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Investigaciones intentan develar el modo en que nuestro sistema cerebro-cognitivo se apropia de los significados para luego abrirse a la comunicación.
Por Grupo LiNEL Incihusa-Conicet / Camila Balter, practicante del Incihusa
Publicado el 28 DE JUNIO DE 2019
Antes de responder esta pregunta, es necesario definir qué se entiende por lenguaje. Según Savage-Rumbaugh, se trata de un sistema neurocomportamental que sirve para comunicarse, cuyos elementos son sociales y por lo tanto, convencionales. La adquisición del lenguaje se da también por el medio social, es decir que no es innato, por lo que su desarrollo requiere necesariamente la interacción social: no se puede aprender una lengua escuchando una grabación.
En tanto, el lenguaje humano se diferencia de otros sistemas de comunicación porque sus símbolos son, primero, establecidos socialmente y, segundo, respetan una gramática, es decir, un conjunto interrelacionado de esquemas que interrelacionan esos símbolos. Algunos de ellos son puramente gramaticales, no tienen un correlato con la realidad; por ejemplo, la palabra "que": no existe una cosa en el mundo que podamos señalar como significado de "que", pero nos permite transmitir muchísimas ideas en su calidad de conector lógico.
Pero ¿cómo se desarrolla el lenguaje a nivel cerebro? En esto, la coocurrencia y la estadística son centrales. Desde que nacemos, el cerebro va almacenando no solo lo que escucha, sino también información relativa al contexto en el cual se escucha para luego reutilizar lo aprendido. Así, realiza un censo y luego asocia. Los recuerdos aparecen una vez adquirido el lenguaje. Por lo tanto, el pensamiento y la memoria están plenamente involucrados en el desarrollo del lenguaje, y este, en la evolución humana. Se trata de un sistema de comunicación tan preciso que permitió que las personas pudieran transmitirse sus ideas, ni más ni menos.
En este proceso, las neuronas espejo cumplen un papel importantísimo. Su descubrimiento demostró que funcionan casi igual que la estructura argumental de un verbo (agente, acción y objeto sobre el cual es ejecutado) y, por lo tanto, la base neuronal del lenguaje.
Este tipo de neuronas “arma” la secuencia de movimientos, es decir, las contracciones musculares, necesarios para llevar a cabo una acción determinada, como por ejemplo agarrar un objeto, según la forma y tamaño de este. Lo interesante es que estas neuronas se activan no solo cuando se ejecuta la acción, sino también cuando la persona ve la misma acción ejecutada por otra persona. De ahí lo de “espejo”.
Para estudiar el procesamiento cerebral del lenguaje, Alejandro Wainselboim utiliza gramáticas artificiales, es decir, palabras inventadas (por ejemplo “lane” o “pefa”). A su vez, estas “pseudopalabras” pueden conformar frases siguiendo ciertas reglas de combinación entre ellas y adquirir un significado si se les agregan imágenes que den cuenta de su referente. Este método permite estudiar el tipo de proceso que está involucrado en el aprendizaje de las reglas combinatorias y los significados de las pseudopalabras. Durante el experimento, se registran los potenciales eléctricos generados por el cerebro mediante un electroencefalograma. De este modo, se puede visualizar si existen señales relacionadas con los procesos mentales que realiza el individuo a lo largo del aprendizaje y uso de la gramática.
Actualmente, el estudio se realiza en niños de 7 u 8 años que provienen de colegios urbanos medios y marginales de Mendoza. Esto permitiría analizar si capacidades como el aprendizaje inferencial o implícito de estos niños se encuentran relacionadas o moduladas por factores neuropsicológicos como la memoria visual, la memoria fonológica o la atención sostenida, y también con factores ambientales como el tiempo que leen en sus hogares o el tiempo que los adultos a cargo dedican a leerles a los niños. El objetivo es utilizar los resultados para diseñar nuevas o mejores estrategias de intervención que permitan incrementar las capacidades de aprendizaje de los niños.
Por su parte, Darío Demattíes está desarrollando un modelo de redes neuronales que sea capaz de replicar el proceso de adquisición y procesamiento del lenguaje en humanos. Es decir que, a partir de lo que sabe de la estructura anatómica y funcional del cerebro, trabaja en la construcción de un modelo que lo imite. El modelo ya cuenta con los aspectos fonológicos del lenguaje, o sea, los sonidos, y en este momento está adquiriendo los sintácticos.
Este tipo de trabajo no se trata de un desarrollo tecnológico sino de investigación básica. No pretende crear un algoritmo de inteligencia artificial, ya que no es el modo en el que el cerebro humano aprende a procesar el lenguaje. El modelo no es una tabla rasa, como sucede con la inteligencia artificial, porque el cerebro no es una tabla rasa, posee cuestiones innatas. El interrogante es justamente este: qué tiene el cerebro precodificado que facilita la adquisición del lenguaje. Esto puede ser paradójico en tanto que mientras más información se incluya desde el inicio, menos se podrá generalizar, lo que es sumamente necesario a la hora de pensar y de hablar.
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