Qué es la ideología woke y por qué es atacada por Trump, Musk y Milei
Hay un movimiento alrededor del mundo que viene apuntando contra colectivos que representan ideas progresistas. Los feminismos, el ambientalismo y organizaciones antirraciales son blanco de las y los referentes de las nuevas derechas. Buscamos entender qué es el “wokismo” y le preguntamos a una investigadora del Conicet y a un sociólogo de la UNCUYO qué ven en este fenómeno.
El movimiento woke se volvió masivo tras la proclama “Black Lives Matter”. Foto: X @RepMarciaFudge
“En el fondo, la política en estos días es muy estúpida, ¿sabés?” La frase corresponde a Francis Fukuyama, el autor de “El fin de la historia y el último hombre”. El politólogo, gran referente intelectual del liberalismo, mencionó como ejemplo que lo que se llama “ideología woke” se ha metido en la interna republicana rumbo a las próximas presidenciales en Estados Unidos. Incluso, en Argentina se ha empezado a utilizar y ver en redes sociales. Ahora bien, ¿qué es “woke”? La respuesta está atada a cómo este concepto es utilizado por las derechas radicalizadas alrededor del mundo occidental, que cargan contra ciertas minorías para alcanzar el poder.
Fukuyama ve estúpido que la discusión se centre ahí, en el “wokismo”. Ve sin sentido que el debate entre los máximos referentes republicanos se detenga en el ataque a las minorías activas, a los feminismos, al ambientalismo, a lo “políticamente correcto”. El pensador cree que los problemas de las democracias liberales van mucho más allá de estos cruces llenos de violencia. Sin embargo, este tipo de agresiones mediáticas han sido potenciadas por las ultraderechas, desde Trump a Milei. Y pareciera funcionar.
Esta “batalla cultural” que toma cada vez más fuerza en la discusión política de Estados Unidos ha ido colándose en las disputas locales. Con diferentes tonos y formas, los progresismos vienen siendo blanco de los discursos radicales de derecha. Incluso, por momentos, pareciera que “ser progre” estaría fuera de moda. Esto genera varios interrogantes y cuestionamientos. Entonces, para entender mejor a qué nos enfrentamos cuando alguien dice “hay que terminar con la ideología woke”, hablamos con la socióloga e investigadora de Conicet, Verónica Giordano, y con el sociólogo y director de la carrera de Sociología en la UNCUYO, Gabriel Liceaga.
La palabra “woke”, que en inglés significa desperté-despertar, comenzó a utilizarse por los movimientos antirracistas de Estados Unidos alrededor de 1950. Fue un concepto que comenzó a asociarse a “estar alertas” (stay woke) ante los abusos. A finales del siglo XX volvió a tomar fuerza pero, ya en el siglo XXI, se volvió masivo con la proclama “Black Lives Matter” y con el movimiento global #MeToo. Luego, militantes LGBTIQ+ también lo adoptaron y difundieron.
En paralelo, desde Donald Trump hasta Elon Musk, pasando por Jair Bolsonaro, comenzaron a apuntar a estos movimientos como iniciadores de una presunta debacle moral de las sociedades. En sus declaraciones públicas no resulta extraño hallar palabras agresivas contra estos grupos.
“En la medida en que estas derechas a nivel global van adquiriendo fuerza, peso, lugares de autoridad, van ocupando instituciones, van ambientando un universo discursivo y van produciendo posibilidades de decir lo que en otros contextos quizás no se podía”, dice la socióloga Giordano, quien brinda como ejemplo cuando Patricia Bullrich “dice abiertamente que hay que eliminar al kirchnerismo”. De igual manera, remarca cuando Javier Milei defiende los crímenes de Estado durante la dictadura. “Hay cosas que se empezaron a poder decir sin consecuencias, se van corriendo los márgenes de lo decible”, agrega. Otra pizca de esto que describe Giordano pudo verse durante el segundo debate presidencial, cuando el candidato de La Libertad Avanza, la persona que más votos obtuvo en las PASO, le dijo “montonera asesina” a Bullrich (en este caso la candidata de Juntos por el Cambio es destinataria de la injuria). Y nada pasó.
Para la socióloga, estos notables excesos sin sanción aparente también hay que mirarlos en perspectiva histórica. “La condición de ser políticamente correcto también es histórica. Digamos que hubo momentos de la historia, no muy lejanos, donde vos podías decir que los indios eran los vagos y unos perezosos y lo podías decir con total autoridad”.
Entonces, Giordano lee que en ese ataque a las minorías, a esa ideología “woke”, hay un un sentimiento de amenaza: “Es una amenaza para ese sujeto ideal que construyó el capitalismo, que es un varón blanco, heterosexual, patriarcal, propietario. Por eso el feminismo termina siendo también tan denostado y se ve que retrocede en sociedades donde nunca pensamos que esto iba a suceder, como en Estados Unidos”.
