"¿Qué pensás que puedo hacer para ayudarte?", una pregunta clave para acercarse a adolescentes en riesgo
La doctora en psicología Diana Altavilla, que trabaja desde 2001 en la problemática del suicidio, brindó las claves para acompañar a chicos y chicas. El trípode de las conductas de riesgo. Las consecuencias de la pandemia y de una época marcada por el exitismo y la confrontación.
Altavilla propuso acercarse desde el amor, pero con respeto, dando lugar a pensar juntos las posibilidades para enfrentar un problema. Foto: Pixabay/OrnaW
Hay una pregunta clave para acercarse a adolescentes en riesgo, explicó la doctora en psicología y especialista en la temática del suicidio Diana Altavilla: "¿Qué pensás que puedo hacer para ayudarte?". Dice que en esas pocas palabras se unen muchos aspectos positivos: un adulto que sabe que hay un problema, que no esconde debajo de la alfombra, que no resuelve a su manera, sino que da entidad al conocimiento que chicos y chicas tienen de sí mismos y que valora su razonamiento. Consideró que esa pregunta es una forma amigable de acercamiento, ni impositiva, ni exigente, ni demandante, pero tampoco sin límites, lo que sería aceptar cualquier cosa que propongan, sino que abre la posibilidad de pensar juntos alternativas y, con base en eso, que los adultos, que son quienes guían, tomen una decisión.
“Lo primero que hay que pensar es que ellos esperan que mantengamos un equilibrio, que no significa frialdad, significa afecto, pero con equilibrio. Segundo, escucharlos: qué es lo que suponen que les viene mejor, tenerlos en consideración, plantearles más posibilidades, pensar juntos un abanico de posibilidades, intercambiar con ellos, preguntar cómo les parece que se puede llevar a cabo esa propuesta, preguntarles qué necesitan de nosotros”, dijo la profesional a Unidiversidad.
Altavilla fue una de las expositoras en el primer Congreso de Salud Mental que organizó el Gobierno de Mendoza. Su presencia fue esencial, teniendo en cuenta que el crecimiento de los intentos de suicidio y de los suicidios consumados en la franja etaria de 19 a 24 años es la señal de alarma más clara y dolorosa de la necesidad de hablar sobre el tema y de que los adultos referentes busquen estrategias para acompañar, para guiar.
Altavilla habló sobre el suicidio, pero, más que eso, sobre estrategias de acompañamiento, frente a un auditorio colmado de profesionales de la salud y de docentes preocupados por un problema que enfrentan a diario con las herramientas que pueden. Ella compartió su saber teórico, pero sobre todo el práctico, ese que le dio y le da acompañar a cientos de chicos y chicas y a sus familias.
"Ellos esperan que mantengamos un equilibrio, que no significa frialdad, sino afecto, pero con equilibrio", dijo Altavilla. Foto: Unidiversidad
Una realidad compleja
¿Cuál es la realidad sobre la problemática del suicidio, teniendo en cuenta que usted trabaja en este tema desde 2001?
En cuanto a los intentos de suicidio y los suicidios consumados, ya teníamos una tasa alta antes de la pandemia, pero, obviamente, una situación de catástrofe real como la pandemia, por la cantidad de pérdidas, de muertes próximas y por la incertidumbre, fue una situación de desvalimiento colectivo en la que las conductas de riesgo aumentan, entre ellas los intentos de suicidio o la ideación suicida y algunos consumos problemáticos, que son todas conductas de un sujeto que tiende a desligarse del exceso de tensión interna al que se siente sometido. Esa tensión interna se acumula y no tiene un solo motivo; entonces, alguien sufre más la pérdida de un trabajo, otras una muerte, otras la falta de recursos económicos. Cuando entran en vulnerabilidad aquellas cosas que valoramos más, y en pandemia fueron muchas al mismo tiempo, era esperable que aumentaran los intentos de suicidio y los suicidios consumados. Las estadísticas nacionales muestran un incremento. Este es un tema complejo que involucra muchas situaciones, como abusos problemáticos, situaciones de trata, de ausencia de trabajo, de espacios laborales muy adversos. Lo que vemos, porque yo trabajo a nivel nacional y también con muchas provincias, es que, en cada provincia, las razones psicosociales son diferentes y se juntan con las individuales, y ahí es donde la bomba se combina en forma complicada para los más vulnerables, como los adolescentes.
