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26 DE DICIEMBRE DE 2024
Hace poco más de un año, el Gobierno Nacional estatizó el 51 por ciento de las acciones de la empresa española Repsol. A menos de quince meses de la recuperación, se evidencian un sinnúmero de transformaciones positivas, pese a los pronósticos de fracaso agitados por los medios y partidos opositores.
Foto: Fernando Sturla/Télam/cl
¿Qué habría dicho el general Enrique Mosconi,
fundador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales durante la década del 20, ante el
anuncio de estatización realizado por la
presidenta Cristina Fernández en abril
de 2012? Es imposible saberlo; sí es posible conocer cuál era su visión
con respecto al rol del petróleo en el desarrollo nacional.
“El petróleo tiene una importancia fundamental
e irreemplazable y el crecimiento y progreso de la Nación será tanto más grande
cuanto más firme mantenga esta en sus manos el control de sus yacimientos
petrolíferos, es decir, cuanto más sometidos a su fiscalización efectiva estén
los grandes sindicatos o trusts que explotan en el país el combustible líquido,
pues si esa fiscalización fuera difícil o imposible de efectuar, más
conveniente sería para la tranquilidad económica y política del país renunciar
a la cooperación del capital extranjero”, explicó alguna vez el fundador de YPF.
El peso de las evidencias demuestra que esta
situación descrita por Mosconi hace más de 70 años se ajusta perfectamente al
diagnóstico que realizó el Gobierno Nacional con respecto al desempeño de la
empresa española Repsol, luego de casi quince años de privatización total.
Lo cierto es que desde principios de la década
del 90, en que Repsol compró el primer paquete accionario de la empresa estatal
y obtuvo su control, jamás se realizó una fiscalización estricta
sobre su nivel de inversiones, explotación, exportación y exploración. La
empresa acaparó toda la línea de producción y distribución en condiciones de
cuasi autofiscalización.
Durante el gobierno de Néstor Kirchner y,
luego, el de Cristina Fernández, la situación dejó de ser la de los 90 y, con un tipo de cambio al tres por uno y un
precio internacional del barril elevado,
Repsol entendió rápidamente que le resultaba más conveniente exportar el
combustible que orientarlo al consumo interno.
Asimismo, en simultaneidad con la salida de la
crisis y reactivada buena parte de la actividad productiva e industrial del
país, se hicieron notar cada vez con más frecuencia la escasez y el
desabastecimiento.
En este sentido, la empresa Repsol se convirtió
tácitamente en un órgano regulador de la producción, lo cual la puso en una
relación de tensión permanente con el Gobierno debido a su responsabilidad en la emergencia de una crisis energética
crónica, intensificada en cada invierno desde el 2005 a la fecha, y que llevó a
que en el año 2011 el país se convirtiera en importador neto de gas y petróleo
por primera vez en 17 años.
Leyes
Se establece en el artículo 1º de
la Ley de soberanía hidrocarburífera sancionada al momento de la expropiación: “Declárase
de interés público nacional y como objetivo prioritario de la República
Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos, así como la
exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de
hidrocarburos, a fin de garantizar el desarrollo económico con equidad social,
la creación de empleo, el incremento de la competitividad de los diversos sectores
económicos y el crecimiento equitativo y sustentable de las provincias y
regiones”.
El paso conceptual que se dio con YPF durante
2012 fue significativo y se encuentra en los mismos lineamientos de lo que fue
la (también histórica) reestatización de la Anses. Básicamente, estuvo dado en devolver el carácter público que determinadas instituciones
nunca debieron haber perdido cuando quedaron en manos privadas.
Asimismo, se puede trazar un hilo histórico en
algunos textos con respecto al relevante papel que tienen la ley y la Constitución en lo relativo a la noción de soberanía hidrocarburífera. Volviendo a las palabras
del fundador de YPF, para quien resultaba fundamental que el “Estado, con unidad
de criterio y de principios, pueda vigilar la explotación de esta fuente
inapreciable de riqueza pública, caracterizada como una de las fuerzas vitales
de toda soberanía y metodizar asimismo su técnica, regularizar su utilización,
ejercer contralor en el mercado y evitar la organización de entidades poderosas
que puedan causar al país perturbaciones económicas y políticas”.