No tan novedoso
“Hay elementos nuevos y hay elementos que parecen nuevos, pero no lo son”, dice Gabriel Liceaga, quien se desempeña en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNCUYO. El sociólogo destaca que hay que ver qué traen de nuevo estos movimientos que él identifica como “una combinación de neoliberalismo extremo, de fundamentalismo de mercado, con un conservadurismo, sobre todo sexual”.
“Esa combinación sí tiene algún rasgo de novedad, porque en los '90 el neoliberalismo se fue complementando con ciertas formas de multiculturalidad”, subraya Liceaga y agrega que otra novedad “sería la paradoja que aparece cuando sostienen una posición integrista de mercado, defensora del patriarcado, que se pretende rebelde o se pretende nueva, cuando son en realidad valores extremadamente tradicionales, antiguos”.
Sin embargo, estos movimientos, sobre todo en la Argentina, son vistos hoy como emergentes dentro de la visión polarizada a la que veníamos acostumbrados.
“Yo lo asociaría con la impotencia de la socialdemocracia en Europa, a su manera en Estados Unidos con el gobierno de Obama y también en América Latina con los progresismos para alterar las condiciones heredadas del neoliberalismo de las décadas anteriores. Es una impotencia que no es solo económica, sino que también se da en el plano de la cultura y los valores dominantes”, sostiene.
Así, también, estamos hablando de grandes derrotas a nivel global que fueron germinando en grandes movimientos que personas que empezaron a estar “despiertas”. Sobre todo, luego de la crisis económica de 2008. Liceaga ubica ahí a los movimientos de indignados en España, en Alemania, en Grecia. Fueron sin dudas grandes movimientos que, sin embargo, hoy parecen haber sido “simbólicamente” derrotados. Entonces, con estos nuevos progresismos vencidos, es llamativo cómo en distintas partes del mundo occidental las nuevas derechas (las alt-right en la versión en inglés) empiezan a generar músculo en las urnas, pero más radicalizadas, con banderas y proclamas que parecían enterradas.
En este marco, el sociólogo hace el ejercicio de detectar qué es lo que esconden estas nuevas derecha bajo una “máscara de supuesta rebeldía”.
“Hay elementos que están presentes en el pensamiento social, por lo menos de fines del siglo XIX y que se pueden sintetizar bajo el concepto que Franz Hinkelammert, un filósofo alemán, denomina antiutopismo, que sería el rechazo a cualquier forma de igualitarismo y la utopía de que ya no existan utopías. El ejemplo paradigmático serían los fascismos en la primera mitad del siglo XX. ¿Qué ocurre después? Esos fascismos entran en colisión con las democracias liberales. Entonces parecen ser dos cosas completamente diferentes que en algunos momentos tienden a cierto acercamiento a fines del siglo XX, por ejemplo con las dictaduras en América Latina, en las que confluye también ese conservadurismo, ese anti igualitarismo radical con políticas de mercado o políticas fundamentalistas promercados”, analiza Liceaga.
Esto nos lleva a pensar, de la mano del aporte de Liceaga, que hoy hay un capitalismo “que contempla ciertas formas de inclusión y otro capitalismo más antiutópico”.
Qué buscan cuando atacan a las minorías
Todo esto nos sirve para tratar de entender por qué estas nuevas derechas radicalizadas eligen a sus enemigos, por qué buscan en la ideología woke ese espacio para apuntar sus dardos.
Para Liceaga, los movimientos que encuentran representación en La Libertad Avanza apuntan al “wokismo” porque “los feminismos y el ambientalismo son mucho más que un reclamo sectorial, son resistencias transversales globales, pero sobre todo transversales también a diferentes fuerzas políticas, a la imposición de un modelo, que yo diría que es un modelo genocida de mercado. Y en estas corrientes aparece luego un reconocimiento y una celebración, incluso de la crueldad, que se expresa a veces como negacionismo”.
Sin dudas hay tensión en el mundo de la política global. Argentina hoy es foco de esta tirantez, como lo fue en su momento Estados Unidos, Brasil, más recientemente Italia. Para Verónica Giordano es importante no bajar los brazos y pone el acento en algo simple: “Es importante ser buena persona, no querer eliminar a nadie y buscar otras formas de tramitar las diferencias”.
Por esta razón, a modo de conclusión, la investigadora de Conicet amplía por qué hay poner el acento la perspectiva histórica: “Creo que hay algo de lo trascendental que nos fue vedado a partir, justamente, de esta visión inmediata que acompaña este individualismo y que hace que no podamos leer los procesos que atravesamos en esta clave, que es esta clave histórica y de larga duración. Creo que eso es necesario para comprender que también en el día a día podemos tener una actitud constructiva hacia un mundo distinto, hacia utopías de igualdad, de armonía, de mayores niveles de inclusión, aunque no veamos el resultado de manera inmediata”.
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