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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
“El panorama político se había renovado. Con la presencia de los radicales lencinistas y de los socialistas se comenzaron a discutir otros temas. Es ilustrativo el ejemplo de los debates de la Convención Constituyente de 1916 en la que los socialistas defenderán la lucha de clases y la dictadura del proletariado o pondrán en duda cruda y abiertamente la existencia de Dios”. Del libro "Mendoza a través de su Historia", compilado de Arturo Roig, Pablo Lacoste y María Cristina Satlari, en el capítulo “Entre el orden y el progreso”, por Ana María Mateu.
Ilustración: Pablo Pavezka
¿Para qué pensar en la Mendoza de hace cien años y en la parición de la Convención Constituyente de 1916 que dio nacimiento a la tan preciada como cuestionada Carta Magna mendocina? La mirada retrospectiva es necesaria para entender la idea que movió a los legisladores especiales que la redactaron. Esas intenciones históricas trascienden en las entrevistas a los juristas Aída Kemelmajer de Carlucci y Alejandro Pérez Hualde, quienes defienden a la centenaria ley fundamental en las notas de esta Edición U.
El repaso de la historiadora Teresa Giamportone y el análisis jurídico-histórico que hace Ismael Farrando, decano de la Facultad de Derecho de la UNCUYO, completan el escenario de este informe en el primer número de este ciclo 2016.
El hilo conductor es la ponderación positiva de la vigencia de la Constitución provincial, ideada en las bases por Julián Barraquero, nuestro “Juan Bautista Alberdi”. Mientras que se reconoce la necesidad de aggionar el texto constitucional ante las exigencias de la compleja sociedad actual.
Hay en este cuadro de situación una advertencia arrojada por Pérez Hualde, quien pone en relieve un mal político endémico que ha caracterizado a los últimos intentos de reformulaciones integrales de la Constitución. Concretamente se trata de las motivaciones reeleccionistas que, en mayor o menor medida, han promovido los gobernadores de turno en estos impulsos reformistas.
Hasta hubo una experiencia frustrante en el inicio de este siglo que hizo que se produjera el surgimiento de una expresión política llamada FISCAL, inspirada en el descontento popular con la clase política, que basó su campaña electoral en el “No” a la reforma de la Constitución. Aquella negativa popular en los emergentes años tras la debacle de 2001 no hizo más que confirmar que no se puede mejorar lo que no se conoce.
Por eso, ahora que se vislumbra otra vez la oportunidad de una actualización constitucional, es preciso caminar por senderos seguros y libres de influencia política de cabotaje. Es posible que le esté llegando la hora a la añosa “súper ley”, como la llama el constitucionalista Víctor Ibáñez, a cargo de la columna editorial de este número de Edición U.
Es hora de que los referentes partidarios se abstengan de introducir en la agenda pública que concentra la Constitución la tentadora y mezquina idea reeleccionista que traba cualquier intento de reforma.
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