La profesional destacó la importancia de escuchar al adolescente, de abrir el juego para que proponga alternativas. Foto: Unidiversidad
¿Cuáles son las razones de este incremento? Más allá de que usted explicó que no es una sola, sino una multiplicidad, entre ellas, la pandemia.
Primero, voy a decir que hay un término técnico que se llama desmentida, y los adultos hacemos esto. La desmentida no es una negación, es decir, cuando alguien ni siquiera ve algo, no lo registra; no, la desmentida es haber visto y hacer como que no pasó. Eso es más grave, es barrer debajo de la alfombra y saber que debajo de la alfombra hay cosas. Entonces, lo duro de la pandemia y de haber convivido forzadamente en situaciones de encierro con adolescentes, que en ese momento deberían haber estado en un proceso más de exogamia, de salir con pares, fue algo muy tormentoso, sobre todo, para ellos, y no creo que los adultos hayamos sintonizado, ni la familia, ni los docentes, porque también estaban pasando por una situación de tremenda sobreexigencia. Y lo peor es que, cuando volvieron a la presencialidad, aun queriéndola, muchos adolescentes entraron en un conflicto grave porque no sabían cómo manejarse con el cuerpo propio, con el cuerpo del otro, con la mirada del otro. Eso agudizó lo que es normal en esa etapa y hubo aumento de estados de ansiedad, de desconcierto, de ataque de pánico. Lo vimos en las consultas: cuando volvieron a la presencialidad, los adolescentes no estaban todos bien, sino que salieron a flote situaciones que estaban larvadas, ocultas en la pandemia y, al mismo tiempo, aparecieron otras nuevas relacionadas con volver a la presencialidad después de mucho aislamiento. Ese desconcierto es tremendo para un adolescente que no tiene un psiquismo ya elaborado como para reflexionar, porque eso se consigue neurológicamente alrededor de los 20 años, el aparato psíquico termina de construirse a esa edad. Entonces, no podemos esperar que un adolescente de 14 o 15 razone orgánicamente, no puede; los adultos esperábamos y le pedíamos que razonara sobre esas conductas de riesgo y no podía hacerlo. Es como si fuera un dique y yo le dijera al adolescente: "Tenés que parar con estas conductas de riesgo", y el dique no tiene una compuerta, ningún elemento de desagote, ni puertas alternativas; lo que va a pasar es que ese dique se va a rebalsar. Entonces, si a los adolescentes que tenían que volver a la presencialidad, además, se les siguió cargando de exigencias sociales, y ellos mismos tienen exigencias de juntarse con otros, se necesitaban diques de desagote, alternativas para paliar ese estado de ansiedad, tanto individuales en consultorios como colectivamente. Por esto, muchos profesionales de la salud comenzaron a involucrarse en espacios recreativos que no solo fueron necesarios en este tiempo, sino que van a ser necesarios, a mi gusto, por lo menos durante tres años más, porque algo como lo que pasó en pandemia no es cosa pequeña.
Deconstruir el modelo contemporáneo
¿Cómo influyen los valores, las características sociales y económicas de esta época, las redes sociales?
