Salud: el consentimiento informado o una historia de fracasos
Así lo planteó Ignacio Maglio, jefe del Departamento Médico Legal del Hospital Muñiz. Participó en las Jornadas de Derecho de la Salud que se realizaron en la UNCUYO.
Maglio consideró que el consentimiento informado debe incluir un proceso de comunicación en el que un profesional debe escuchar más que hablar. Foto: Télam
Verónica Gordillo
Publicado el 17 DE NOVIEMBRE DE 2022
Ignacio Maglio, jefe del Departamento Médico Legal del Hospital Muñiz de Buenos Aires, advirtió que su presentación sería pesimista. Dijo que la historia del consentimiento informado en Argentina es una historia de fracasos, de lo que se hizo mal durante 30 años, y que solo será posible modificar esa realidad cuando se entrene al personal de salud en una verdadera comunicación y escucha activa, en la que no solo brinde información científica, sino también explicaciones que permitan a una persona comprender las características y riesgos de un tratamiento o una cirugía.
Maglio fue uno de los expositores en las VIII Jornadas Nacionales de Derecho de la Salud y las I Jornadas Mendocinas sobre el tema, que se realizaron en las facultades de Ciencias Médicas y de Derecho de la UNCUYO. El letrado participó en el panel "Materias Pendientes: historia clínica electrónica y consentimiento informado".
“La historia del consentimiento informado es una historia de fracasos. Si algo hicimos mal, lo hicimos con el consentimiento informado, hace 30 años que estamos hablando de esto. En Medicina y en Derecho, seguimos desnaturalizando, entendiendo que el consentimiento es una especie de patente de inmunidad judicial donde transferimos los riesgos a esa persona que no tiene ni la más pálida idea sobre el tema”, dijo el profesional al inicio de su exposición.
Un cuadro de “infoxicación aguda”
Para fundamentar sus conceptos, Maglio dijo que en los centros sanitarios se produce un cuadro cada vez más frecuente, al que definió como “infoxicación aguda”. Mostró una caricatura en la que un paciente mira y escucha desde su cama –un tanto asustado– a un médico que despliega los resultados de cientos de estudios para explicarle los riesgos de la operación.
El profesional explicó que existen dos razones centrales de esta intoxicación: que el término "consentimiento informado" es una deformación de la doctrina inglesa, que presupone que brindar información es suficiente para que una persona pueda tomar decisiones. Y, a partir de esa deformación, se lo entiende como un proceso unidireccional y vertical.
Frente a estos conceptos, propuso hablar de consentimiento libre y esclarecido. Dijo que es necesario lograr un verdadero proceso de comunicación, de encuentro entre extraños, de respeto por las diferencias, que permita a las personas –junto con el profesional– tomar una decisión.
Como una muestra de las deficiencias en ese proceso de comunicación, el letrado mostró los resultados de una encuesta que se realizó en Buenos Aires, en la que entre el 18 y el 25 % de pacientes no pudo repetir los riesgos de una cirugía, mientras que el 44 % no conocía la naturaleza del procedimiento que le iban a realizar. Dijo que las personas no entienden, no porque tengan algún problema, sino porque les explican mal. "¿Este es un problema del paciente?", se preguntó, y al segundo se contestó que no, que es un problema de los y las operadoras de la salud.
Maglio fue uno de los disertantes en las Jornadas de Derecho y Salud, que se realizaron en la UNCUYO. Foto: gentileza Secretaría de Información Pública de la Suprema Corte.
Más allá de las leyes
El letrado explicó que Argentina tiene un marco legal adecuado sobre el tema, desde el Código Civil y Comercial hasta las normas que protegen los derechos del paciente. El problema –destacó– es que el consentimiento informado se utiliza como una estrategia de disciplinamiento moral del paciente.
“¿Qué dice la ley? Que el paciente tiene derecho a aceptar o rechazar cualquier tratamiento, terapia, etcétera; pero, en los hechos, los pacientes no hablan, no discuten, no se los escucha; solo utilizan monosílabos y, al final, dicen que sí, y cuando dicen que no, se llama a un psiquiatra porque el tipo está loco; ¿cómo no se quiere curar? Nosotros, desde el derecho y la medicina, pensamos que la gente está obligada a curarse y, sobre la base de este error, que es un mito, un verso, se construye una epistemología del consentimiento informado pensando que hay una obligación, y esto es absolutamente falso. Entonces, por eso digo que también se pensó al consentimiento informado como una estrategia de resguardo judicial o como un imperativo moral, y el consentimiento tiene que ser una convicción tuya, el que está ahí tiene que participar activamente y el que está ahí tiene que ser escuchado. Tenemos que hablar menos y escuchar más”, fueron sus palabras.
Otro de los mitos que Maglio propuso erradicar fue que el o la paciente no quieren saber nada sobre la cirugía o tratamiento. Para intentar derribarlo, presentó las conclusiones de un estudio que realizó el Hospital Británico de Buenos Aires, en el que el 80 % de las personas consultadas dijo que quiere estar informada, incluso del riesgo de muerte. Para el letrado, el consentimiento informado va más allá de una norma jurídica, porque lo definió como una regla ética y un signo inequívoco de una buena práctica clínica. Explicó que un paciente que recibió información adecuada, que tomó una decisión en forma compartida con su médico o médica, tiene mejores respuestas en cuanto a la mejoría de su salud integral.
Una guía para el cambio
Aunque Maglio inició su exposición con un planteo pesimista, más tarde compartió una especie de guía de buenas prácticas. Explicó que el aspecto distintivo del cambio no es otro que volver a creer en el valor de la palabra, la escucha y la empatía. Luego enumeró algunas de las tareas pendientes.
La deuda de los centros de formación: el profesional explicó que las universidades deben incluir en las carreras de ciencias médicas el entrenamiento en competencias interpersonales y de comunicación. Dijo que hoy, en el mundo, no se acredita ninguna carrera donde no se muestren aspectos curriculares que incluyan el desarrollo de estas competencias.
Comunicación activa: el profesional propuso que el primer paso para avanzar es la empatía y promover la participación activa de un paciente. Explicó que el cambio no insume mucho tiempo, sino que los minutos que se destinen a esa explicación sean de calidad. Consideró que esta falencia es la razón por la que “manochantas” les quitan trabajo a médicas y médicos, porque despliegan espacios de escucha activa.
Contacto y escucha: el letrado explicó que un paciente se siente persona cuando se activan dos derechos que la pandemia restringió y que consideró esenciales: el derecho al contacto y a la escucha. Respecto del último, propuso iniciar una transición epistemológica, sociológica y política para pasar del “interrogatorio al conversatorio”.
Maglio subrayó que la puesta en práctica de estas herramientas produce cambios significativos, que se reflejan en diversos estudios nacionales y extranjeros. Es un hecho –expresó– que cuando, se produce una comunicación activa, existen menos reclamos y demandas legales, simplemente porque quedaron en claro las características y riesgos de una intervención y, con base en eso, se tomó una decisión compartida.
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