Una comisión en Mendoza buscará dar con el paradero de las personas desaparecidas en dictadura
Esta acción reparatoria se suma a la reciente presentación del Cuadro 33 como sitio de memoria. La ...
02 DE NOVIEMBRE DE 2023
Ana María Montenegro atestiguó en el 4° Juicio por delitos de lesa humanidad y aportó información sobre la detención que sufrió su primo Roberto Azcárate. Esos datos se suman al testimonio brindado por Nora Susana Domínguez a fines de noviembre.
Nora Susana Domínguez atestiguando sobre la detención de su esposo
Roberto Armando Azcárate tenía 36 años de edad cuando fue detenido en horas de la noche del día 15 de marzo de 1977 en Calle Belgrano al 1700 de la Ciudad de Mendoza. Nora Susana Domínguez, esposa de Roberto, testificó que su “esposo fue detenido en el 77, en marzo del 77, por nueve días, supuestamente en averiguación de antecedentes, porque eso es lo que constó en una nota que le entregaron cuando lo dejaron libre, que él pidió que le dieran algún comprobante de que había estado allí detenido”. Mientras salía del restaurante “Casa Vieja”, lugar donde se conmemoraba un acto de promoción del Liceo Militar General Espejo, seis personas vestidas de civil, las cuales se bajaron de un Fiat 1500 gris y de un Dodge 1500 color naranja, lo secuestraron. En aquella época vendía libros de temas médicos y trabajaba en la Facultad de Medicina.
Domínguez narró sobre aquel nefasto día: “Yo no sabía que estaba detenido. Llegó la noche. Yo tenía tres hijos pequeños y estaba embarazada de mi cuarto hijo, que acaba de cumplir 37 años. Él no llegaba, entonces yo cerré la puerta de calle, no me acuerdo exactamente, pero después de las 12 de la noche yo cerré la puerta de la calle con llave, los dejé a mis hijos solos y fui a la casa de mis suegros. Allí les conté lo que pasaba. Mi suegro me hizo observar que tal vez le había ocurrido algún accidente, porque él no era de faltar. Hablamos a los hospitales, él habló esa noche. En ninguno estaba, entonces me propuso ir al Palacio Policial. Fuimos por la calle Virgen del Carmen. Al llegar ahí yo me di cuenta de que algo estaba pasando, antes no me había dado cuenta de lo que pasaba en el país en ese entonces, porque un gran reflector nos iluminó y alguien nos dijo: 'Alto ahí. No avancen. ¿Qué necesitan?'. Mi suegro le dijo lo que había ocurrido y ellos dijeron: 'Aquí no está', pero ahí estaba. Nosotros esa noche nos tuvimos que ir y mi suegro propuso que al día siguiente comenzáramos la búsqueda”. Y agregó Domínguez: “Mi suegro era militar retirado, por lo tanto tenía muchos amigos militares, entonces él también se dio cuenta de lo que estaba pasando, cosa de la que antes no nos habíamos dado cuenta”.
En la búsqueda llegaron al Comando, donde fueron atendidos el Padre Jor, quien les dijo: “Están ocurriendo estas cosas, la gente está siendo detenida. Preparate para cualquier cosa, para no verlo más, para que por ahí lo dejen libre y después al salir lo maten”. También buscaron ayuda contactando a los compañeros del Liceo Militar de Azcárate, quienes iniciaron una búsqueda y cuando podían le llamaban por teléfono para decirle que no había noticias sobre Roberto.
“Después fui a ver al Profesor Rodríguez Varas, que había sido mi director en el Colegio Universitario Central y estaba entonces de director del Magisterio, también dependiente de la Universidad. Me recibió en la dirección y me dijo que no sabía nada, que iba a tratar de averiguar pero que por favor no lo llamara a la casa porque lo comprometía, porque yo le pedí el teléfono de la casa para tener contacto a ver si me daba algún detalle. Así que no volví a tener contacto con él”. Además fue al Diario Los Andes para publicar una solicitada por el paradero de su esposo y le contestaron que ellos no publicaban esas cuestiones.
Junto a uno de sus cuñados fue una mañana al Palacio Policial, donde ingresaron a un salón en el que había una mesa y unos oficiales estaban tomando mate. Cuando preguntaron por Roberto Azcárate, los oficiales le entregaron un papel con una lista de nombres en la que habían apoyado unas tortitas de grasa. El nombre de Azcárate no estaba en la lista, por lo que le dijeron: “Si ahí no está, acá no lo tenemos”, puntualizó Nora Domínguez.
Junto a su cuñado fue a solicitar un Habeas corpus; un funcionario judicial les tomó los datos y les dijo: “'Voy a ser sincero, nosotros vamos a hacer lo posible, dejamos el Habeas corpus pero...', y me volvió a decir que él podía no salir vivo”, detalló.
Copia del Certificado de detención de Roberto Azcárate por Averiguación de Antecedentes
Mencionó también que “por otro lado mi cuñada, la hermana de mi marido, con su esposo buscaban el auto. Entonces ellos una noche recorrieron las calles paralelas a la calle San Martín cercanas a nuestro domicilio y cercanas al Palacio Policial. Las paralelas y las perpendiculares. Al llegar a las perpendiculares, a la calle Virgen del Carmen de Cuyo, ellos no sé de qué manera, porque nosotros no habíamos podido arrimarnos, se arrimaron a uno de los paredones y vieron el auto de mi marido ahí. El auto estaba estacionado en la playa de estacionamiento del Palacio Policial. Entonces nos lo comunicaron. Ya sabíamos que el auto estaba ahí. Supuestamente ellos decían que no estaba mi esposo ahí, pero el auto sí, entonces algo sabían y no decían nada”, relató Domínguez.