Pienso que hay modelos que tenemos que deconstruir. Así como deconstruimos el patriarcado, también hay que deconstruir los paradigmas del modelo de la contemporaneidad. Este modelo avala al éxito, el control, el poder, el dinero, la idea de que la satisfacción va a venir cuando tengas todo. Ese modelo implica una exigencia terrible para los chicos, aunque bailen en Instagram, es terrible. Esto lo vemos en países como Corea, que ha llegado a un nivel de bienestar social impensable hace 20 años, pero donde la fragilidad está en los chicos que no dan más con las exigencias que les imponen en el colegio para luego rendir como adultos. Lo vemos en sociedades como Japón, que, a pesar de invertir muchísimo dinero en programas de salud, no puede bajar el suicidio adolescente, y no puede bajarlo porque, por otro lado, llenan el dique con sobreexigencia de rendimiento y, aunque sea con buenos modos, esa es una presión enorme. Esto no significa que no se pongan límites, establecer acuerdos de cumplimiento sano sobre cosas mínimas con los adolescentes, pero yo tengo que saber qué es lo que puede dar cada uno. Yo no le puedo pedir a un niñito de dos años que tome los vasos de vidrio que quedan a dos metros de altura y ponga la mesa; en todo caso, tengo que darle todo de plástico para que no rompa nada, para que no se lastime, para que vaya aprendiendo desde su nivel. Con esto es lo mismo, no les demandemos a los adolescentes cosas de adultos e incluso no les demandemos a los adolescentes cosas que los adultos no cumplimos. Es como el ejemplo que dieron en una de las charlas, pedirles que se cuidan con el alcohol, y resulta que en la casa todos los adultos toman.
Altavilla expuso en el congreso sobre problemáticas actuales, junto con Manuel Vilapriño y Carlos Damin. Foto: Prensa Gobierno
¿Cuál es la forma de lograr esos acuerdos?
Sabemos que todo lo que sea exceso va a ir a contramano de la salud mental: los excesos de cualquier tipo, de sustancias, de trabajo, del uso del celular, si son con consumos que alteran la cuestión orgánica, como puede ser la marihuana, peor. Entonces, debemos analizar cómo lo hablamos, porque, si vamos en el sentido contrario, es decir, la prohibición de todo, no solucionaremos el problema, sino que le agregaremos otro. Tenemos que hacer acuerdos, porque decirles, por ejemplo, "No tomás una gota de alcohol" cuando todo su grupo lo hace, por ahí no es real. Entonces, acordemos: "Podés tomarte un vaso, después tomá agua, hidratate". Y con esto no estoy abonando el consumo de alcohol, pero en este y otros aspectos hay que lograr acuerdos. Otro aspecto vital es la comprensión que los adultos tengamos sobre cuáles son las cosas que nos generan más problemas.
¿Cuáles son?
Yo diría que hay tres cosas vitales para detectar el factor de riesgo en uno mismo y en otros, y lo escucho en forma cotidiana, que son los trípodes del riesgo extremo, de conductas extremas, incluida la del suicidio. Esos tres pilares son: tengo un problema y nadie me va a entender; ese problema no tiene solución, y estoy solo con ese problema, nadie va a entender lo mal que la estoy pasando.
¿Cómo acompañar? ¿Qué hacemos mal y qué podemos mejorar para estar cerca, para que no se sientan en soledad?
Bueno, yo escucho pocos padres o adultos que pregunten: "¿Qué creés, qué pensás que yo puedo hacer para ayudarte?". Se adelantan cuatro pasos y dicen: "Yo te voy a ayudar de esta manera, porque yo lo veo, te falta esto, te falta aquello, no podés con esto", desde una tarea escolar o una cuestión con los amigos; "Yo te doy y te doy, te resuelvo". ¿Qué percibe un adolescente? Que es un inútil, que no puede hacer nada. En cambio, cuando pregunto: "¿Qué puedo hacer por vos?", le estoy dando entidad a que tiene un conocimiento de sí mismo sobre qué puede hacer un otro para ayudarlo y, a su vez, tiene la posibilidad de pedirlo, que es el primer acto de constitución subjetiva. Los adultos nos quejamos de que los chicos tienen baja autoestima, pero abonamos la falta de autoestima desde que son pequeños no preguntándoles que quieren o cómo les parece que los podemos ayudar. Eso no significa decirles