Rrecuperando la letra de uno de los
textos más avanzados que ha dado el constitucionalismo argentino, citamos
algunos fragmentos del artículo 40 de la constitución de 1949, sancionada
democráticamente y derogada luego de manera fáctica por la Revolución
Libertadora.
Dice el art. 40: “La organización de la
riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un
orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado,
mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad,
en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por
los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución”.
En el párrafo hay toda una declaración de
principios acerca del valor de la “riqueza pública” y los fines a los cuales debe
estar sujeta. En el mismo sentido, en el propio texto, unas líneas más abajo se afirma que
los recursos naturales representan una propiedad inalienable de la Nación,
entre ellos, por supuesto, el petróleo.
“Los minerales, las caídas de agua, los
yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de
energía, con excepción de los vegetales, son propiedades imprescriptibles e
inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto
que se convendrá con las provincias”.
Sin dudas, la radicalidad de esta normativa hizo que el texto fuera derogado por la autoproclamada Revolución Libertadora y olvidado, de allí en más, por los gobiernos que la sucedieron durante los 50 años posteriores.
Los
primeros catorce meses de gestión
Desde hace 14 meses a esta parte, YPF ha sido
centro de una batería de políticas públicas orientadas a reconducir a la
empresa fuera del letargo en el que se venía manteniendo con la conducción
española.
Vale mencionar la audacia del gobierno al intervenir la empresa luego de su reestatización, ya que de esta manera impidió la realización de cualquier tipo de operación de “retirada” por parte de Repsol, y en la misma operación logró también que la actividad de la empresa no se viera interrumpida de forma alguna durante su traspaso.
Entre las medidas que se tomaron hasta
ahora, se puede mencionar la creación de
una Comisión Federal que tiene entre sus objetivos principales alcanzar el autoabastecimiento.
La misma está integrada por las diez
provincias petroleras, cuatro representantes del Poder Ejecutivo de la Nación y
los sindicatos del sector. Su función se basa en realizar el seguimiento de las
actividades de explotación y exploración en torno a los objetivos planteados en
la Ley de Soberanía Hidrocarburífera.
En términos de inversión se crea, en conjunto
con el Conicet, la empresa YPF Tecnología, con el objetivo de investigar,
desarrollar, producir y comercializar tecnologías, conocimientos, bienes y
servicios en el área de petróleo, gas y energías alternativas como biogás,
biocombustibles o geotermia, entre otras. Según se indica en su página web, “sus
primeros proyectos estarán enfocados en el desarrollo de recursos no
convencionales y en la producción de yacimientos maduros del sector de
hidrocarburos”.
Otra inversión relevante es la que se produjo
aquí en Mendoza, en la destilería de Luján de Cuyo. Con una inversión de 2600 millones de pesos se
construyeron dos nuevas plantas de hidrotratamiento de gasoil y naftas de YPF. La
apertura de estas plantas representa la mayor inversión realizada en la
destilería en los últimos 25 años.
Otro punto importante de la gestión de este
primer año es el referido a la formulación de convenios de cooperación mutua
con países de la región. En este sentido, se destaca la reciente firma de un
memorando de entendimiento (MOU) con Petróleos de Venezuela (Pdvsa), en el que
se fija como objetivo la posibilidad de establecer proyectos conjuntos en
toda la cadena de valor de la industria hidrocarburífera para Venezuela y
Argentina.
Para finalizar, se está realizando una notable
tarea a través del programa "La Universidad con YPF”, en el que el sistema de
universidades nacionales colabora proponiendo las distintas visiones de sus
científicos, tanto en lo que respecta a los aspectos tecnológicos referidos a la
materia como en la promoción de una reflexión humanística en torno al valor social
de una empresa como YPF.
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