Rafael Correa renovó su conducción al frente del gobierno ecuatoriano. Se consagró con un enorme porcentaje de votos asegurándose la posibilidad de continuar el camino empezado en 2007. Amplias expectativas frente a la revolución ciudadana y el socialismo del siglo XXI.
A menos de dos meses de ingresar a su quincuagenario, Rafael Vicente Correa Delgado accedió a su tercer mandato como presidente de la República de Ecuador. Su victoria ha sido contundente, superando los logros electorales anteriores que ha tenido en aquel país. Con esta elección, la fuerza que representa Correa ha demostrado su pericia para explicar, no solo con la firmeza de los hechos sino también con el tenor de su discurso, las razones por las cuales su proyecto es una propuesta antagónica ala de sus opositores y superadora de la de sus predecesores. Es la segunda vez que Correa revalida su cargo, y –como bien lo señaló Atilio Borón- lo ratifica con una firmeza contraria a un sentido común que indica que, luego de dos mandatos, resulta esperable cierta erosión, cierto desgaste, de una gestión presidencial.
Lo cierto es que Correa arranca su tercer mandato con una fuerza renovada por el aval popular, con un electorado diverso que ha sabido responder a una sofisticada convocatoria policlasista. Como se señaló anteriormente, la gestión de Rafael Correa se destacó no solo por el simple avance sobre la realidad, sino también por la presentación de la discusión y la apertura del debate de cuestiones vedadas durante décadas, estableciendo argumentos, poniendo en cuestión certezas arraigadas en un sentido común social que ha sido el resultado de décadas de neoliberalismo. Correa se presentó a su pueblo como un incansable orador que supo dar respuesta a cada una de las increpaciones, cuestionamientos y chicanas realizadas por las oposiciones de derecha Ecuador, que a su vez estuvieron amplificadas por los medios de comunicación privados. Con esto, el conductor de la revolución ciudadana y el socialismo del siglo XXI explotó un capital imprescindible para la transformación social, el necesario cambio cultural, dejando atrás –electoralmente, muy atrás- a una oposición impermeable a cualquier premisa que se conciba por fuera de una doctrina liberal ortodoxa.
Asimismo, existen una serie amplia de hechos y acciones que desde el 2007 a la fecha han cambiado la realidad ecuatoriana. A título enunciativo se destacan algunos de los cambios realizados por los gobiernos de Correa:
En materia de educación, la gestión de Correa pasó de un presupuesto del 2,5 por ciento en 2007 a un 5,5 por ciento al cierre de 2011, con la expectativa de alcanzar 6 por ciento en 2013. Se generaron políticas activas de inclusión educativa a través de un fortalecimiento de la noción de educación pública, prohibiendo cualquier tipo de cobro o arancel en instituciones públicas, estableciendo la entrega gratuita de libros y material pedagógico, la distribución de uniformes de manera gratuita a todos/as quienes no pudieran costearlos y la expansión genuina de la educación en todos los estratos que se encontraban excluidos de ella.
En materia de salud, en el transcurso de estos seis años de gobierno, la gestión de Correa triplicó el presupuesto sanitario, pasando de $561 millones en 2006 a $1774 millones en 2012. Además, se realizó un convenio de trabajo con Cuba para el desarrollo de medicamentos genéricos. En el transcurso de su mandato se duplicó el cumplimiento horario de los/las médicos/as a 40 horas laborales, acompañado de una política de incremento de sueldo, formalización y regulación laboral.
Respecto de la realidad laboral, en conjunto con un crecimiento económico sostenido que ha sido común a la mayoría de los países de Latinoamérica, Ecuador alcanzó, durante los últimos seis años, un nivel histórico de empleo con una reducción del desempleo al 4,6% durante el 2012.
En materia de política exterior, Correa ha jugado un papel fundamental en torno a la integración regional y la noción de consolidación de una Patria Grande latinoamericana. En este sentido, fue contundente su intervención cuando presidió la Unasur durante el 2009, colaborando frente a la crisis diplomática entre Colombia y Venezuela. Participó de la alianza estratégica que se consolidó durante los últimos diez años entre países de centro izquierda como Venezuela, Cuba, Argentina, Bolivia, Paraguay (antes del Golpe de Estado), Uruguay, Perú. También fue destacable la exitosa renegociación de la deuda y el importante precedente que marcó para toda la región el haberla declarado odiosa e ilegítima, además de haber logrado una reducción que supuso el ahorro de $7000 millones.
Merece párrafo aparte otro hito de la política exterior de Ecuador: la cancelación del convenio que permitió durante 10 años el asentamiento de tropas norteamericanas en suelo ecuatoriano. En 2009, a través de una decisión que apostó fuerte por la soberanía nacional y regional, dio por terminado el convenio firmado en 1998 por el entonces presidente Jamil Mahuad que autorizó la instalación de una base militar norteamericana en el distrito de Manta ubicado en el norte de Ecuador, so pretexto de lucha contra el narcotráfico.
Más recientemente, otro planteo realizado por Ecuador que no cayó en gracia a Estados Unidos, fue el asilo político ofrecido al activista y fundador de Wikileaks, JulianAssange. La medida realmente fue una guapeada frente al cuestionable interés norteamericano de castigar a Assange por difundir información confidencial de ese país: desde secretos diplomáticos hasta informes referidos a crímenes de lesa humanidad perpetrados por los estadounidenses en sus campañas bélicas emprendidas en Medio Oriente.
Volviendo al interior de la Patria Chica, término con el que Rafael Correa se refirió a su país como parte de un marco conceptual más amplio, cabe mencionar la importante pelea que estableció el mandatario contra los medios de comunicación privados. La autoproclamada prensa “independiente” de ese país se presentó como un tenaz opositor a las acciones y cambios planteados por Correa. Al igual que ha ocurrido en la mayoría de los países latinoamericanos que intentan cambiar el sentido político respecto de un pasado neoliberal, la dirigencia correísta ha tenido que lidiar con innumerables operaciones de prensa y comunicación, desarrolladas por grupos mediáticos que han estado íntimamente ligados a longevas estructuras financieras que venían dominando desde hacía décadas el debate social en aquel país.
En función de esto es que se estableció una importante política de generación de medios de comunicación gestionados por organizaciones sociales. Asimismo, también se desarrolló un proyecto de ley de medios que, hasta el momento, ha sido trabado por la oposición ecuatoriana. Sin embargo, dada la contundencia de los resultados de estas elecciones, se espera que, a través de un renovado mapa político en el interior del Congreso, una nueva regulación de medios se pueda convertir en una realidad durante la próxima gestión del mandatario latinoamericano.