encuentro, Freud anotó en su diario: "Hasta entonces me sentía tentado de considerar a los surrealistas, que aparentemente me han elegido como santo patrón, como locos integrales (digamos al 95 %, como el alcohol puro)”.

Llegó el momento en que su mujer murió tras una enfermedad, y para ese entonces Gala era su “todo”. El artista perdió el rumbo. Este acontecimiento lo afectó de una manera tremenda, cayó en depresión, se deshidrató y sufriendo la enfermedad de Parkinson. Su cuerpo le provocó la lenta pérdida de facultades, tanto físicas como psíquicas. Algunos días tenía altibajos eufóricos y los aprovechaba para pintar, sosteniéndose con una mano en el bastón y otra en el pincel, pero nunca perdiendo su inconfundible estilo; una de sus últimas palabras fueron: “Cuando se es un genio, no tenemos derecho a morirnos, porque hacemos falta para el progreso de la humanidad”. El día 23 de enero de 1989, a sus 84 años, murió escuchando su disco preferido,Tristán e Isolda, de Richard Warner.

Su cripta se encuentra situada en su Casa-Museo (diseñada por él con ese objetivo) en la Ciudad de Figueras, España, aledaña a la Iglesia de San Pedro, donde había sido bautizado y recibió su primera comunión.

Destaco que en el año 1982 dejó su obra en manos del Estado español como heredero universal de su patrimonio. La Fundación Gala-Salvador Dalí se encarga actualmente de la gestión del legado.

“Místico y narcisista, impúdico exhibidor de todas las circunstancias íntimas de su vida y quizás uno de los mayores pintores del siglo XX, Salvador Dalí convirtió la irresponsabilidad provocativa no en una ética, pero sí en una estética, una lúgubre estética, donde lo bello ya no se concibe sin que contenga el inquietante fulgor de lo siniestro”.

 

Por: Andrea Barros, estudiante de Artes Visuales y becaria de la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNCUYO.