"Quiero usar la informática al servicio de la humanidad"
La Licenciatura en Ciencias de la Computación de la UNCUYO tiene su primera egresada. Mariel Volman Stern, de 24 años, puso en jaque todos los estereotipos de género que dicen que ese no es lugar para una mujer. "Que se animen", les dice a todas las niñas y adolescentes con vocaciones científicas.
Mariel Volman Stern es la primera egresada de la Licenciatura en Ciencias de la Computación de la UNCUYO. Foto: Unidiversidad
A pesar de los embates que la educación pública viene sufriendo, la universidad resiste y se reinventa. En 2017, la UNCUYO abrió la Licenciatura en Ciencias de la Computación en la Facultad de Ingeniería y, de a poco, ha ido ampliando su planta estudiantil. Mariel Volman Stern ingresó con la segunda camada, en 2018, y puede decir orgullosa que es la primera persona en egresar de esa carrera. De amante de las matemáticas a licenciada, la joven de 24 años sabe que su carrera hoy atraviesa a todas las otras y piensa en una tecnología al servicio de las personas. Por eso desarrolló una IA que detecta pólipos en colonoscopías.
La licenciada se abre camino en un sector fuertemente masculinizado y se recibe antes que nadie. Demuestra que es igual de capaz que cualquier varón e incentiva a niñas y adolescentes: “Que se animen, que prueben, está bueno que cada vez seamos más. Las mujeres estamos totalmente capacitadas para este tipo de carreras”. El pensamiento lógico y crítico, destacó, es algo que las mujeres demuestran dominar.
Hizo la primaria en la Escuela Israelita y la secundaria en el CUC. Nunca se le ocurrió estudiar en una universidad privada, a pesar de que su padre y su madre probablemente podrían haberla ayudado. El Profesorado de Matemática fue su primera opción, hasta que una tía que trabaja en la UNCUYO le contó sobre una carrera que ni siquiera había escuchado nombrar. En la feria educativa conoció el programa y se decidió por la Licenciatura en Ciencias de la Computación.
Años atrás —o en ciertas familias actuales— le podrían haber dicho que eso no era para ella, que era cosa de varones, que mejor estudiara algo relacionado con la docencia, la salud o una ciencia social. Esos estereotipos de género siguen vigentes en ciertos sectores y, de hecho, la Facultad de Ingeniería y el ITU son las únicas dos unidades académicas con mayoría masculina, a pesar de que la planta estudiantil de la UNCUYO es un 68% femenina. No es un síntoma local: las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, por sus siglas en inglés) evidencian una marcada brecha de género.
En realidad, aquella Mariel que egresó del CUC tenía un buen ejemplo porque tanto su papá como su mamá egresaron de Ingeniería en Sistemas de la Universidad Tecnológica Nacional. La flamante licenciada nunca dudó de su deseo y sabía que podía recibir una formación de excelencia sin que pagaran por su educación.
En primer año de la facultad, contó Mariel, eran alrededor de 40 estudiantes en total y solo dos o tres eran mujeres. Ese número reducido se mantiene en las cohortes actuales, a pesar de que la carrera va teniendo cada vez más estudiantes (en 2022 ingresaron 140). Destaca que en la carrera les enseñaron que la primera persona en programar fue Ada Lovelace, el primer compilador fue desarrollado por Grace Murray Hopper, la base de las comunicaciones inalámbricas la patentó Hedy Lamarr. Quizás todo eso sirvió como impulso para, a pesar de que las probabilidades no jugaban a su favor entre tantos varones, Mariel fuera la primera egresada de Ciencias de la Computación.
¿Alguna vez le dijeron que esa carrera no era para ella? Sí, pero nunca por ser mujer. “Lo que pasa es que no me gusta programar”, rio, y sus compañeros le decían que se había confundido de lugar. Conoce ese lenguaje y su lógica, pero no le interesa ser desarrolladora backend ni frontend. La vuelven loca las matemáticas y la resolución de problemas y, aunque es cierto que el plan de estudios tiene mucha programación, también abarca muchas otras áreas porque la computación es muy amplia: ingeniería en software, redes, inteligencia artificial (IA).
Y acá sí llega su interés. La IA está inspirada en las redes neuronales del cerebro humano y, casi como un gesto de gratitud, a Mariel Volman Stern la motiva aplicar la informática para resolver problemas de la humanidad: “Que sirva para el bien, no para reemplazar a la gente. No me gusta la deshumanización”.
Por eso enfocó su tesis en desarrollar una herramienta que, mediante inteligencia artificial, lee imágenes de colonoscopías y determina la existencia de pólipos. Ese proceso tuvo etapas bastante complejas: entrenamiento, validación y testeo. A la IA le proporcionó gran cantidad de imágenes con las etiquetas que dicen dónde está ubicado el tejido adicional. La herramienta tomó esas imágenes y, con los algoritmos que tiene de fondo, realizó distintos ajustes y fue aprendiendo para lograr que el resultado —la interpretación— fuera igual a la etiqueta que se le dio inicialmente. Todo parece sencillo cuando ella lo explica.
Mariel Volman Stern. Foto: Unidiversidad
Si bien para el proceso Volman Stern utilizó conjuntos de datos abiertos que encontró disponibles en la red, pudo hacer el testeo con imágenes que puso a disposición un médico del servicio de gastroenterología del Hospital Universitario. Y un logro particularmente interesante es que el sistema no había sido entrenado con esas colonoscopías e igual pudo realizar la detección, a pesar de que, en general, la red requiere que las imágenes sean similares.
Para lograr todo eso tuvo el privilegio de una familia que le hizo de sostén cuando la facultad le pedía dedicación permanente entre el cursado y el estudio. La pandemia tampoco ayudó al interrumpir la presencialidad. Entablar amistades fue difícil entre tantos varones con intereses distintos. Pero en paralelo mantuvo siempre su cable a tierra: “Llego a mi casa y lo último que quiero es prender la computadora. Los fines de semana me interno en el club con mis amigas”.
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