a todo que sí, ahí están los límites; yo voy acompañando a pensar alternativas, que es lo que no puede solo un adolescente. Entonces, preguntarle al adolescente cuáles son las cosas en que nosotros lo podemos ayudar no es ir y hacerlas automáticamente como si fuéramos robots; es, primero, darle entidad, darle valor a lo que está pensando y razonando, colaborar en no contradecir de entrada, sino decir: "Pensemos juntos esto que estás diciéndome o me estás pidiendo, qué puede ser mejor". Entonces, yo me aproximo al adolescente de una forma amigable, ni impositiva, ni exigente, ni demandante, ni sin límites, y tampoco sin angustia. Esto lo digo porque hay adultos que se acercan al adolescente desde el lado de la angustia, diciéndoles que no pueden con lo que les están contando, y no hay nada que desmoralice más a alguien cuando va con un problema a otro que oír que le dicen que no le cuenten más, que le angustia. Lo primero que debemos pensar es que ellos esperan que nosotros mantengamos un equilibrio, que no significa frialdad, significa afecto, pero con equilibrio. Segundo, escucharlos, qué es lo que suponen que les viene mejor, tenerlo en consideración, plantearles más posibilidades, pensar un abanico de posibilidades, intercambiar con ellos, cómo les parece llevarlo a cabo, qué necesitan de nosotros, por ejemplo, que hable con la directora porque no puede con ese tema. Ahora, si voy querellante al colegio como mamá, la verdad es que no lo estoy ayudando, directamente tengo que ir desde un lugar amable, como yo supondría que estaría bueno que mi hijo pudiera hablar con ese docente, y poder lograr algún tipo de acuerdo. ¿Qué es lo que les enseñamos a los chicos en eso? Que la cuestión no es el logro de todo, que es lo que decía con las coordenadas de la contemporaneidad, no es ganar. No está bueno ganar, lo bueno es haber hecho un esfuerzo lo más sensato y coherente posible con las herramientas que tengo a disposición. Entonces, cuando le digo que encontremos una forma de resolver eso, es más o menos lo que se hace en mediación legal, donde hay posturas antagónicas, que no pareciera que son compatibles, pero se empiezan a acercar: qué es lo que quiere el adulto, qué quiere el adolescente, qué es lo que le demanda el mundo, y encontremos una salida, un acuerdo, por ejemplo, sobre las salidas, el consumo, la ingesta de alcohol. ¿Por qué digo esto? Repito que no estoy abonando al consumo de alcohol, sino pensar que cuando le digo al chico: "Cuidate, no tomes alcohol", en realidad se para en una fiesta, todos están con una copa en la mano y encima jugando a ver quién toma más. Entonces, acordamos, no lo ayudamos a combatir lo que está mal desde el lado de la separación y la conducta diferente del otro, sino que lo ayudamos a través de estos acuerdos, porque, de ese modo, les enseñamos a lidiar con un mundo adulto, donde van a estar en lugares de trabajo donde va a haber otro que le diga: "Esto es así y no puede ser de otro modo". Colaboramos en esto que es lidiar sanamente con la adversidad. Sanamente significa sin resignar lo básico, sin resignar nuestra identidad, lo que nosotros pensamos. Seamos sensatos, mediemos con lo que les demanda el mundo y no los pongamos en situación de terminar siendo señalados por su grupo como raritos, porque no son raritos, porque en todo caso todos somos raritos, y está claro que son más raros aquellos que se desajustan para encontrar una solución a la angustia. Lo importante es escuchar, porque me encuentro con adultos que dicen: "¡Por qué no lo escuché!". Entonces, tratemos de hacerlo antes de llegar a ese límite de poner el carro delante del caballo: el carro va a andar si yo le pongo el caballo delante, y yo soy el que conduce, no puedo decir que no sabía. En realidad, puedo decir que no sabía si yo me informé mucho y había algo que desconocía, pero, si yo no me informo, barro debajo de la alfombra no solo lo individual, sino también lo que está pasando en el mundo donde la angustia psíquica es extrema y no soy solidaria con lo que pasa en mi comunidad, es como si viviera en otra galaxia.
¿De qué modo sería posible involucrarse?
