Rubro 59 y derivados: una discusión nos lleva a otra
Basta con la estupidez señorxs. Desde que la presidenta Cristina Fernández
firmó el decreto 936 que prohíbe avisos relacionados con la oferta sexual
he escuchado y leído muchas cosas. Desde las más absurdas hasta la más
peligrosas, porque ya la estupidez, puede convertirse en una amenaza que
duele.
"El decreto representa un gran paso", dijo la Jefa de Estado en alusión a
la trata de personas. Y agregó: "la oferta sexual del rubro 59 es un
delito y una profunda discriminación a la condición de la mujer como tal".
Bien por ella, porque es mujer, estadista, maneja los destinos de un país,
es abogada, y lo dice. ¿Alguien lo ignora? Seguramente todos los que
tienen tan naturalizado la cosificación de la mujer, la hembra como
mercancía.
Algunxs consideran que la medida es débil, ingenua, amorfa; porque no
alcanza para eliminar la trata de personas. Otrxs piensan que es mero
oportunismo del Gobierno Nacional porque perjudica al medio enemigo
pegándole donde más les duele (quite de ingreso por avisos de servicios
sexuales). Lo cierto es que es una obligación legal, ya que en el decreto
se hace mención a la ley de trata de 2008 y a la norma de discriminación,
al igual que a todos los protocolos internacionales suscriptos por el
país. Sin duda que más pasos son necesarios. Pero ayudar a que se
deslegitime la trata como práctica tradicional para tornarla visible como
un delito, no es poca cosa.
Esta acción tan aplaudida y cuestionada por diversos sectores trae consigo
la imperiosa necesidad de otra discusión, que involucra la trata de
personas, la prostitución (que no son la misma cosa, queridos medios de
comunicación), pero también los derechos de las mujeres. Involucra, a
mujeres y hombres.
Me cansé de escuchar y leer que la prostitución es el “oficio más antiguo
del mundo”. Harta me tienen. “Ellas lo eligieron” sentencian ignorantes,
como si no hubiese en el mundo hombres que se prostituyeran. Y yo me
pregunto: qué puede elegir una mujer o un hombre que quizás no tenga las
herramientas o posibilidades de vida, o formación, o expectativas para
saber y/o poder elegir. ¿Cuan hay de “elección” real, genuina, consciente?
Desde AMMAR (la Asociación de Meretrices Argentinas) Elena Reynaga
sostiene que la medida de la prohibición del rubro 59 es buena, y que
están contentas con la disposición para erradicar la trata. Pero, agregan
que “a la normativa le falta una parte que sería la aportada por ellas”.
Desean ser escuchadas ¿Por qué no? Sostienen que luchan para que más de
4000 mujeres puedan “blanquear y regular el trabajo sexual” y salir de la
clandestinidad que implica esta actividad. Agrega además que es
perjudicial la prohibición de clasificados de oferta sexual “porque muchas
de las compañeras promueven su salida laboral por los diarios”.
Estas mujeres sueñan con una vida mejor. Pero también dicen “no tener
tanta suerte”, sentirse ignoradas por los políticos, andar con miedo en
las calles, soportar situaciones desagradables. “No vendemos cuerpos, sino
servicios. La prostitución es una manera de llevarles el alimento a
nuestros hijos, de acercarles educación dignamente, es un esfuerzo para
ellos.” dice Elena. Yo no coincido, pero la respeto. Ella es otra mujer.
No compartimos la misma visión de las cosas. ¡Qué linda discusión nos
debemos! Con Elena y tantas otras. Y tantos otros. Cuánto hay que avanzar
en la toma de conciencia. Cuántos nos queda por delante para comprendernos
como sujetos de derechos. ¡Cuánto necesitamos escucharnos!
La prostitución no es un delito y la prostituta es víctima de un sistema
perverso, no victimaria. Me resisto a aceptar que la prostitución sea un
trabajo, o un oficio (o el eufemismo que más les guste a los nostálgicos o
socios abonados a esta actividad). Me parece que esa flaca idea se pone al
servicio de justificar a los “consumidores” de prostitución. Pero ¿cómo
desnaturalizar una creencia tan arraigada socio-culturalmente?
No es un trabajo, estar parada durante horas en alguna esquina, con frío o
lluvia, con hambre o desesperación, ser sometida a violaciones, maltratos
o prácticas indeseadas. Donde la mujer no elige ni cómo, ni cuándo, ni con
quién. O ser tratada como un objeto, o quizás con suerte, como un pedazo
de nada. Correr el riesgo de ser asaltada, arrestada, ultrajada. (Esto
también lo sostienen desde AMAR). ¿Alguien puede “elegir” eso?
Como verán, tengo muchas preguntas. ¿Los consumidores de prostitución son
delincuentes? ¿Y los prostituyentes? ¿Habrá doble moral y doble discurso
en prohibir los avisos de servicios sexuales sin la clausura de los
puticlubs? ¿Los hombres entenderán en algún momento qué consumen, cuando
consumen prostitución? ¿No se perciben a sí mismos como arduos
representantes de lo que “el mercado necesita”?
La prostitución no es un trabajo. Insisto. El consumo de mujeres atenta
contra la dignidad de las mujeres. De aquellas que reclaman ser tenidas en
cuenta como trabajadoras del sexo y de las que no quisieron ser esclavas;
pero lo son. A ver si podemos ponernos de acuerdo en una premisa: el
consumo humano atenta contra la dignidad de los humanos. Terminemos con el
bon appetit.