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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
El colegio tiene 90 alumnos y 4 docentes, además del director maestro. La enseñanza está unida a la práctica y al cuidado del lugar en el que viven y producen las familias de agricultores.
En la escuela no sólo estudian 90 chicos, sino que es el centro de la vida comunitaria. Foto: Prensa Gobierno.
A cincuenta kilómetros de la Ciudad de Mendoza, por la calle Quiroga, en Lavalle, está la escuela Ramón Rosales, esa que el gobernador Alfredo Cornejo puso de ejemplo y a la que definió como un símbolo de esperanza.
Cornejo inauguró el ciclo lectivo en ese colegio. Para hacerlo, recorrió 45 kilómetros por la ruta 40 hasta la entrada de Jocolí, y luego siguió 5 kilómetros más por una calle de tierra –Quiroga– hasta llegar al lugar, un recorrido que hacen a diario los pobladores.
En esta zona, conocida como Oscar Maza por una enorme finca que existía, las casas están espaciadas y los vecinos viven de la agricultura, especialmente del cultivo de tomate, ajo, almendra y vid. En los alrededores está la aceitera AGD, que es una fuente laboral.
Para la comunidad de agricultores de Jocolí, la escuela es mucho más que el lugar donde se aprende a leer y escribir. Es el centro de reunión de los vecinos, es un lugar propio en el que se pide ayuda y al que se ayuda cuando es necesario.
A la escuela, que tiene nivel inicial y primario, asisten 90 alumnos que aprenden con cuatro docentes, a los que se suman la directora maestra y dos auxiliares de dirección. Hay alumnos que asisten todo el año y otros que son hijos de trabajadores golondrina, por lo que cursan mientras sus padres están en el lugar. El colegio –que en 2017 cumplirá 50 años– fue uno de los primeros que brindó en Mendoza el servicio de jornada extendida o doble escolaridad, lo que está vigente para todos los cursos.
Norma Di Tavi es la maestra de quinto grado. Dijo que la mayor preocupación de ella y sus compañeros es no ser docentes que están encerrados en el aula, sino enseñar basados en la realidad de sus alumnos, en la práctica. Jorge Carillo, el maestro de 6.º grado, comentó que el proyecto del colegio está relacionado con el cuidado del medio ambiente y con un objetivo claro: que los alumnos conozcan y defiendan el lugar en el que viven y producen sus familias. La problemática del agua, las consecuencias del cambio climático, la idea de añadir valor agregado a lo que producen, la utilización del sol como fuente de energía, son temas que se abordan en el aula.
En el acto protocolar del inicio de clases, Carillo fue el encargado de contar el trabajo que realizan los alumnos, a través de un video que titularon El camino recorrido. En ese camino incluyó la realización de huertas comunitarias, el uso de hornos solares y los proyectos para aprovechar esta energía limpia (que hicieron en conjunto con los institutos Nacional de Tecnología Agropecuaria –INTA– y de Desarrollo Rural –IDR– y la UNCUYO), el cuidado de las aves de la zona y de las plantas (iniciativa que trabajaron con la Fundación Flora Nativa).
El maestro contó que en los últimos años también realizaron una reformulación de los talleres de doble escolaridad, con la intención de relacionarlos con saberes prácticos, para que los alumnos aprovechen las características de su entorno y sepan utilizarlas, siempre con respeto por el medio ambiente. Y para que aprendan a utilizar las nuevas tecnologías, porque no quieren que se queden al margen.
Muchos de los proyectos que realizaron los alumnos fueron reconocidos en distintas ediciones de la Feria de Ciencias, e incluso ganaron tres años el primer lugar. El premio para los chicos fue un viaje a Tecnópolis, en Buenos Aires.
Los docentes se enorgullecieron de los logros de la comunidad: el 90 % de los chicos continúa la educación secundaria y durante el primer trimestre en la nueva etapa los siguen acompañando. Hace unos años lograron abrir un aula satélite de un centro educativo para adultos (CENS), de donde egresaron el año pasado seis padres de los alumnos y cuyo abanderado es uno de los celadores.
Los chicos también hablaron de su escuela. Josefina Jofré (10), Macarena Roldán (11) y Magalí Cabrera (11) contaron que les gustan los proyectos que idean en la escuela, relacionados con las labores agrícolas que realizan sus familias, o con el cuidado de los animales, de las aves y del agua, ese bien escaso en Mendoza y en Lavalle.
Norma Guevara es la mamá de dos alumnos. Contó que la escuela es el centro de reunión, que los vecinos siempre buscan colaborar para que el edificio esté en condiciones y que su objetivo es que sus hijos sigan estudiando.
Norma también aseguró que una de las problemática que tienen, como en la mayoría de las zonas rurales de Mendoza, son las falencias del sistema de transporte. Cuando no pasa el micro, los chicos caminan o van en bicicleta a la escuela y si asisten al secundario, alguien debe llevarlos los 5 kilómetros por el camino de tierra hasta la ruta 40, para esperar ahí el micro.
A cincuenta kilómetros de la Ciudad de Mendoza, está la escuela Nº 1525 Ramón Rosales, donde la educación es a medida: a la medida de su comunidad y de las familias que viven y producen en Jocolí, Lavalle.
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