Es importante esto, involucrarse, que el otro sepa que cuenta conmigo. Involucrarse implica no barrer debajo de la alfombra. Tenemos mucho barrido debajo de la alfombra, dejemos de relativizar los problemas de cada uno, cuidémonos entre todos. Hay un mito que dice que para cuidar a alguien primero tengo que estar bien, y hay gente que abona eso, y no es así. Se puede estar mal y hacer bien a otro, porque el otro va a sentir que estamos mal, pero nos podemos ayudar, es lo que pasa en las guerras. El ser humano, en situaciones extremas, se puede ayudar, no tiene que venir la ambulancia desde el más allá. Somos seres de manada, seres vinculantes. Entonces, si somos seres para quienes lo vincular está desde el nacimiento, seremos adultos buenos, no por lo bondadosos, sino por lo saludables. Cuando no hemos tenido eso, sobre todo en los primeros cinco años, va a ser muy complejo que podamos lidiar con la adversidad. La gente que en las adversidades sucumbe más es la que tuvo situaciones muy adversas los primeros cinco años de vida. Por eso, cuando se produce un suicidio, hay que actuar rápidamente con familias donde hay niños pequeños, para trabajar. Un suicidio siempre va a traer un coletazo de devastación, por eso nunca tiene que pasar desapercibido, tenemos que trabajar para analizar qué pasó, para que tenga el menor impacto posible, que la cicatriz tenga las suturas correspondientes, que sea una línea finita. Si no hacemos nada, quedará la herida abierta. Lo más probable es que la gente salga de un problema grave con amigos, familiares, profesionales, aunque hay personas que vemos que superan problemas graves solos, pero salió porque tenía dos o tres coordenadas de las que se agarró y se sostuvo, pero no podemos estar en una comunidad y decir que el que puede que se le arregle, y el que no, no. De alguna manera, aprendemos o transmitimos recursos que son resilientes, que son recursos para resolver problemas de formas menos extremas. Lo primero que diría es que tratemos, que intentemos cada día, con un esfuerzo que esté en la medida de nuestras posibilidades, hacer de mi espacio laboral, de amigos, de pares, de la calle, de lo social, de la vereda, un espacio menos adverso con el que me topé hoy. Si yo puedo hacer un poquito, algo cada día, yo misma debería sentir mejor. Y si encima hago bien para el otro, bueno, mejor.
Altavilla destacó la importancia de las personas referentes para un adolescente, sean o no de su familia. Foto: Unidiversidad
La familia ampliada, que en la sociedad latinoamericana es tan importante, ¿puede ayudar, colaborar en este acercamiento y escucha?
La familia ampliada tiene mucha importancia, pero cada uno tiene sus referentes. Si les pido a cinco adolescentes que anoten a quince personas que conozcan, y de esas, a quiénes llamarían en una situación extrema, eso cambia todo. No es que no quiera a la abuela de 98 años, la quiere mucho, pero no le puede pedir que lo busque a las 3 de la mañana o que corra ante una emergencia; entonces a este lo busca para una cosa, al otro para la otra. Entonces, tiene a cinco o seis personas de su entorno que, para distintas circunstancias adversas, son un buen sostén, cuenta con un núcleo de pertenencia. La pertenencia no es la familia biológica, es quienes digo yo que son mis pertenencias. Entonces, cuando alguien está en situación de consulta, en una guardia o lo que fuera, lo mejor que se le puede preguntar es quiénes son las personas que sientes que realmente pueden cuidarlo y ampararlo en este momento, que puede ser una tía, una abuela, una vecina, que le hacen bien, que van a saber acompañar. Por eso está bueno preguntar al otro, qué puedo hacer por él.
*Si necesitás información u orientación sobre esta temática, podés comunicarte al 148 opción 0. Te responderán profesionales del área de la Dirección de Salud Mental y Consumos Problemáticos.
salud mental, adolescentes, suicidio, consumo,
Entretanto 27 - Cannabis medicinal en Mendoza
Leandro Mastrantonio, ingeniero agrícola - Investigador y profesor Facultad de Ciencias Agrarias ...
13 DE DICIEMBRE DE 2024
Un mapa de las tecnicaturas de la UNCUYO: 25 carreras flexibles y con alta salida laboral
Unidiversidad realizó un relevamiento de las carreras cortas que ofrece la UNCUYO. Se trata de ...
12 DE DICIEMBRE DE 2024
Ley de etiquetado frontal: más de 150 organizaciones rechazan su derogación
Entrevista a Leila Guarnieri, nutricionista e investigadora de FIC Argentina.
10 DE DICIEMBRE DE 2024