Relatos Salvajes: por qué todos recomiendan verla

Es el fenómeno del cine argentino en lo que va del año. Pero ¿cuál es su impacto psicológico? ¿Un filme puede expresar la falta de límites de la sociedad actual? Relatos Salvajes, algo más que una película.

Relatos Salvajes: por qué todos recomiendan verla

Cultura

Unidiversidad

Natalia Bulacio

Publicado el 08 DE SEPTIEMBRE DE 2014


“Tenés que verla. Lo único que te voy a decir es que tenés que verla”: es una frase que se repite en la mesa del domingo. Es que seis historias breves disponen un panorama con el que el joven director Damián Szifrón plasma con escrupulosidad situaciones límite en las que se que reacciona de forma exagerada. Hay una apelación afectiva permanente al espectador. Las emociones fluyen, la impotencia no da tregua.

La película, protagonizada por actores de la talla de Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti, Oscar Martínez, Érica Rivas, Rita Cortese y muchos otros y otras, ha recolectado numerosas críticas, la mayoría positivas de medios especializados y del público en general.

En sus dos primeras semanas de exhibición en Argentina, el filme recaudó 50 millones de pesos. Quizás un signo de que su éxito es arrollador. Pero ¿por qué sigue convocando en cartelera? ¿Por qué sigue siendo la recomendada en grupos de amigos y amigas?

Edición UNCUYO consultó a la prestigiosa psicoanalista Natalia Ayala (matrícula 1611) sobre algunos aspectos de la película, ya que verla parece ser una acreditación para participar en instancias sociales, en conversaciones con otros. Vale preguntarse por qué se instaló como ‘lo que hay que ver’.

Afirma la licenciada que esto ocurrió porque el cine no es simplemente un hecho anecdótico, sino que también constituye un medio de transmisión de aspectos importantes de la cultura. Estamos en una época en la que la violencia es una expresión simbólica frente al mundo que nos toca vivir;  una época en la que prima la declinación de la comunicación humana, de los ideales, de los  valores, de la autoridad.

“Sería importante entonces que a partir de la frase ‘lo que hay que ver’ se generaran espacios de reflexión, ya que esta pérdida de ideales, de objetos valorados, distorsiona la representación que el sujeto tiene de sí en lo colectivo, generando sentimientos de malestar. De esta manera habría que forzar a la sociedad a que reconstruyera un “marco de referencia”, abriendo la posibilidad al lazo social, dando lugar a crear una sociedad distinta, no sin el otro, sino que el yo venga a integrarse en un 'nosotros'”, sostiene la psicoanalista.

Otra de las frases que cabe rescatar entre los comentarios de los asistentes al cine: “Yo hubiera hecho lo mismo. Me sentí re identificado cuando….”. ¿Por qué nos pasa esto? “Las películas tienden a generar identificaciones, el sujeto mira la historia y se refleja en la víctima, el victimario, a la manera de un espejo. Se proyecta en el film aquello inhibido, reprimido, rechazado. En otras palabras: lo inconsciente”, agrega la especialista.

Relatos salvajes no cuenta historias de superhéroes, sino de personajes comunes, en situaciones comunes, que podrían suceder a cualquiera pero en las que se rompe con los códigos de civilidad con una brutal contundencia.

“Es un reflejo de la realidad, ya que actualmente uno de los síntomas significativos de nuestra sociedad es el fenómeno de la violencia, ella se acrecienta día a día”, sostiene la especialista.

Los otros se transforman súbitamente en enemigos porque son potenciales adversarios. Cualquier indicio basta para generar sospechas, estamos frente a la sensación de un mundo habitado por intenciones malévolas.

“Respiramos continuamente un aire violento, haciéndose presente la violencia en sus distintas formas: doméstica, callejera, la que transmiten los medios de comunicación, la escolar, la criminal, etcétera. Como respuesta a esta situación, ya que la película expone diversas escenas que podríamos llamar cotidianas, tendemos a sentirnos identificados, definiendo a la identificación como el mecanismo mediante el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y lo transforma como propio. El sujeto, como dice Freud, ‘es una sumatoria de identificaciones’”, confirma la psicóloga.

Las historias desarrolladas involucran además componentes culturales muy marcados: prejuicios sociales, disputa de clases, paranoia, humillación, hipocresía, la violencia contenida que crece y crece. La promesa de emociones fuertes nunca es abandonada, ya que los conflictos planteados terminando explotando de la peor manera.

Hay distintos tipos de violencia. Hay una violencia manifiesta, pero hay otras contenidas, disimuladas, reprimidas en el cinismo, en la mirada falsa, en la denigración, que a veces provocan la explosión de furia. Ayala lo explica así: “Estamos viviendo una época en la que priman la singularidad, la ostentación, la explotación, la autoeficiencia, la despreocupación, la burocracia, entre otras. Se ha perdido el sentido del nosotros, de comunidad, de respeto por el otro, hay un exceso de violencia por parte de todos los actores sociales y pareciera que la violencia empleada por una de las partes genera una respuesta aún más violenta en la otra. Pero, sobre todo, estamos atravesando por una situación en la que no hay renuncias, no hay sacrificios, no hay contrato social, lo que prima es el interés por lo propio. Aparece esa especie de declinación de la ley que produce el 'todo está permitido', no hay reglas”.

La psicoanalista señala que debemos tener en cuenta que el ser humano desde pequeño es un ser agresivo, cuyos aspectos más primitivos, más agresivos si se quiere decir, tienen un largo camino antes de ponerse en práctica en el adulto. Dichas emociones, bajo la influencia de los complejos familiares, la cultura y la educación, son reprimidas para que el yo logre mantener el equilibrio entre pulsiones, mandatos o prohibiciones y la realidad. Este equilibrio, en varias situaciones, por diferentes circunstancias tanto internas como externas, puede verse amenazado, dando lugar a la angustia, la cual puede generar respuestas vinculadas a la agresión.

Relatos Salvajes conjuga el humor y el horror de la misma manera que lo hace con el amor y la violencia, o con la codicia y la solidaridad. Además, nos pone en la mira a nosotros y a la forma en que nos vinculamos con la violencia externa, pero también con la interna. Pareciera que la exageración de la crueldad de los personajes permitiera dar forma a los fantasmas más remotos que tenemos las personas: lo que no nos atrevemos a hacer/ser.

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