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23 DE DICIEMBRE DE 2024
El autor se desempeña en el Área de Vinculación Tecnológica y Socioproductiva de la Secretaria de Desarrollo Institucional y Territorial de la Universidad Nacional de Cuyo. Además es Director de Relaciones Institucionales del Polo TIC Mendoza.
A fines de julio fue inaugurado el Polo TIC en Godoy Cruz (Foto: Prensa Gobierno de Mendoza)
Se necesita una política de Estado que nos permita aprovechar la oportunidad que tenemos para transformar nuestra economía tradicional en una economía moderna que nos permita ingresar al mundo desarrollado.
Fortalecer el sector de empresas de base tecnológica y particularmente las tecnologías de información y comunicaciones (TIC), es una excelente política de gobierno y una Política de Estado indispensable.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha demostrado que la incidencia del desarrollo de las TIC en el crecimiento del pbi arroja números significativos (ver nota 1 al final). Ya en el comienzo del nuevo milenio, durante la Asamblea General de Naciones Unidas, el Secretario General, Ban Ki-monn, expuso:
“Somos la primera generación que posee los recursos, el conocimiento y la capacidad para eliminar la pobreza”
“Ya no es más la disponibilidad de recursos naturales lo que diferencia a las sociedades y a los países, sino la mayor o menor inserción de la tecnología y la educación en el seno de esas sociedades para la utilización de dichos recursos”
“No existe en el mundo una herramienta que acelere la generación de riqueza como la proliferación del uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones”
La palabra clave en estas afirmaciones es aceleración, la razón es porque los cambios en los desarrollos científicos, tecnológicos y sociales son de carácter exponencial, no son lineales como sí los fueron los de la era industrial.
Sesenta años antes Albert Einstein decía:
“Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y sólo los pueblos que entienden cómo generar conocimientos y cómo protegerlos, cómo buscar a los jóvenes que tengan capacidad y asegurarse de que se queden en el país, serán los países exitosos. Las otras naciones se quedarán con litorales hermosos, con una historia fantástica (...), pero jamás con un éxito económico”.
Y más recientemente, en nuestro país, Henoch Aguiar, conocido experto en telecomunicaciones en Argentina y América Latina, profesor titular de Ciencias de la Comunicación en la UBA, exsecretario de Comunicaciones de la Nación, hoy vicepresidente del directorio y subgerente general de Arsat, y también autor del libro “El futuro no espera”, expresa:
“…Hoy, en los jóvenes años del tercer milenio, una nueva Era Digital inicia su dominio. El desarrollo imparable de la informática y de las comunicaciones acelera la creación y difusión de conocimientos, impacta transversalmente en toda actividad, cambia las estructuras de las relaciones entre las personas, modifica las organizaciones y revoluciona estructuralmente el modo de crecimiento y competencia de las economías nacionales, reconfigurando el mapa mundial. No podemos seguir actuando como si esto no sucediera..."
Hoy es una realidad comprobable que el conocimiento es la esencia del desarrollo de cualquier sociedad moderna, a punto tal que ha desplazado del primer lugar al capital financiero.
Tiempo atrás otro latinoamericano, Juan Enriquez Cabot, director fundacional del Proyecto de Ciencias de la Vida en la Escuela de Negocios Harvard (en siglas inglesas HBS), socio del centro de Harvard para Asuntos Internacionales, con trabajos publicados en Harvard Business Review, Foreign Policy, Science y The New York Times dijo en una conferencia en Harvard, entre otras cosas, lo siguiente:
“La Argentina ya es un país objeto de estudio en los centros académicos más importantes del mundo: ¿cómo puede ser que una Nación tan formidable a comienzos del siglo 20 haya retrocedido tanto a comienzos del siglo 21 pese a contar con enormes recursos naturales?”
La exposición que se publica llega a la conclusión, implìcitamente, de que la Argentina no es un país viable, si no produce una Revolución del Conocimiento. Y sigue la exposición explicando porque esto es así:
“…En 1900, la Argentina era uno de los países más ricos. Para 1960, pese a una serie de gobernantes de cuestionable habilidad, seguía siéndolo"
"¿Por qué? Porque en ese momento, una tercera parte de la economía mundial era agricultura, la tercera parte era industria y el resto, eran servicios. Y por servicios, entiendan conocimientos: no son mozos, ni gente que hace hamburguesas. Son personas que sacan patentes, los consultores, los que hacen seguros, los que hacen leyes, investigación tecnológica, los que hacen CD's y programas de computación"
"Avancemos desde 1960 a 1998. El 4 % de la economía mundial es agricultura, y no porque la agricultura en términos de volumen o en términos numéricos sea menor; sino porque la economía mundial creció a tal nivel en los otros aspectos que la agricultura parece, comparativamente, mucho menor. La industria sigue en el mismo nivel, una tercera parte de la economía mundial, y los servicios ahora son dos terceras partes del crecimiento mundial"
Todas estas reflexiones nos orientan respecto a qué camino seguir por parte de nuestra dirigencia política, nuestro sector académico y empresarial e inclusive por parte de toda la sociedad civil de nuestro país.
Deben ser analizadas las matrices productivas de cada región, provincia o municipio, y producir un cambio trascendental que acompañe el cambio de paradigma que hoy ocurre a nivel mundial, no será la economía tradicional la que produzca el cambio que necesitamos para acceder al conjunto de países desarrollados, sino una nueva economía que es la llamada Economía del Conocimiento.
Esta economía, a diferencia de la tradicional, está basada en un elemento cuyo valor aumenta con la abundancia del mismo y no por su escasez. Otra cuestión distinta es que no hablamos de productos escasos sino de un producto que es inagotable.
Todo aquellas acciones que se lleven adelante en este sentido, fortaleciendo todo aquello que tiene que ver con el desarrollo científico, tecnológico y que impulse la innovación en todo sentido, que incentive la aparición de nuevas empresas de base tecnológica y apoye la cultura emprendedora, producirán los cambios que ansiamos.
El desarrollo de centros científicos y tecnológicos, capaces de generar sinergias y brindar un espacio donde cohabiten empresas, academia, centros de ciencia e investigación y Estado, es un muy buen ejemplo a seguir.
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