¿Qué plantea la resiliencia?
La psicóloga y docente Claudia Zozaya señala la importancia de trabajar en las instituciones educativas desde una perspectiva complementaria como la de la resiliencia.
El tema de la resiliencia ha tenido una amplia divulgación, como un modelo integral de comprensión de la realidad psicosocial desde una perspectiva proactiva. La resiliencia se ha definido como la capacidad de las personas de enfrentar y superar condiciones de adversidad y salir fortalecidas frente a ellas.
Antecedentes de este planteo fueron los estudios de epidemiología social de E. Werner (1992), donde se advertía que las personas que se encontraban en condiciones devastadoras de pobreza, marginalidad, alcoholismo, abuso y demás, podían soportar, sobreponerse, y generar cambios en sí mismos y en su entorno. ¿Se trataba de personas invulnerables? ¿Dotadas de una capacidad innata o especial? ¿En qué se diferenciaban de los que no podían sobreponerse? Se respondió asegurando que no era el resultado de lo constitucional sino que, por el contrario, se aprendía. En los casos estudiados, una constante era precisa: la presencia de alguien que había “significado” a esa persona en algún momento o circunstancia. Es decir, que había sido investida de valoración. Había incorporado, aún en circunstancias trágicas, elementos para sostenerse y afrontar.
Desde la perspectiva resiliente, las personas y los grupos pueden desarrollar afrontamiento para modificar su realidad, pueden aprender a hacerlo. Las redes de apoyo en las comunidades, en las instituciones y en los grupos constituyen un factor clave pero no en calidad de dadores, sino posicionando a los sujetos desde el lugar de cambio.
Relevando los enfoques protagónicos en salud y educación, puede plantearse que, históricamente, los modelos tradicionales se han orientado hacia la detección de síntomas y el diagnóstico preciso, para concluir en una oferta educativa y terapéutica capaz de subsanar dificultades. Estas ideologías generan y sostienen el funcionamiento de sistemas de salud y sistemas educativos donde, ante el padecimiento o la disfunción, el protagonista es el efector en salud y donde la resolución está pensada desde el lugar del especialista. La persona se torna receptora y pasiva. Lo externo quita u otorga, empobrece o enriquece, pero no por el hecho de proveer de recursos, sino a través de la espera por la recepción. Lo externo no resulta una opción de la que se puede apoderar, sino que es dadora según su propia dinámica. No hay iniciativa o afrontamiento por parte del sujeto.
Existe otra opción.
La incorporación y complementariedad en el ámbito psicosocial desde el sentido de la resiliencia privilegia marcos conceptuales basados en el desarrollo de potencialidades y recursos, por lo tanto, promueve marcos de intervención que estimulan la autonomía del sujeto. Se trata en este caso de un sujeto que “no solo se enferma o carece de algo”, sino que se procura intervenir para que resuelva por sí, que elabore, busque recursos y desarrolle una adaptación activa.
El punto de referencia clave es el del desarrollo de áreas y aspectos sanos: se priorizan estos aspectos para generar una dinámica intersubjetiva que reubique al sujeto frente a la adversidad.
Esta propuesta puede interpretarse erróneamente si se analiza como un posicionamiento teórico e intervencionista sobre la individualidad o desde la habilidad de superar obstáculos más allá de los riesgos. Debe resultar claro que las condiciones adversas deben eliminarse. La prevención tiene una clara meta que es la de reducir la posibilidad de que se instalen las condiciones de adversidad. Por lo tanto, los factores de riesgo evidencian una realidad que debe ser modificada. El evento agresor debe reducirse hasta eliminarse. La agresión, el abandono, el maltrato, la carencia, la dominación, el abuso, deben eliminarse y reemplazarse por otras condiciones.
La discusión se instala en priorizar a este aspecto como único, lo que lleva a una opción de resolución lineal y pasiva: hay o no hay adversidad; si hay, el sujeto sucumbe; si no hay, se salva.
La propuesta de los factores protectores en resiliencia completa a la anterior. La protección reduce el impacto de la adversidad, fortalece para enfrentar y no ser destruido. La persona retoma de su entorno y de sí misma los recursos para afrontar y dar una respuesta adaptativa. El planteo central recae en promover el potencial humano.
Todas las personas y los grupos pueden desarrollar resiliencia.
Autora: Magíster Claudia Zozaya. Licenciada en Psicología, especialista en Promoción y Educación para la salud. Profesora asociada de Psicología Educacional en la Facultad de Educación Elemental y Especial. Profesora de Psicología del Desarrollo Facultad de Arte y Diseño.
Referencias:
Cyrulnik, B. (2002) El murmullo de los fantasmas. Madrid. Gedisa, 2003.
Werwn, E. (1992) En Melillo A y Suárez Ojeda: Resiliencia. Descubriendo las Propias Fortalezas. Bs As. Paidós, 2002.
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