Por todo lo sucedido, ella había escondido muchos de sus libros en el entretecho de la casa de su cuñado, porque ella era profesora de literatura en el Martín Zapata. “A los nueve días, un día sábado, yo me había ido a vivir a la casa de mi mamá para no quedarme sola. (…) Mi marido, cuando yo lo vi bajar del auto, era otra persona. Habían pasado solo nueve días pero él era la mitad de lo que era. Era una persona robusta, siempre fue muy robusto, él venía delgadísimo, la cara desencajada. Y lo otro: él cambió totalmente de carácter. Antes era una persona sumamente alegre, le gustaba reunirse; se tornó una persona taciturna, totalmente cerrada”.
Al ser consultada sobre lo que su marido pudiera haberle contado de su detención, Domínguez explicó que “el lugar donde lo pusieron, dijo que era el D2, que era una celda donde él no se podía, él medía 1,84, no se podía estirar, dormía sentado, tenía un colchón roto, había lanas, el colchón era viejo y había lanas que había juntado para sentarse. Habían tenido que dejar toda la ropa, el anillo de bodas, el reloj, tenía sólo el calzoncillo. Sufrió torturas, no sé cuáles, pero nunca dijo cuáles. Es decir, a mí no me contaba, él siempre trataba de protegerme, nunca me quiso decir. Lo interrogaban encapuchado y le preguntaban si era pariente de Ana María Montenegro, él era primo hermano. Ahí escuchó que torturaban a mujeres embarazadas, escuchó que había unos estudiantes que me parece que eran secundarios, hablaron con él en algún momento. Esos estudiantes habían estado solicitando el boleto estudiantil y por ese motivo estaban ahí prisioneros. Él oía gritos, oía cosas terribles”.
Nora Domínguez expresó que su marido había quedado muy afectado por lo vivido. “Él tenía un miedo terrible porque yo tengo el testimonio, no lo he traído, pero hay un diario donde él escribió como una despedida, una carta, una despedida a mí y para que yo le dijera a mis hijos que si él no regresaba, porque él pensaba que lo iban a matar, que si él no regresaba, que les dijera que los quería. Él pensaba que lo iban a matar”.
Azcárate estuvo detenido en el D2 del 15 al 26 de marzo.
Su vida separada
Ana María Montenegro es prima de Roberto Azcárate. Para esa época, ella vivía en la clandestinidad, dado que era buscada como militante de la organización Montoneros. Su relato rondó en un operativo que realizaron fuerzas militares en el domicilio que compartía con Guillermo Salatti el 21 de marzo de 1977.
“Unos días antes o unos días después, yo me he encontrado con Roberto Armando Azcárate, primo hermano mío, quien no tenía nada que ver ni con la organización Montoneros ni militaba en ningún partido político, ni siquiera tenía datos o algún elemento que pudiese asociarlo a lo que era mi vida o a lo que era mi situación de militancia. Solamente era un primo mayor que yo, sumamente afectivo, que tuvo la mala suerte de acercarse y pasar por ese departamento. Roberto, unos días antes o unos días después, fue secuestrado a cinco o seis cuadras del departamento”, contó Montenegro.
“Yo en esto quiero ser absolutamente respetuosa, porque yo jamás haría un cargo sobre Roberto. Es probable que Roberto haya dicho la dirección o es probable que a Roberto lo hayan seguido saliendo del departamento, porque lo que Roberto me contó a mí es que a él lo secuestraron y lo confundieron con un jefe Montonero, que le preguntaban por la organización Montoneros y que él no tenía la menor idea de lo que le estaban preguntando”, puntualizó Ana María.
Al relatar lo vivido por su primo, Montenegro explicó: “No sólo Roberto se volvió taciturno, Roberto quedó con su vida dividida en un antes y un después, en alguien que ni siquiera estaba preparado para vivir el horror de la tortura, de la violencia. No es fácil, después de todo lo que nosotros hemos escuchado de gente que ha pasado mucho tiempo por el D2, de gente que ha muerto en el D2, de gente que ha vivido la tortura, que ha vivido el horror, que ha querido dar testimonio de la violación, del vejamen que se ha hecho con compañeros y compañeras. Creo que quien pasa por esta cuestión dantesca no puede volver a armar una vida común, no existe psiquismo que pueda transitar en un espacio de una vida común. Los compañeros, las víctimas no lo han podido hacer, menos lo ha podido hacer una persona que era un ser alegre, que era un ser simple, que era un ser cariñoso, que era un ser aferrado a una familia numerosa, con una mujer sumamente cálida, tibia. Realmente vuelve alguien que vuelve de la muerte. Es una persona que vuelve de la muerte”.
“Como mi primo Roberto debe haber muchísimas más víctimas que solamente tuvieron que pasar por ese tormento, por ese horror por haber sido conocidos, familiares o haber alguna vez visto a los que estuvimos tantos años sujetos a la voluntad y a la relación que se hizo, porque nosotros éramos sujetos de alta peligrosidad y subversivos. Esto creo que es fundamentalmente hasta dónde llega esa mancha oscura, esa mancha negra que tiñó a la Argentina y que fue no casual, fue hecha por quienes aceptaron el triste rol de ser los genocidas”, concluyó Montenegro.
Fuente: Edicion UNCUYO
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